viernes, agosto 29, 2008

09.00 - 18.00

A veces trato de comparar lo que hacía en el Ministerio con lo que sucede dentro de esta oficina. Por ejemplo, los viernes.

Generalmente al salir me montaba los audífonos y el iPod, y me iba a dar esa larga y hermosa caminata desde Paseo de la Reforma hasta el Zócalo, con sus puntos intermedios en Juárez y Madero. Digamos que era como feliz viendo a la gente dirigirse a sus actividades de fin de semana, por ejemplo, embriagarse con los colegas, cenar con las amistades y fornicar con las parejas. Ese espíritu festivo que se notaba en el ambiente era bastante relajante. Los cafés y los bares comenzaban a desbordar a sus parroquias. Hasta las luces de los coches se veían lúdicas. Y lo mejor era que todo sucedía al ritmo que yo quisiera darle desde mi artilugio tecnológico.

En este lugar, como he escrito antes, se mantienen vigentes los horarios de la burocracia ochentera y de medianos de los noventa, es decir aquella que obliga al funcionariado a llegar a sus sitios de trabajo por ahí de las 10.00 o 10.30, salir a comer religiosamente a las 15.00, dedicar dos o hasta tres horas a dicha actividad y, finalmente, esperar las 20.30 - 21.00 para coger las cosas y huir.

Para ser honestos, me parece una pérdida de tiempo enorme este itinerario. ¿Para qué estar sólo cumpliendo lo que dentro de la jerga burocrática se conoce como hora-nalga? Es decir, cuando uno se tiene que quedar hasta tarde lo hace y ya. Pero no siempre sucede eso ni aquí ni en otros lados.

Pienso en esto y valoro un poco al ex presidente Ernesto Zedillo, el cual durante su administración (1994-2000) introdujo un cambio más o menos benéfico dentro de la Administración Pública Federal: el homologar los horarios de las oficinas públicas de 09.00 a 18.00 con una sola hora de comida.

En efecto, antes la APF era un buen catálogo de grillas y horas-nalga bajo el supuesto de que un horario que implique todo el día enclaustrado significa un manejo político eficiente. Patrañas. Entrar tarde genera indisciplina, tener de dos a tres horas de comida sólo le sirve a la gente que se dedica al golpeteo bajo la mesa o a los que viven cerca de las oficinas (uno puede aprovechar hasta para ejercer el ritual de la siesta) y salir tan tarde sin algo que lo jusfique sólo permite que jamás vuelvas a ver la luz de la tarde entre semana.

Zedillo tenía razón: de 09.00 a 18.00 se puede hacer un buen trabajo, sobre todo en aquellas áreas no estratégicas que deben estar pendientes la totalidad del tiempo. Pero las demás... Repito, cuando uno debe quedarse, ya sea hasta altas horas de la noche o hasta el próximo día, pues se queda. Pero estar aquí nada más papaloteando me parece improductivo.

En fin.




El último viernes de agosto

Afortunadamente es viernes. Esta semana ha estado difícil, dura, rara. Bueno, la mitad de la semana. Todo iba muy bien y de repente, pum, se jodió. Tanto que a día de hoy la cosa pinta mal. ¿Quién tuvo la culpa? Señoras y señores, aquí lo tienen: el que escribe esto. Alrededor de 98 por ciento es mi responsabilidad. Pero el porcentaje restante es bastante crucial, por pequeño e insignificante que pueda parecer a simple vista.

Sin embargo, el hecho de que el día viernes haya arribado por fin no es ninguna garantía de nada, quizás sólo de que ha llegado el momento de hacer una pausa necesarísima. Como dicen algunos, mañana (la próxima semana) será otro día.

Mi estado de ánimo va totalmente a tono con el clima que hemos tenido por las tardes. Lo que quiero justo ahora es irme a casa, tumbarme en mi sillón y poner alguno de los videos de los Stones que tengo. Quizás leer un poco y después... dejar que llegue ese otro hipotético día de paz y tranquilidad.

Tal cual.

jueves, agosto 28, 2008

El salmón

Andrés Calamaro


Quiero arreglar todo lo que hice mal
todo lo que escondí hasta de mí,
debo contar lo que yo solo sé,
tu perdón, Victor Sueiro también.

Quiero arreglar todo lo que hice mal
todo lo que escondí hasta de mí,
debo contar lo que solo yo sé,
tu perdón, Ángel Cristo también.

Se ve que para algo usé la cuchara,
porque no encuentro sopa, postre ni ensalada,
hay botellas vacías de marcas extrañas,
las debo haber tomado, uh, qué resaca.

No pienso estar enero en Pinamar
no me excita cagar en el mar
qué tentación, yo me voy al bolsón
reservé por ahí una gran suite.

No pienso estar enero en Pinamar
no me excita cagar en el mar
qué tentación, yo me voy al bolsón
reservé por ahí una gran suite.

Revísenme el aceite, el aire y el agua
revísenme a mí, el coche no tiene nada
en esta ocasión voy a pedirles perdón
si es rápido y es gratis... why not?

Siempre seguí la misma dirección
la difícil, la que usa el salmón
siento llegar al vacío total
de tu mano me voy a soltar.

Siempre seguí la misma dirección
la difícil, la que usa el salmón
siento llegar al vacío total
de tu mano me voy a soltar.

Dame un poco de tu amor
yo a cambio te ofrezco
una montaña de horror.
Dame un poco de tu amor.

Me llegó una carta
que me dice The End,
no tiene remitente
déjame de joder.

No cometas el crimen, varón, si no vas a cumplir la condena.

Andrés Calamaro




La larga espera

Ya vi que las cadenas de cine en este país, al menos una que se llama Cinemex, tiene prevista la proyección de Shine a light pronto. Vaya. Al menos. Un alivio.

Sin embargo, también veo que está próxima a estrenarse una que se llama U23D. Me caga U2. Es decir, me joden su parafernalia y sus fans, no su música. Cuando vinieron los Stones a México en febrero de 2006 ellos también dieron conciertos en la ciudad. Todos los villamelones de espectáculos planetarios nacionales se fueron al asunto Vertigo. No eran propiamente rockeros, más bien eran los clásicos que no podían dejar pasar un recital como el de los irlandeses porque... ¡era su regreso a México, weee!

Creo que por una parte eso estuvo bien: con los Rolling Stones sólo estuvimos los verdaderamente seguidores del grupo.

De hecho, qué bueno que estrenarán el filme de U2 casi al mismo tiempo que el de Scorsese: eliminará a todos los referidos villamelones de las salas de cine y podremos ir con mayor comodidad a ver a Sus Majestades.




Autobiografía procaz

René Avilés Fabila

Soy René Avilés Fabila, nací en el DF y aquí estudié hasta concluir Ciencias Políticas en la UNAM. Luego, fui a la Universidad de París, a realizar estudios de posgrado. No sé para qué, pues siempre quise ser escritor, autor de novelas y cuentos. Comencé a escribirlos alrededor de 1960, o un poco antes, junto con una generación rebelde que encabezaban José Agustín y Parménides García Saldaña. Nuestro gran maestro fue Juan José Arreola, pero yo tuve otros más: Juan Rulfo y José Revueltas. Del primero aprendí literatura, del segundo ética política, el ser permanentemente crítico.

Aunque me siento más cuentista que autor de largas extensiones, mi primer libro publicado fue una novela, Los juegos, 1967, la que no encontró editor, tal como lo he contado en varios momentos, especialmente cuando en 2007 se cumplieron cuarenta años de la edición de autor. Fue una salida exitosa y plena de escándalo. Unos me insultaron y otros me defendieron con igual vehemencia. Era una obra contracultural y puesto que nada ha cambiado en el país culturalmente hablando, sigue siendo tan válida como cuando apareció. Siguieron multitud de novelas y libros de relatos breves. De las primeras, me quedo con Tantadel, El reino vencido y El amor intangible, aunque debo aceptar que mucho le debo a El gran solitario de Palacio, donde narro la masacre de Tlatelolco. Mis cuentos amorosos y los fantásticos, ahora reunidos en cuatro volúmenes ‹Todo el amor (I yII) y Fantasías en carrusel (I yII)› son los trabajos que más me gustan. De mis libros autobiográficos tengo predilección por tres: Recordanzas, Memorias de un comunista y El libro de mi madre.

De los premios y reconocimientos obtenidos me quedo con la beca del legendario Centro Mexicano de Escritores, allá por 1965, donde trabajé con Juan Rulfo, Juan José Arreola, Francisco Monterde y donde escribí mi primer libro de cuentos cortos: Hacia el fin del mundo, editado por el Fondo de Cultura Económica. El Premio Nacional de Periodismo, por cultura, me lo dieron en la época del Innombrable, es decir, Carlos Salinas, y el jurado lo encabezaban Rafael Solana y Edmundo Valadés. El Colima por el mejor libro publicado lo obtuve con un libro que amo: Los animales prodigiosos, ilustrado por José Luis Cuevas y con prólogo de Rubén Bonifaz Nuño. Cuando cumplí treinta años como escritor, el homenaje me conmovió mucho, pues entre los organizadores estaban Bellas Artes, el Fondo de Cultura Económica, la UNAM, la UAM, el IPN, la Casa Lamm y la Fundación Alejo Peralta y cuya duración fue exactamente de un mes.

Al periodismo llegué igualmente joven. En 1961 crearon un nuevo diario: El Día, era un medio avanzado y de alguna manera crítico hasta donde en esa época se podía llegar. Arranqué escribiendo artículos, entrevistas y notas bibliográficas. Luego pasé al suplemento cultural de Fernando Benítez, ya en Siempre! un tipo fabricante de buenas secciones culturales que era francamente insoportable y muy amigo de Carlos Hank González, al que le hizo un libro apologético. De allí pasé a la Revista mexicana de cultura, suplemento cultural de El Nacional, el diario del gobierno mexicano. Lo dirigía el poeta español, militante comunista de talla, Juan Rejano, mi más acabado maestro de periodismo y un amigo entrañable, heredado de mi padre.

Mientras estaba yo en Francia (1970-73), mandaba algunas colaboraciones a Excélsior, entonces en manos de Julio Scherer, el único periodista que tiene teléfono directo con Dios y que sólo entrevista presidentes de la República. En 1975 o algo así, un grupo de periodistas y escritores fundamos el Unomásuno, bajo la conducción de Manuel Becerra Acosta, un periodista en verdad notable con un carácter de los mil demonios y muy mal vino. Allí me hice articulista de fondo y hasta hoy no he dejado el género, es donde mejor me siento. En 1984 entré a Excélsior de modo formal, a petición de mi querido amigo Nikito Nipongo. En esa cooperativa estuve unos quince años o poco más. Fundé el suplemento cultural El Búho y con él gané todos los premios de periodismo habidos. Fueron buenos tiempos. Pero de pronto todo cambió: yo pedí la renuncia de Ernesto Zedillo y Regino Díaz redondo me dio la mía a través de un novelista cubano, Lisandro Otero, un tipo de doble o triple moral, según dónde y con quién estuviera. Salí de tal diario con unos setenta colaboradores. De ello nadie supo nada. Lo llamé, en un artículo que fue a parar a una revista de corte académico, el callado golpe a la libertad de expresión. Parece que se necesita ser Scherer o Aristegui para que se percaten que uno también tiene su historia y ha luchado por la libertad de expresión. El colmo fue la ironía barata de Miguel Ángel Granados Chapa quien dijo que nadie derramaría una lágrima por el suplemento El Búho en un artículo de asombrosa solidaridad gremial. También me corrieron de IMER cuando llegaron en tropel Vicente Fox y Santiago Creel y alguien vio mi currículum de militante comunista y mis programas izquierdistas donde exaltaba a Revueltas, Juan de la Cabada, Diego Rivera y Siqueiros... Lo lamenté porque en esos micrófonos estuve unos diez años. En ese momento sólo Beatriz Pagés y Carlos Ramírez (Siempre! y La Crisis, respectivamente) me tendieron la mano. Finalmente, cuando los cooperativistas corrieron a Regino y su pandilla, regresé a Excélsior para ser articulista de primera plana y último director de la revista decana de México: Revista de Revistas. Quebrado, este diario fue adquirido por Olegario Vázquez Raña. Y allí sigo --igual que en las revistas Siempre! y Libertas--, ya sólo como colaborador en la página editorial.

El lado bonito de mi vida está en la literatura, hoy, luego de una carrera de más de cuarenta años, la editorial Nueva Imagen está editando mis Obras completas y van en el tomo 15. He hecho periodismo sin pensar en los partidos, ni en el poder económico o político, lo escribo para posibles lectores. A veces hay coincidencias, otras no. Hoy el país está enfrentado y prevalece la confusión. Ni modo. Se me olvidó decir de qué vivo: del sueldo de profesor de tiempo completo en la UAM-X, en la carrera de Comunicación. Tengo una fundación cultural que lleva mi nombre y acabo de crear el Museo del Escritor, aunque pequeño por ahora, único en el mundo. Estoy casado desde 1965 con Rosario, a la que conocí en la preparatoria 7 en el lejano año de 1960. Es doctora en Economía y me mantiene cuerdo, lo que no es poca hazaña. No tengo hijos y en consecuencia tampoco nietos, ello me permite aprovechar muy bien mis ingresos. Nunca creí en Santa Claus y menos en los reyes Magos, tampoco en Dios. Lo intenté, pero fracasé a eso de los quince años, más o menos a la edad en que Sartre dejó de lado la idea de un ser supremo y sobrenatural, todopoderoso y una religión que se basa en el temor. De ello estoy orgulloso.

Una vez que me he presentado, quiero decir algo en mi abono de mis creencias políticas. Hace unos días un periodista me preguntó por mi ideología. ¿Qué carajos soy, en qué creo? Dije: soy un dinosaurio atrapado en el hielo. Moriré dentro de poco sin que los ideales en los que puse toda mi fe aparezcan. Los pocos países que se califican como comunistas, China, Vietnam, Cuba, Corea del Norte, no son más que remedos que tienden a desaparecer. China pretexta: dos sistemas, un país, pero el capitalismo que Mao y los suyos rechazaron ahora se enseñorea por todo el territorio. A Cuba la historia le jugó la peor broma de la historia: al derrumbarse el bloque soviético y darle paso a las desigualdades y a los grandes vicios y defectos del capitalismo, Fidel Castro y la Revolución cubana se quedaron colgados de la brocha. Como escribí al final de mis cuentos fantásticos: Me quedo con la utopía de Marx. Es posible seguir soñando y así soportar el injusto sistema que a mi alrededor crece y se consolida creando enormes desigualdades e injusticias.

Ahora, en 2008, nunca he escuchado tanto el término izquierda, se ha fatigado, carece de sentido. Diariamente alguien (residuo del lamentable PRI, fanático de AMLO o pésimo lector de periódicos) sin la menor idea se refiere a este concepto seguramente flexible, ya ambiguo y capaz de tolerar la opinión de cualquier necio e ignorante.

Hace unos ocho años, por propuesta del filósofo mexicano Leopoldo Zea, fui invitado a formar parte de la Société Européenne de Culture, cuyo presidente honorario era el notable pensador italiano Norberto Bobbio. Acudí, entre otras cosas, pensando ilusionado que podría conocerlo. Me interesaba saber su opinión sobre los cambios políticos luego de la caída del socialismo llamado real y en ese nuevo contexto qué significaba la izquierda, cuál era su papel. Por desgracia, dicha organización no entendió mi postura, no veíamos la globalización del mismo modo. Italia ha imaginado a los norteamericanos como liberadores después de 1945 y nosotros, los latinoamericanos inalterablemente, como opresores. Para mí la globalización hecha bajo el peso del sistema político anglosajón, con sus conceptos de democracia y libertad, no son por completo válidos sin nuestra propia concepción. Mi trabajo de ingreso fue criticado y tuve que escribir, al año siguiente, ahora en Segovia, España, una réplica llamada “En la ruta de Rubén Darío”, para dejar en claros nuestras diferencias políticas basadas en la historia de cada país.

Mi formación fue la de un marxista-leninista (incapaz de pelearse con Trotski y Mao Tse-tung, mucho menos con Ernesto Guevara) en una época en que el mundo parecía globalizarse en rojo. Esto es, pertenecía yo al comunismo histórico, donde la rigidez, el autoritarismo y el sectarismo jugaron un papel deformador y poco democrático. Mi sentido del humor y admiración por la literatura me salvaron de caer en la trampa del dogmatismo, tal como narro en mi libro Memorias de un comunista, maquinuscrito encontrado en un basurero de Perisur. Además estaba convencido, luego de la lectura de los clásicos del marxismo, que Lenin había hecho una revolución torciendo el pensamiento de Marx. Previsto para naciones altamente desarrolladas, la revolución “proletaria” se llevó a cabo en países atrasados, Rusia y China incluidos, donde apenas había obreros. Fue, para uno, formado por personas como Juan de la Cabada, José Revueltas, Vicente Lombardo Toledano, y españoles como el poeta Juan Rejano, que llegaron luego del fracaso de la República, una tragedia. Pero si se quería un cambio serio, profundo, no había otra posibilidad que intentar la hazaña. Fue chistoso ver cómo mis compañeros de escuela hacían fortuna al amparo del sistema, mientras yo me desgañitaba repitiendo las ideas de Lenin y Guevara, pagaba mis cuotas al Partido Comunista y peleaba contra el PRI y el PAN. Para colmo me metí de lleno en el movimiento estudiantil de 68, cuando los dirigentes perredistas estaban del lado del PRI. Ahora las cosas mueven a risa. No hace mucho, un alto funcionario de Luis Echeverría, López Portillo y Miguel de la Madrid, me criticó mi aversión por el PRD. Andrés Manuel es quien debe dirigir al país, es el presidente legítimo… Escuché las necedades con indignación: el tipo ya era rico y un saltimbanqui político como la mayoría de los aventureros que pueblan dicho partido. Me hizo recordar a mis maestros de marxismo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, a Víctor Flores Olea y a Enrique González Pedrero principalmente. Me atiborraron de marxismo y luego los miré en el PRI disfrutando de cargos oficiales de excepción, mejorando día con día sus haciendas personales. Ya están de regreso y quieren decirme que son la “revolución”, la “izquierda”. Son todos ellos un insulto a la inteligencia, a la dignidad. Están donde mejor les va, el país es un botín. Punto.

Si mal no recuerdo, ingresé a la Juventud Comunista con menos de veinte años de edad, como he narrado en Memorias de un comunista…. Tenía para la causa un defecto o dos: era crítico y muy abierto al grado de ser calificado por algunos camaradas de maoísta, padecer “desviaciones capitalistas” (me encanta bañarme y vestir bien) y más adelante, me señalaron como simpatizante de Trostsky y algunos tan en serio se tomaron la “acusación” que Ricardo Pascoe, entonces sindicalista y miembro de la Cuarta Internacional, me invitó a que saliera del PC y militara en su organización. Inolvidable comida que me vi obligado a pagar.

Nunca estuve en ningún otro partido que no fuera el Comunista. Cuando en lugar de modificar su estructura e ideario se suicidó (carecía de alternativa), me concentré en la academia, la literatura y el periodismo cultural. Después, Cuauhtémoc Cárdenas formó el PRD y fui invitado a formar parte del grupo organizador a través de Adolfo Gilly. No. Ya había pagado mi cuota de militancia y necesitaba la libertad y la independencia. Allí se hablaba de izquierda pero con moderación y distancia, no era fácil que personas que venían del PRI y de turbias luchas sociales de pronto, como por arte de magia, fueran la Izquierda (así, con mayúscula). De esta manera llegamos hasta López Obrador, Manuel Camacho, Arturo Núñez, Socorro Díaz, Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard, unos formados en el PRI de Echeverría, otros en el de Salinas. Para ese momento la política estaba tan envilecida que ser acusado de derecha era el menos grave de los insultos. Una turba de auténticos rufianes se convirtió en La Izquierda. Ninguno quiere cambiar el rostro del país, desean con vehemencia hacerse ricos y tener poder. Carecen de un proyecto ideológico serio, inteligente; hablan vaguedades y su demagogia los ha llevado a decirnos que en un país donde todo, absolutamente todo, le pertenece a los particulares, el petróleo debe ser estatal. Eso es lo revolucionario. Personalmente sigo creyendo que el Estado tiene que ejercer el control de los medios de producción, pero no veo la forma de obligarlo a ello, es una tarea imposible. La globalización, y México está dentro del proceso, marcha contra los vestigios de tal causa que se desprestigió enormemente. La izquierda real (que existe fuera del PRD) deberá buscar otra forma de hacerle justicia a la sociedad.

La carencia de ideas, de estadistas, nos ha llevado a creerle a cualquier demagogo iletrado que dice ser salvador de la patria. En el tercer piso del Palacio de Bellas Artes hay una copia que Diego Rivera hizo de su famoso mural del edificio de Rockefeller, en Nueva York y que fue destruido porque estaban las imágenes de Marx y Lenin. Allí destaca una manta que los proletarios agitan, claramente dice: Queremos trabajo, no limosnas. Tiene razón, convertir en mendigos a los ciudadanos es quitarles la dignidad, robarles la decencia. No importa si son madres solteras o viejos. Las dádivas son para las fundaciones de los ricos, para el altruismo de los millonarios, para los gobiernos capitalistas, mientras que el trabajo es para una sociedad justa y equilibrada, en una palabra, socialista. Ahora quien no está de acuerdo con el PRD, es de derecha. Si uno no lee La Jornada es fascista. Si la izquierda es López Obrador cuyo egocentrismo, demagogia y demencia lo obligan a compararse con Cristo y verse crucificado por la reacción, si la forman el niño burgués Ebrard, los pillos René Bejarano, Alejandro Encinas, Carlos Ímaz, Alejandra Barrales, Guillermo Sánchez Torres, Francisco Chíguil, El Pino o Joel Ortega, si para ser izquierdista hay que sumarse a una de las mafias del PRD, de acuerdo, no soy de izquierda ni quiero serlo. La corrupción no se me da, tampoco el populismo. Soy un simple escritor de literatura que desprecia a todos los partidos. Es todo. Me rindo, camaradas perredistas, no manden más correos acusándome de derechista porque no tienen puta idea lo que significa ser de izquierda, porque hasta hace poco la inmensa mayoría militaba en el PRI y ahora hacen dinero a manos llenas al amparo de sus nuevas siglas, porque los conozco y porque ahora estoy a punto de ser anarquista. Vale.

Estranged

Mañana de agosto. Humedad en el ambiente. Tambores de guerra sonando a lo lejos.

Este día he despertado con un viejo disco sonando en el iPod: el Use your illusion I y II de Guns n' Roses. Un álbum que en mis años mozos --1991, 15, bachillerato, tetosterona, primera novia, colegas, pueblo poblano-- fue guía, faro y coordenada de mis acciones y mis preferencias. Sus canciones me echan para adelante en este momento. Me sorprende esa capacidad de la música de conducirte a situaciones y lugares con sorprendente fidelidad. Cierro los ojos y estoy jugando volibol en la cancha de la escuela, o bien, ahora estoy en el interior del Auditorio del municipio en una eufimísticamente llamada tardeada intentado bailar algo parecido a una canción romántica.

Algo similar me sucede con otros discos. Por ejemplo, el Achtung Baby de U2 me pone directamente en el invierno de 1991 en una habitación de la Ciudad de México: frío, contaminación, Rock 101 sonando en la radio, parón navideño, familia alrededor. La canción Hey you de Jimmy Hendrix me pone desempacando el 19 de septiembre de 1993 en la Ciudad de México previo a mi ingreso a la licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública. Es casi como el efecto que tienen ciertas fragancias que te recuerdan a detalle a alguien.

Por el momento es este disco de GN'R. Una buena banda que se perdió en el limbo del éxito. Unos más que dominaron el mundo para dejar que todo se escapara de sus manos en la cúspide. Casi me atrevería a usar la metáfora del español Sabina para describirlos: unos que juraban comerse la vida y que fue la vida y se los merendó... Pero al menos sí gobernaron el planeta musical durante algún tiempo.

Sigo escuchando el disco y pienso en varias cosas. Recuerdo a mis primeros colegas en el Ministerio, allá por el mes de noviembre de 1997 (¡hace más de 10 años!). ¿Qué harán ahora? Bueno, sé qué hace uno en especial, otro de manera vaga y de la tercera absolutamente nada. Los añoro porque valoro precisamente en este instante determinadas cualidades de las personas, entre otras, la inteligencia y la nobleza. Es difícil hallar esa extraña y afortunada combinación de sapiencia y distinción en la gente. Si tú conoces a alguien así, felicitaciones. Por lo regular es algo complicado.

En general uno anda por la vida casi siempre guerreando por aquí y por allá sin sentir que lo que hace es real o que vale la pena a 100 por ciento. Cuando estaba instalado en la camilla del hospital rumbo al quirófano me imaginaba todos esos momentos en los cuales habría jurado que el apocalipsis se había desatado de manera incontenible sobre mi existencia. ¿Y luego? Pues nada. Que vistos a la distancia sólo fueron conflictos no tan graves, tonterías, estupideces, ganas de joder y de joderse la existencia. Quizás por eso he adoptado en los últimos meses esa filosofía de que lo que realmente duele durante el trayecto en este mundo es la enfermedad y la muerte. Lo demás son cosas perfectamente superables, claro, algunas con más ahínco y tripas que otras, pero al final del día no tan trágicas como las dos señaladas.

Anoche pensaba que para estar dentro de la política se necesita un verdadero estómago de hierro. Una voluntad a toda prueba. Una locura prematura. Una vocación de suicida y cínico. El creerse el más chulo el barrio y el más inteligente de la comarca. Y bueno, algunos seguimos manteniendo las bilirrubinas altas.

Pero así es quizás en todos los campos de la existencia. Los tambores de guerra jamás se callan ni descansan. Siempre se trata de rendir culto a esa primera batalla épica que decidió quién sería el jefe de la tribu, del clan, de la asamblea, del parlamento, de la comunidad, de la sociedad, de la nación, del Estado moderno, del crimen organizado. La quijada de Caín como encarnación de todos nuestros impulsos primarios.

¿Qué queda? Seguir en esta carrera de locura hacia la muerte. Plantar cara a lo que venga. No claudicar y no traicionar los principios y los valores.

No tan fácil.

miércoles, agosto 27, 2008

El aperre

Esta mañana he comprobado algo que como estudiante había dejado pasar: que la Universidad Nacional es el sitio consagrado al aperre.

En efecto, una institución de educación superior de las dimensiones de la UNAM, con sus 300 mil estudiantes matriculados y sus otros tantos miles de trabajadores, entre académicos, investigadores, técnicos académicos, profesores de asignatura, ayudantes de profesores y colados varios, posee esos ingredientes necesarios para conducirte a la locura prematura a cualquier hora del día y en cualquier época del año (sobre todo cuando hay clases).

Esta mañana, después de haber dado la clase en Acatlán y después de cruzar toda la ciudad por el Periférico, la primera noticia no grata que recibí fue darme cuenta que el aparcamiento de Ciudad Universitaria que me corresponde estaba hiper saturado. Iba a escribir la palabra lleno, pero no es suficiente para dar una idea de lo que quiero decir. Aperrado sería otra opción. En efecto, aperrado es más cercano a lo que sucede día con día por acá.

Lo anterior me obligó a dar la clásica vuelta para buscar algún espacio por pequeño que fuera. Nada. Otra vuelta, pero ahora a todo el Circuito Escolar. Nada: todos hasta el tope. Al parecer eso de universidad pública como que no aplica tanto a nuestro objeto de estudio. Cierta bonanza económica ha hecho que veamos un coche en cada hijo que la Universidad parió. Y además, de buenas marcas y modelos recientes. Claro, no es la Anáhuac, pero tampoco la Universidad Autónoma Metropolitana.

Ante este escenario medio caótico la única posibilidad era dejar el automotor en los aparcamientos del Estadio Olímpico que han sido habilitados para funcionar entre semana. Los más cercanos a la civilización, vaya novedad, estaban llenos. Después de un buen rato por fin encontré lugar hasta la parte trasera del inmueble. Perfecto. Sin embargo, algo negativo había que surgir en esta mañana de aperre total: hay lugar, pero cuesta.

Tal cual. La Universidad también ha entrado con fe a las leyes y prácticas del mercado, por lo que ha dispuesto de diversas maquinitas que cobran el aparcamiento como las que pueden encontrarse en los centros comerciales. Y no sólo eso: los precios también se asemejan a los de aquellos templos capitalistas. ¿Qué tal? ¿Quién dice que somos forjadores de guerrilleros?

Como el asunto de aparcar el coche casi me llevaba a los límites de otra delegación, ahora el problema era cómo llegar a mi lugar de trabajo. De nuevo la opción fue usar un servicio que la Universidad ha dispuesto frente a su aperre cotidiano: coger el Pumabús gratuito que te conduce a varios rincones de Ciudad Universitaria. El punto es que éste también se aperra y que tarda varios minutos en transitar por toda la serie de puntos intermedios.

Media hora después de mi arribo a la C.U. pude por fin pisar mi cubículo. Como he venido de dar la clase en el otro lado de la ciudad no había ni desayunado ni comprado el diario. Bueno, pues aquí surge otro asunto no menor: por estos rumbos es dificilísimo encontrar un quiosco que tenga una buena oferta de publicaciones (ya ni qué decir de encontrar un cajero automático).

En efecto, uno pensaría que por ser la Universidad más importante de Latinoamérica habría una considerable cantidad de diarios dispuestos para ser comprados y leídos por los estudiantes. Pues no. En la zona declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad sólo hay dos tienditas que funcionan como tal y, para variar, el aperre hace que desde temprano se terminen los ejemplares y ya sólo queden disponibles El Universal Gráfico, el Esto y La Jornada (qué raro, si se supone que ese diario es como The CGH News o The Ocosingo Times).

Aperre y más aperre. Si se desocupa un lugar de aparcamiento hay 35 coches peléandose por él. Si llega un ejemplar más de El Universal, hay 127 personas pidiéndolo al hombre del puesto. Si en la barra de alimentos ofrecen una promoción que incluye torta, café y jugo, 298 jóvenes promesas de la ciencia y las humanidades la exigen como una parte de su formación intelectual.

Me consuela pensar en que las universidades públicas de Pekín y Nueva Delhi deben estar peor.

Así las cosas.



martes, agosto 26, 2008

¿Quién asó la manteca?

Bueno señores, pues aquí estamos. Martes 26 de agosto del Año del Señor 2008. Tengo más energía que ayer.

La lluvia de la Ciudad de México alcanzó niveles de furia bíblica anoche. Inundaciones, caballos muertos en el Hipódromo, un mozo fallecido, caos vial y cientos, miles, millones de maldiciones a diestra y siniestra por la precipitación pluvial de la víspera. Está bien. Apruebo con desdén que de vez en vez aparezca algún fenómeno natural que nos ponga en nuestro sitio.

Los chinos ganaron el primer sitio del medallero de sus Juegos Olímpicos. Espero que el gustito sólo les dure cuatro años y que para Londres 2012 los superen los norteamericanos, los ingleses o los ex soviéticos. Por cierto, cuando aparecieron los británicos con su autobús rojo de dos niveles en la ceremonia de clausura pensé, bendito sea el Señor, por fin algo moderno y occidental. También agradecí con fervor los guitarrazos de Robert Plant y el balón lanzado al aire por David Beckham. La cultura asiática está muy bonita y es muy antigua y nos ha dado mucho y es sabia y milenaria y tal y tal y tal, pero también existe lo posmoderno.

Por ello, qué bueno que en 2012 volveremos a los horarios GMT y no a esas adecuaciones artificiales del mundo visto en el futuro (mientras en la Ciudad de México eran las 11 de la noche, en Pekín ya andaban por el mediodía del siguiente). Sin embargo, me quedó la duda de por qué no mejor invitaron a los Rolling Stones o al propio Mick Jagger en solitario a fungir como embajador musical de los siguientes Juegos Olímpicos. En fin.

Escribo esto y hace su irrupción en mi cubículo el lustrador de calzado. Creo que no he mencionado la existencia de este personaje en la oficina. O sí. Bueno, no sé. No importa, aquí vamos.

Se trata de un señor de unos 50 años, bajito, corrioso y bastante impertinente. ¿A qué me refiero?, a que es de los típicos que casi casi te obliga a sentarte en cualquier sitio para que pueda proceder a lo suyo y, claro, después cobrarte los 15 pesos del servicio. Es como bastante molesto que si tú dices no el otro siga insistiendo mediante la presentación de argumentos que van de lo ridículo a la penita ajena. En mi vocabulario un no es un no. En el de él un no es una afrenta a su capacidad de chantaje. Me cae bien, pero tiene esa característica. Ah, claro, también es de los que tienen por costumbre no tocar a la puerta antes de entrar.

De hecho, creo que ése es un tema por sí mismo: en esta Coordinación la mayoría de sus integrantes han sido aleccionados o tienen por uso y costumbre milenario meterse a los sitios que supuestamente son privados (por algo son cubículos y no espacios comunes) sin avisar y sin decir agua va.

Uno está, digamos, muy atento a lo que sucede en la súper carretera de la información (que en México es más bien como terracería) y de repente, pum, sientes la nariz del otro pegada en el monitor al tiempo que una de sus manazas se deposita en tu hombro y escuchas la pregunta ¿qué haces? O bien, intentas mirar por la ventana el devenir de la vida universitaria cuando sientes el inconfundible aliento de burócrata a tus espaldas, lo cual te lleva a la pregunta ¿y este tío cuándo entró aquí?

En serio. Aquí todo el mundo entra a tu lugar como si fuese el suyo y, además, como si creyeran que siempre serán bien recibidos. Y esto incluye no sólo a los superiores jerárquicos, sino al referido bolero, al señor de las corbatas, al de las plantas, a tus iguales en la nómina, al que viene a por la basura y al que simplemente pregunta por la salida del piso.

Es probable que yo sea como muy mamón en este aspecto, pero siempre he tenido por sana costumbre --y creo que por educación-- tocar antes de ingresar a otro cuarto o habitación. Digo, esto es como obvio, ¿no? Al menos eso pienso. Pero aquí no. De hecho, si cierras la puerta del cubículo, cosa que casi nunca hago, y que en lenguaje cifrado indicaría algo así como no ingreses hasta que preguntes si hay alguien adentro, bueno, pues aún así también se meten como supositorios. Extraño fenómeno, sin duda.

Lo peor es que luego se ofenden cuando se les pide anunciar su ingreso.

La autonomía también es sensible.





lunes, agosto 25, 2008

Clonazepam y circo

Hoy es uno de esos días largos y pesados típicos del inicio de semana. Se presta para reflexiones sombrías y desesperanzadoras.

Todas las oficinas tienen ese sesgo denso y asfixiante de las relaciones humanas llevadas al extremo de lo forzoso. Convivir más de ocho horas con las mismas personas puede conducir a la locura prematura. Y eso que aquí la palabra convivir no se refiera a interrelacionarse, sino simple y llanamente a permanecer y compartir un mismo espacio, es decir a cohabitar.

Recuerdo que en el Ministerio existía toda una compleja y ruda madeja de odios, rencores y sentimientos a flor de piel entre los que la integrábamos. Secretarias que no se hablaban, jefes que odiaban y buscaban la manera de despedir a sus contrapartes, eternos resistentes de cualquier embate de la hiperrealidad, grupúsculos y mafias solidificadas con el paso del tiempo. Además, claro, la invariable división entre los jefes y los no jefes, la cual siempre es terreno fértil para la intriga, la sospecha, la sorna y el rencor mutuo.

Estar bajo el mismo techo ocho horas --o más-- durante cinco días de la semana. Vaya cosa. La locura. En verdad la razón logra imponer sus métodos entre los humanos de vez en vez. ¿Cómo es posible que un día cualquiera no explote toda la ira acumulada por años? Quizás suceda de forma cotidiana en diferentes espacios, aunque a mí jamás me ha tocado ser testigo directo. La razón y, claro, el temor a perder la fuente de ingreso.

Lo peor viene cuando existe trabajo que exige atención y plazos específicos para su cumplimiento. ¿A qué me refiero? A que cuando el ambiente laboral está relajado en términos de tareas y resposabilidades, pues todo el mundo se la pasa bien, se declaran amores y afectos por doquier, y las sonrisas y las bromas se desperdigan en todo el piso. Sin embargo, cuando hay trabajo por hacer todo cambia: surgen como hongos después de la lluvia todos los viejos rencores encarnados en reclamos por los horarios de llegada, la responsabilidad reflejada en la nómina, en los privilegios que algunos gozan, en el compromiso que unos muestran frente a los demás, en las clásicas rencillas por cuestiones de gustos, hábitos, personalidades, apariencias y comentarios pasados. Entonces sí la oficina muestra su cara real: la de un campo de batalla en la cual todos están a la defensiva y mirando con desesperación la hora de salida.

Trabajar con amigos puede ser diferente, pero en general también cae en la categoría descrita líneas arriba. La diferencia la hace el nivel de amistad que se mantenga con aquellos compañeros de piso, taller, laboratorio, fábrica o vehículo. Si no es lo suficientemente fuerte y sólida podrá desvanecerse a la primera prueba real de consistencia. En contraste, cuando se trabaja con desconocidos también es una oportunidad invaluable para hacer amigos de verdad.

En fin.

Hoy es uno de esos días largos y pesados y, por lo visto, no logro acabar ningún texto que comienzo...

Notas desde el cuesta arriba de un lunes

Por fin terminaron los Juegos Olímpicos de Pekín y ahora enfrentamos la orfandad en términos de espectáculos televisivos. ¿Qué pretexto tendremos para justificar nuestros desvelos, nuestros ojos rojos, nuestras eternas quejas sobre el país y sus malos resultados?

México obtuvo el lugar 32 o 36 del medallero, no sé exactamente cuál, pero al final de la quincena estamos arriba de Irlanda, pero por debajo de Argentina. El sábado por la mañana cayó otra medalla de oro y eso apagó cualquier intento de rebelión contra los directivos nacionales. El epígrafe de hoy de La Jornada es aleccionador al respecto: es irónico que un deporte de patadas salve a una gestión de la patada.

Por el momento sólo nos quedará refugiarnos en el fútbol, tanto en el de la Liga mexica como en el que van a montar en la región: la tal Concachampions. Triste destino para todos aquellos que buscamos afanosamente algo en qué creer.

Aquí en la oficina la cosa va, digamos, normal. Para quien quiera analizar la burocracia de las décadas de 1980 y 1990 no debe haber mejor archivo vivo que el que guardan estos campus. Y eso que la burocracia federal tampoco canta mal las rancheras, pero sí ha avanzado un poco más. Hay intentos de modernización por estos lares, como ciertas encuestas de satisfacción en la provisión de servicios, pero son como muy básicas: cuestionarios que hay que llenar a mano cuatro veces con las mismas preguntas para todas las áreas evaluadas.

Quizás se piense que con esto soy un malagradecido o que estoy ejerciendo esa mexicanísima actividad que algunos suelen llamar morder la mano que te da de comer, o bien, patear el pesebre. Desde mi punto de vista, es sólo una anotación sobre lo burocrática que se pone la burocracia (es decir, las características que adopta el funcionariado público en su versión autónoma).

Mi teoría es que todas las oficinas se parecen en lo básico, incluidas las privadas. Los egos, las jerarquías, las malas leches, las chicas sexys, las intrigosas, los tipos insoportables y los eternos quejosos abundan por aquí y por allá. En otras anotaciones ya he intentado destacar los puntos en común de esta y la otra oficina en la que laboraba. Digamos que lo mismo, pero en otras dimensiones.

En fin.

viernes, agosto 22, 2008

Tiempos violentos

A pesar de que la desconfianza y la indiferencia es notoria y justificada, yo espero que el encuentro de ayer del Consejo Nacional de Seguridad Pública dé resultados en el corto y el mediano plazo.

Es decir, no podemos dejar de creer en nuestros gobiernos. Me refiero a las instituciones, los procesos, las estructuras, las jerarquías, la burocracia misma, las leyes, la ética gobernante. Lo que falla, en la mayoría de los casos, son las personificaciones del Estado: los hombres y mujeres que, por diversos motivos, no logran echar a andar la maquinaria como uno esperaría.

Pero si comenzamos a dudar de la importancia que tiene la autoridad y la organización dentro de la sociedad nos estaremos acercando al caos total. Aceptémoslo: un grupo humano, cualquiera que sea, no puede vivir sin gobierno ni sin estructuras jerárquicas de poder. Es imposible. Es decir, sin instituciones es escasamente viable resolver los conflictos humanos sin un mínimo de racionalidad. Quizás surjan otro tipo de mecanismos de imposición del orden, pero estarán sujetos al albedrío de los más fuertes, los más hábiles o los más temerarios, justo como está comenzando a suceder ahora en México y eso, como se comprueba todos los días en las noticias, nos está llevando a la locura y el terror.

Por supuesto que el actual y los gobiernos anteriores han perdido casi toda su legitimidad, que se hayan ganado a pulso la desconfianza ciudadana por su ineficacia, su cinismo, su abulia y su temor. Pero no se puede dejar de creer en la idea del Estado moderno. A pesar de su contradicción y su sentido paradójico, una sociedad sólo puede ser libre y vigorosa si tiene un gobierno fuerte y orgulloso.

San Agustín lo puso más claro: de entre todas las mafias humanas, sólo una debe prevalecer: la de la propia autoridad institucionalizada.

El club de los 27

He leído hace unos días sobre una exposición fotográfica de todos aquellos personajes míticos de la música que han fallecido a los 27 años. El rolling stone Brian Jones, Jimmy Hendrix, Jim Morrison, Janis Joplin y, en épocas recientes, Kurt Cobain.

Hoy Hugo hubiese cumplido 28, pero no llegó. De manera involuntaria se quedó en los 27.

Así pasan las cosas.

Competir no gusta

Carlos Elizondo Mayer-Serra

De acuerdo con un estudio de PricewaterhouseCoopers, México debería haber logrado 8 medallas en la Olimpiada que está por terminar, el doble de las cosechadas en Atenas. De ser ciertas las predicciones de esta empresa, México habría terminado en el lugar 30 de los países que compitieron. Quedaremos muy por debajo de la predicción, a pesar de los éxitos de última hora.

No creo que los clientes de esta empresa deban rescindirles el contrato por fallar en sus predicciones. El modelo no pretende ser un oráculo, simplemente estima el potencial olímpico de un país a partir de la población, ingreso per cápita, condición de anfitrión, si proviene o no del ex bloque soviético y la historia olímpica reciente del país. México ha quedado por debajo de su potencial, incluso peor posicionado que países como Tailandia y Mongolia. Como dice un amigo, habría que prohibir este tipo de eventos. Son crueles para un país como el nuestro.

Lo anecdótico de nuestro fracaso es conocido: que si le dolió la panza al marchista, o si el uniforme no era el correcto. El fracaso revela una seria falta de organización, pero sobre todo algo más profundo: no estamos acostumbrados a competir. Esto es evidente en nuestro sistema educativo, el cual no está diseñado para estimular el mejor desempeño deportivo o educativo de la población. Los padres tampoco suelen estimular la competencia. Parecen tener la sabiduría de la edad. Tristemente ya aprendieron que el mérito no suele ser el criterio dominante para asignar oportunidades.

Hay muchos ámbitos donde en otros países se trata de escoger al mejor con base en algún tipo de concurso, pero en México no se hace de esa forma. Por ejemplo, en Pemex, LyFC o prácticamente todas las plazas sindicalizadas del gobierno federal y de los estatales, el ingreso no es por concurso en el que se seleccione al mejor. Es el resultado de una mezcla de grilla, clientelismo y corrupción. Las plazas son tan valiosas que en muchos casos se venden. El agraciado con una plaza no cambia fácilmente de trabajo. La rotación de empleados de base en una empresa como Pemex es mínima. Cuando protestan argumentando bajos salarios, habría que preguntarse por qué prácticamente nadie deja una plaza una vez obtenida. El contraste de Pemex con Petrobras es iluminador. En esta empresa para llenar 163 vacantes recientemente decenas de miles tuvieron que pagar su inscripción. Así, es más probable que lleguen los mejores.

De ahí lo novedoso e importante de haber convocado en la SEP a un concurso para ocupar las nuevas plazas de maestros. Hay mucho que mejorar en el instrumento utilizado para medir las competencias de los candidatos, pero el cambio en el método es revolucionario. Se termina con una industria basada en comprar las plazas que ha sido valuada en unos 3 mil millones de pesos. Por supuesto hay muchos enojados. Los que administraban ese negocio van a tratar de aprovechar el descontento de los rechazados. Pero no es que ahora haya menos oportunidades de trabajo en el sector. Hay más gente con la posibilidad de competir, y los perdedores pueden ser organizados por los que antes administraban el corrupto proceso de contratación de maestros. Se protesta menos cuando se pierde en mecanismos oscuros de compra de plazas que cuando hay un examen abierto a todos.

Si uno hiciera un trabajo sobre el personal que labora en el Poder Judicial encontraría un gran número de parientes. No es que sean mejores, es que han sido históricamente favorecidos sobre quienes vienen de afuera. Aun ahora que el ingreso es por concurso, supongo seguirán ganando plazas en mayor proporción que los ajenos al Poder Judicial, pues se enteran más rápido y están mejor informados de cómo hacerlo. Esto suponiendo que luego no los ayudan sus parientes.

Las grandes empresas privadas mexicanas probablemente son más meritocráticas que el gobierno, pero también suelen darle al parentesco un enorme valor. Ser hijo o cuñado del dueño es mejor pasaporte que tener un buen desempeño y magníficos estudios. El resultado es que no tienen los mejores funcionarios posibles, sobre todo en los niveles más altos.

En todos los países el mérito está distorsionado por la grilla, la corrupción, el compadrazgo. Sin embargo, en México es mucho mayor el peso de esos factores. El mal desempeño olímpico es resultado en buena medida de la falta de un sistema competitivo abierto a todos. No somos los únicos por debajo de lo esperado. A la India también le fue mal. Sin embargo, ellos tienen muchas otras muestras de que sí están siendo competitivos y que saben competir; por ejemplo los exámenes de ingreso a sus grandes universidades, donde cientos de miles compiten por algunos cientos de lugares.

En México aprendimos que importa más a quién conoces que cuánto conoces. Esto sólo se cambia transformando las reglas, como lo han mostrado la mayoría de las empresas internacionales que operan en el país. Éstas suelen ser tan competitivas como en cualquier lugar del mundo, con los mismos empleados mexicanos que son muy buenos cuando las reglas meritocráticas son claras. Cuesta trabajo ese nuevo mundo para quienes viven del compadrazgo y la corrupción, pero es más justo y genera mayores beneficios sociales.

jueves, agosto 21, 2008

Marc Pastor, policía científico

"Las autopsias no son tan repelentes como en ´CSI´".

VÍCTOR-M. AMELA

Tengo 30 años. Nací y vivo en Barcelona. Soy diplomado en Criminología y policía científico en los Mossos d´Esquadra. Vivo con mi pareja de hecho, sin hijos. ¿Política? Estoy en una fase de desgana. Soy ateo, pero espiritual. Recojo muestras de huellas, hago retratos robot...

¿Es usted un Grishom catalán?

Grishom sólo investiga asesinatos. ¡Qué distorsión! Nuestra realidad como policía criminal es otra: los asesinatos son un porcentaje pequeño entre los robos en bares o pisos, los atracos, las agresiones, las violaciones… ¡Esta es la vida real, la que me toca!

¿En qué consiste su trabajo?

Tomo muestras de huellas dactilares en el lugar del delito, fotografío pruebas, grabo en vídeo la entrada policial en registros y detenciones, hablo con víctimas de robos o agresiones y con los datos que me facilitan dibujo el retrato robot del sospechoso...

¿Y asiste a autopsias?

Sí, para tomar fotografías, imágenes útiles para la investigación de una muerte.

¿Hace lo que vemos en la serie CSI?

La analítica de una muestra de ADN necesita semanas, ¡no 45 minutos!: la serie CSI es simplona y monótona, ahí falta vitalidad y emoción, es un diseño de laboratorio.

¿En qué le parece poco verosímil?

Siempre trabajan en penumbra: ¿por qué? ¡Nosotros siempre aplicamos mucha luz! En las autopsias, desde luego. Y en vivo no resultan tan repelentes como en la tele.

¿No?

No, porque cada uno está haciendo lo suyo: uno extrae unos tejidos, otro hierve unos huesos para desprender la carne, otro toma una muestra de sangre, o de piel si es un quemado, o de la garganta si es un ahorcado, y yo fotografío...

Van a lo suyo, sin morbo.

Pero me hizo gracia una escena de CSI en la que, durante una autopsia, salta una rata de dentro del cuerpo...

¿Le hizo gracia por insólita?

¡No, no, por verídica!: nos sucedió eso el otro día con un cadáver ya apergaminado, cuyo tórax albergaba un nido de ratones.

Esto suyo ¿es vocacional?

Mi vocación era escribir. Pero no pude entrar en Periodismo, y opté por diplomarme en Criminología. Ahí conocí a mossos que me animaron a entrar en el cuerpo. Entré a los 20 años... y me ha ido gustando.

¿Qué es lo mejor de su trabajo?

Tratar con la víctima y serle útil. Es gratificante constatar que lo que haces sirve para resolver un caso y satisfacer a la víctima.

Cuénteme un caso.

Me conmueven los casos de violación: converso con la víctima para acceder a los rasgos del agresor almacenados en su memoria... Con ellos voy dibujando el rostro, y en cierto momento la víctima rompe a llorar...

¿Ha reconocido a su agresor dibujado?

Sí. Es un momento ambivalente: sientes a la vez pena por ella y alegría por avanzar hacia la identificación de su agresor... Eso la ayuda a superar su trauma, y me gratifica.

¿No puede un ordenador hacer ese retrato robot?

Sí, pero nunca será tan preciso como hecho por un especialista. Yo sé, por ejemplo, que en una agresión siempre ves los ojos del agresor más grandes de lo que son, y corrijo esa percepción en el dibujo que hago...

Interesante.

Lo único que no olvidamos nunca de un agresor son sus ojos. Y no me refiero a su forma, tamaño o color, sino a una emoción asociada: "tenía mirada penetrante", me dicen, o "tenía mirada de tiburón"... ¡Y debo acertar a dibujar eso!

Además de dibujar, usted escribe.

He realizado mi primigenia vocación de escritor: he narrado la historia de Enriqueta Martí, la vampira del carrer Ponent.

¿Vampira?

Secuestraba niños de la calle, los abría en canal en su piso (en el actual Raval), y con su sangre y grasa elaboraba ungüentos, que le compraban ricos de la Bonanova.

¿Con qué fin se los compraban?

Como remedios para sus enfermedades. Ella había sido prostituta, herboristera, alcahueta de menores... hasta que descubrió que era más rentable convertirlos en pomada. Y emparedaba los restos en su casa.

¿Qué le atrae más de esta historia?

Que refleja una Barcelona tenebrosa, gótica, siniestra, oscura... Y si Londres tiene a su Jack el Destripador,toda una superstar,¿por qué no explotar nosotros a este personaje? ¡También tenemos derecho!

¿Cómo acabó esta mujer?

Tras diez años secuestrando niños que nadie echaba en falta, secuestró a una niña de una familia del barrio. ¡Error!: una vecina la vio a través del balcón. Y la detuvieron. Pero las autoridades taparon el caso.

¿Por qué hicieron eso?

Era 1912, la Setmana Tràgica estaba reciente, y las tensiones sociales eran un polvorín. ¡Este escándalo podía agravarlas!

¿Sufrió condena la vampira?

En la cárcel se pierde su pista. Una hipótesis dice que la lincharon las presas. Otra, que la eliminó un asesino a sueldo de alguno de sus ricos clientes, para protegerse.

Una historia muy novelesca...

Yo veo aquella Barcelona como un western,con sus pistoleros, casinos, caballos, prostíbulos, calles sin asfaltar...

¿Y policías?

No hubo investigación. Invento en la novela a un policía con los medios de la época.

¿Existe el crimen perfecto?

Si existe, no sabemos que existe. Si no llegan a ver a esa niña en su balcón, jamás hubiéramos sabido de los crímenes de Enriqueta. Hoy sólo sabríamos que en esa época desaparecían niños en Barcelona...

Honestidad brutal (II)

Seré un mala leche, obsesivo, amargoso y tal, pero...

a. ¿Qué hizo hoy el brasilero nacionalizado mexicano Leandro Augusto durante el partido que jugó el combinado México-Argentino-Brasilero contra el país de Centroamérica?

b. Y otra, ¿no acaso el gol que falló el argentino nacionalizado mexicano Guillermo Franco es como para que el Instituto Nacional de Migración replanteé su condición migratoria en el país?

c. Afortunadamente pisó la cancha el mexicano nacido en México Pável Pardo para enderezar la nave.

miércoles, agosto 20, 2008

Honestidad brutal

Comentarios previos al partido que disputarán en el Estadio Azteca un país centroamericano contra el combinado de México, Argentina y Brasil por la fase de calificación al Mundial de Sudáfrica 2010.

a. Dicen los que saben de aviación que un accidente como el acontecido hoy día en Madrid nunca viene solo: que siempre son tres en fila.

b. Mañana es la reunión del Consejo Nacional de Seguridad Pública. Ya veremos qué clase de acuerdos puede tomar la clase política de este país para combatir la inseguridad.

c. En las menudencias de esta nueva vida burocrática universitaria, hay una señora que siempre me examina de arriba a abajo con minuciosidad cuando llego y hay otro que se la pasa hablando de sus avatares con los video juegos en versión monólogo hard core.

d. Se acerca el día del concierto de Calamaro en el Auditorio Nacional.

e. Regresando a lo del accidente en Barajas, esto me ha puesto un poco inquieto porque en unas horas mi mujer debe zarpar desde el aeropuerto de Shangai, China, con dirección a nuestra Mesoamérica linda y querida.

f. Digan lo que digan, me siguen gustando los Starbucks. Me joden los cafecitos-orgánicos-culturosos esos que dizque promueven los productos de Chiapas y demás regiones vibrosas. En ese terreno sí me declaró puro, total y absoluto soporte del capitalismo cafetero.

g. Los actos que se montan en la Universidad por equis o ye razón carecen de un elemento crucial: de la categoría fashion. En efecto, cobijados por la ciencia, la cultura, la docencia, la investigación, la autonomía y el libre albedrío la mayoría de los asistentes hacen gala de sus mejores dotes de pandrosidad (aunque le echen ganitas en demostrar lo contrario).

h. Dicen Los Testigos de Pejehová que la tal propuesta de reforma energética ya quedó, que los intelectuales ya terminaron su trabajo y que pronto la darán a conocer. Bendito sea.

i. Sobre el tema de los naturalizados en el combinado México-Argentina-Brasil de fútbol, el portero de las gallinas, Guillermo Ochoa, dijo una gran verdad: que dudaba que los recién llamados hubiesen escogido a México si al mismo tiempo hubiesen recibido una invitación de su país de origen.

j. Y como dijo Calamaro: ¿quién escribirá la historia de lo que pudo haber sido?

Gloria a Pérez

Bueno, ayer mismo decía en este espacio que los del tae-kwon do suelen dar buenas sorpresas cuando todo parece irse directamente al demonio. Y hoy ha sido uno de esos días.

Mientras el país arde literalmente por la inseguridad y el embate salvaje del crimen organizado, mientras los perredistas siguen con sus prácticas premodernas de tomar instalaciones por aquí y por allá (hasta las de su propio partido), mientras 596 mil críos mexicanos copian en sus pruebas ENLACE y aún así reprueban, mientras el alcalde Ebrard dice que sí pero no, mientras hoy han vuelto a incrementarse los costos de los combustibles, mientras las proyecciones de crecimiento económico siguen ajustándose a la baja...

Bueno, mientras todas esas bonitas cosas y más suceden en esta Mesoamérica nuestra, allá en Pekín, China, el muchacho michoacano repartía patadas y volteretas a sus oponentes hasta llegar a adjudicarse el oro.

Anoche vi su primer combate en la televisión. Iba ganando dos a cero. Sin embargo, el británico lo empató antes del final del tercer round. Mmmta, me dije. Otro más que morderá el polvo. Pero no. Logró avanzar a cuartos de final, pero como esos combates ya eran bastante martirizantes verlos en la madrugada opté por saber el desenlace hoy.

Y cual ha sido mi sorpresa que esta mañana, mientras me dirigía a buscar el diario por los pasillos de la Facultad de Filosofía, escuché el Himno Nacional y observé a una buena cantidad de estudiantes fijar su mirada vidriosa en la pantalla. Y entonces vino la buena nueva: por fin México ha logrado colarse a la lista de ganadores de oro.

Ya después vinieron los abrazos, las entrevistas, las conferencias de prensas y toda la turba oportunista nacional, encabezada por el presidente vía telefónica, que se colgará de esta victoria para salvar un poco el honor mexica en Asia. Los más contentos deberán ser los dirigentes deportivos, quienes vuelven a coger un tanque de oxígeno justo cuando las agujas ya se estacionaban en el rojo casi negro de la alarma.

Bueno.


Antes de concluir esta anotación no puedo dejar de incluir lo siguiente: una nota vibrante y emotiva.

Adelante.

Los Rolling Stones reviven a un paciente y fan

Los Rolling Stones han conseguido sacar del coma a un paciente británico con su música.

Sam Carter, un británico seguidor de los Rolling Stones perdió la conciencia después de padecer una severa anemia. Pero logró salir del coma escuchando su tema favorito de la legendaria banda.

Los médicos pronosticaron que el paciente Sam Carter tan sólo tenía un 30 por ciento de probabilidades de sobrevivir y aconsejaron a su mujer, Eva, que le permitiera escuchar su tema favorito, que no es otro que I can?t get no satisfaction.

Tras recobrar insólitamente la conciencia Carter comentó que " tengo más energía y más vida que antes. Yo desearía poder agradecérselo a Mick Jagger y el resto de los Stones personalmente, siento que realmente ellos me han ayudado a despertar".





"Un saludo a mis amigos del Sex D' Bur que siempre confiaron en mí".

martes, agosto 19, 2008

Lecturas

Algo que no me gusta del inicio de clases es que debo dejar de leer cosas culturosas para irme a los textos de política.

En mi buró están varios libros esperando ser concluidos. Tengo uno de Villoro (me gustan sus crónicas, pero sus cuentos son muy regulares, por no decir que bastante malos), uno de Bolaño y otro de Fuentes. El más reciente de Soledad Loaeza no sé por qué se resiste a ser finalizado. También compré otro de un tipo que habla sobre municipios y que es hermano de una ex compañera mía en el Ministerio. Sin embargo, por el momento habrá que revisitar a los viejos y queridos Max Weber, Norberto Bobbio y a uno que otro clásico de Grecia y Roma por lo que resta del año.

En mi agenda llevo una lista de los libros que he leído durante este 2008. Apenas llevo siete y estamos en el octavo mes del año, lo cual indica una efectividad menor a uno por mes. Mal registro, sin duda.

Esto no significa que no lea. Más bien lo hago en cosas efímeras y cotidianas, por ejemplo, en el diario impreso y en los que aún están disponibles por internet. También leo blogs (lo cual creo que me ha hecho bastante mal, aunque ahora he limitado la lista de los que consulto cotidianamente a unos cuantos que realmente me interesan), Letras Libres y a veces Proceso. La Jornada sólo la consulto por sus epígrafes y por la columna de la referida Loaeza. También leo El País, La Vanguardia y el diario en línea del pueblo poblano, el cual está como bastante básico y premoderno, pero es el único que da los chismes casi de manera simultánea a como ocurren en aquellas latitudes.

Una cosa que he notado es que ahora con el coche leo menos. Antes, en el subterráneo y en el autobús podía entretenerme con alguna cosa rápida para leer. Ahora no. Una cosa por otra. En fin.

No me gusta tanto leer en la pantalla del ordenador, pero creo que es algo que poco a poco gana terreno a la manera convencional. Me aterra pensar en los efectos que la luz, la radiación o alguna otra cosa extraña de esa tecnología pueda tener sobre la capacidad visual. Mi papá perdió casi por completo la vista por culpa de la diabetes. Creo que es algo en lo que tengo fijación.

Así las cosas.

Ruby tuesday

Ya deberían terminarse de una vez los Juegos Olímpicos asiáticos. La verdad, no se ve por dónde México pueda salvar un poco ese supuesto honor que se está jugando al competir con sus homólogos planetarios en disciplinas deportivas.

Si no son los uniformes que se rompen o que no cumplen con las especificaciones, son los clásicos derrumbes casi casi en la antesala de la gloria, o bien, las típicas trastadas de que, uups, algo falló, quién sabe qué, pero algo al final del día impidió que nuestra o nuestro atleta pudiera llegar a colarse entre las medallas. El clásico, infaltable, puntual y mexicanísimo arte de justificar las derrotas y buscar responsables por todos lados (excepto en quien realmente tiene la culpa).

Tania Elías Calles, con todo y ese apellido histórico, semi propietario del PRI, falla en vela. Santos, boxeador que se había presentado como imbatible ante un rival de poca monta, falla en su último paso rumbo al bronce. Las arqueras, tan fuertes, tan discretas y tan efectivas, fallan en sus duelos decisivos a pesar de que lograron estar por encima de sus oponentes. El Sr. Éder, como ya hemos analizado en este mismo espacio, falla en caminata porque le dieron agruras. ¿Qué coños pasa?

Y digo esto porque de repente enciendo el televisor y veo que Venezuela --sí, Venezuela, la República Bolivariana dirigida por el expropiador Hugo Chávez-- está jugando volibol de sala alegremente contra las cubanas. Luego, Venezuela --sí, otra vez la Venezuela vinotinto-- compite contra Japón en una especie de beisbol en versión minimí. Y se supone que México es la novena economía del mundo y que pertenece a ese semi-club de los países ricos que es la OCDE.

Sin embargo, no todo está perdido: ahí están aún el muchacho ése que cruzaba el Lago de Pátzcuaro para llegar a su casa y que lo convirtió en un portento del canotaje, y la chica sobreexplotada comercialmente Paola Espinosa en clavados. Claro, también los del tae-kwon do que suelen dar buenas sorpresas.

Argentina ya aseguró plata en fútbol y puede lograr otra en baloncesto. Brasil le ha tomado el gusto a aparecer en el podio. Cuba, bueno ahí ya no hay sorpresa. Ahora Venezuela. ¿Qué pasa?

En fin.

Para finalizar, una imagen que es una belleza en sentido metafórico: un parlamento ardiendo.




El parlamento egipcio consumiéndose en llamas. Fuente: El País.

lunes, agosto 18, 2008

Jacqueline Pascarl, ex princesa malasia

"Me enamoré de la idea del amor ideal"

VÍCTOR-M. AMELA

Tengo 45 años. Nací y vivo en Melbourne (Australia). Hago documentales televisivos y soy cooperante internacional. A los 17 años me casé con un príncipe malasio, que secuestró a nuestros dos hijos, Iddin (25) y Shahirah (22). Mi política y mi fe son los derechos humanos.

¿Cómo fue su boda?

¡El peor día de mi vida!

¿Por qué?

Mi marido quiso casarse al modo tradicional de la corte malasia. Tuve que convertirme al islam, aceptar las reglas de la realeza... Y, durante días, encerrada y casi sin comer, me pintaron, peinaron, engalanaron. ¡La tiara pesaba horrores! Y aquellos imposibles zapatos dorados de tacón alto...

¿Quién era él?

Un príncipe de Malasia. ¿Quiere su nombre completo?

Sí.

Yang Amat Mulia Raja Ahmad Bahrin Shah ibni Yang Amat Mulia Tengku Sriwa Raja, Raja Ahmad Shah.

Jo.

¡Agotador! Se traduce por algo así como Su Alteza Real príncipe Ahmad Bahrin, señor, hijo de... y más y más títulos principescos y honores. ¡Apenas le cabía el nombre en el pasaporte! Yo le llamaba Bahrin a secas.

¿Por qué se casó con él?

Con 17 años, yo venía de una familia disfuncional y sentí que podía tener una identidad, una familia. Bahrin era alto, moreno, atractivo, estudiante de arquitectura... Me enamoré de la idea del amor ideal.

¿Por qué era disfuncional su familia?

Mi padre abandonó a mi madre al nacer yo, y ella padeció problemas psiquiátricos. Me crié con mis abuelos, y hasta los diez años fue bien: estudiaba ballet, escribía poemas...

¿Y qué pasó a los diez años?

Mi madre salió del psiquiátrico y, emparejada con un hombre, me reclamó. Ellos me separaron de mis abuelos, me apartaron y... abusaron sexualmente de mí.

¿Los dos?

Los dos. Dejé de escribir poesía, aplastaron mi alma. Mi único salvavidas era el ballet. A los 16 años reaccioné: le pegué un puñetazo a ese hombre y me liberé.

¿Cuáles eran sus sueños por entonces?

El ballet y el estudio de la historia.

¿Cómo conoció a su príncipe malasio?

Unos amigos míos le invitaron un día a verme bailar en una función de ballet. En seguida se me declaró, me regalaba flores, me pretendía, me llevó de viaje a conocer a su familia a Malasia...

¿Muy ricos?

Sí: el estado de Terengganu, del que su difunto abuelo fue sultán, tiene gas y petróleo. Seis meses después nos casábamos, y en la boda me regaló montañas de joyas, 27 bandejas llenas de regalos carísimos, y hasta la maqueta de una casa hecha con billetes de dólar... Derroche y mal gusto. ¡Y un pastel de tres pisos, amarillo..., que estaba rancio! Esa boda era premonición de que mi matrimonio sería un infierno, y no supe verlo.

¿Por qué un infierno?

Cuándo íbamos a Australia él se comportaba como un occidental, encantador, dúctil, abierto, festivo, bebía alcohol... Pero en casa, en Malasia, era rígido, intransigente, estricto, fundamentalista. ¡Era dos personas en una, algo tan esquizofrénico que llegué a dudar de mi salud mental! En Malasia cualquier actitud mía le enfurecía...

¿Y usted qué hacía?

Yo me esforzaba por agradarle, por no defraudarle, por estar a la altura de lo que quería de mí..., pero no hacía más que disgustarle, y su enfado crecía: empezó a pegarme...

¿No se rebelaba?

Las que hemos recibido maltratos y abusos de niñas lo hacemos todo por agradar.

¿Cuál fue su peor momento?

Estaba a punto de parir a nuestra segunda hija, y me apaleó con la barra de la cortina, me rompió la nariz, me quebró la espalda. Conservo la imagen de la luna llena en la ventana y él llorando en el suelo, pidiendo perdón. El arrepentimiento duró diez días…

¿Cómo acabó?

Lo más doloroso fue enterarme de que se había casado con una cabaretera: al casarnos prometió renunciar a la poligamia...

¿Cómo reaccionó usted?

Poco después de nacer Shahirah, mi marido me dejó volar con mis hijos a Australia porque mi abuela agonizaba. No pensaba en huir, no me llevé ni una joya ni nada...

Pero... ¿huyó?

Un amigo allí me puso ante el espejo y me dijo: "Mírate y dime si quieres que tus hijos tengan por modelo una persona así". Fue un shock: ahí decidí no regresar a casa.

Bien hecho, claro que sí.

Trabajé en lo que pude y viví modestamente con mis dos niños, entre amor, juegos y mimos: ¡aquellos siete años fueron los siete años más felices de mi vida!

¿Por qué sólo siete?

Porque siete años después, Bahrin logró secuestrar a los niños y llevárselos a Malasia, donde me declararon delincuente: si iba allí, sería encarcelada. Sin mis niños creí morir, me sentí como una manzana a la que le arrancan el corazón. Durante catorce años, mi marido no me ha dejado ni hablar por teléfono ni por carta con ellos...

¿Los ha recuperado?

Luché por recuperarlos, y con la mayoría de edad han podido viajar y nos hemos reencontrado. ¡Ahora soy feliz! Sufrieron lejos de mí, y hoy van y vienen: yo no les prohíbo ver a su padre, para no ser como él.

¿Qué huella le queda de esa vivencia?

Trabajo en Care International, ONG al cuidado de niños. ¿Sabe que 30.000 niños son secuestrados al año por uno de sus padres? Es un dolor desgarrador que colaboro en paliar y combatir.


En el trono

Es menuda, tiene cuerpo de bailarina, rostro de muñeca y expresivos ojos azules en unas facciones orientales, resultado de antepasados franceses e ingleses y un padre chino. Sufrió una turbulenta infancia, y se redimió en un trono de princesa malasia. Se casó con un traje rojo sangre, el mismo color que viste esta mañana - "me sienta bien", me dice-. Pero el príncipe azul siempre sale rana: Jacqueline padeció maltrato y luego el secuestro de sus hijos. Sobrevivió a todo eso luchando y volcando su vida en la ONG Care International, con la que viaja a zonas de conflicto de todo el mundo para ayudar a los niños, como explica en su autobiografía Desde que fui princesa (Booket).

domingo, agosto 17, 2008

NaHCO3 + HCl → NaCl + CO2 + H2O

Los que me conocen y los que leen esta bitácora saben que hace aproximadamente 10 meses fui intervenido quirúrgicamente para que me realizaran una funduplicatura de Nissen que aliviara un problema de ERGE (reflujo gastroesofágico) que arrastraba desde hace un buen tiempo.

Este padecimiento se caracteriza por la incompetencia del hiato, lo que ocasiona que los ácidos gástricos que se producen en el estómago pasen sin control hacia el esófago y, en ocasiones, hasta las vías respiratorias. Lo anterior tiene severas consecuencias en la salud de los individuos porque puede devenir en un Esófago de Barret (condición pre-cancerígena de ese conducto), o bien, en un escenario catastrófico como puede ser una muerte por broncoaspiración de los jugos gástricos.

Sin embargo, la principal y más común molestia se centra en la acidez originada por el reflujo patológico, la cual lleva a un cambio drástico de hábitos como esperar de dos a tres horas para dormir después de cenar (y eso si se puede cenar), en hacerlo de manera no horizontal (hay gente que duerme sentada o que lo hace con muchas almohadas), en moderar la dieta y en aguantar la terrible sensación de ardor en las entrañas a cualquier hora del día y ante cualquier ingesta de alimentos y bebidas.

Bueno.

Toda esta pequeña introducción clínica se debe a que, hace unos días, nuestra esperanza de medalla olímpica en caminata de 20 kilómetros, Sr. Éder Sánchez, justificó su derrota en Pekín con el argumento de que un día antes comió algo que le cayó mal y pues que le dio agruras...

(Las agruras, no está por demás decirlo, son el equivalente mexicano de la acidez).

Muy bien.

En efecto, las agruras son molestas: te joden la existencia y, como bien apunta un promocional farmacéutico en la televisión, ocasiona que medio comas, medio duermas, medio vivas. Quizás aquí habría que anexar ahora que medio compites en Juegos Olímpicos.

Pero...

Ante esta situación mi primera pregunta es, ¿qué no se supone que un atleta olímpico debe cuidar su alimentación, principalmente un día antes de la competición para la cual te has preparado casi cuatro años, y por lo tanto no debe atiborrarse de picantes justo a unas horas de comenzar?

Y mi segunda y última pregunta es, ¿qué acaso nadie de la delegación mexica, tan acostumbrada a la ingesta indiscriminada de picantes, grasas e irritantes en su dieta cotidiana, sabía o sabe de la existencia de múltiples medicamentos para contrarrestar los efectos nocivos de la acidez, o dicho en lenguaje Ederiano, de las agruras?

Aquí, desde esta humilde trinchera burocrática, desde la Ciudad de México y desde el fondo de nuestra hernia hiatal aplacada con la técnica del Sr. Nissen, quiero hacer una breve --pero sustanciosa-- aportación a la historia del olimpismo mexicano al dar una lista de medicamentos que, dadas las circunstancias, nos ayudarán a conseguir bronce, plata o quizás hasta oro en próximos actos deportivos planetarios.
Todo sea por dejar de escuchar esas justificaciones estúpidas de nuestras derrotas vergonzosas.

Adelante.




Facidex.

Melox.

Melox Plus.

Leche de magnesia Normex.

Pepto Bismol.

Alka-Seltzer.

Sal de uvas Picot.

Ranitidina.

Durak.

Pantozol.

Prazolan.

Nexium-Mups de 20 mg.

Nexium-Mups de 40 mg.

Loseca 10.

Loseca 20.


(y otros que ya no alcancé a probar, pero que existen en el mercado...)




viernes, agosto 15, 2008

Blogueando bajo la lluvia

Viernes por la tarde. Tranquilidad total. Espera a que el tiempo pase rápido y podamos coger nuestras cosas y largarnos a hacer el fin de semana.

En la computadora suenan los Pixies. Afuera el antecedente del Diluvio Universal versión 2 se deja sentir por el sur de la ciudad. Un dedo de la mano izquierda me duele. El motivo: fui a jugar volibol por primera vez en las canchas que montan los viernes aquí en Ciudad Universitaria que, como ustedes saben, y si no lo saben pues ahora ya lo saben, es Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Bueno. Entonces decía que por andar haciendo acrobacias extrañas para alguien de 32 años, ahora padezco un pequeño --pero molesto-- dolor en mi dedo meñique izquierdo. Creo que prefiero el ping-pong (o tenis de mesa para los puristas).

Mi estado de ánimo cambia conforme lo hace la selección aleatoria de iTunes. Empecé energético con los Pixies, luego bajó por Nick Cave and The Bad Seeds y ahora vuelve a subir de tono con Iron Maiden.

¿A quién le interesa todo esto? A nadie. Pero como para eso están diseñados los blogs, es decir para escribir cosas que a nadie interesan más que al propio autor, pues uso mi pequeño espacio en la red.

Tal cual.

Archivo de casos reales

1.- La indignación por los incontrolables índices de criminalidad en México surgida a raíz del asesinato del joven Fernando Martí me parece totalmente comprensible. Sin embargo, ¿por qué tuvo que suceder sólo ante la muerte del hijo de un empresario conocido? Es decir, ¿qué hay de toda esa gente anónima que lo ha experimentado y de sus familias que no poseen la posibilidad de aparecer en los medios para denunciar su sufrimiento?

2.- Hubiese preferido que Britney Spears tuviera un destino más trágico, algo acorde a la formación de una leyenda de la decadencia occidental. Ahora que la veo aparecer con bastantes mejorías tanto en su mente como en su cuerpo me decepciono. No tardará nada en regresar a los escenarios y volver a triunfar, en recuperar la confianza de la gran familia anglosajona y mundial, en ser un ejemplo para las jovencitas que buscan triunfar en la vida. Un éxito más de la clase media norteamericana que tocó el abismo. Al rato su vida será llevada al cine.

3.- El PRD es el partido el futuro. Lo de ellos es afirmar con pasión que van a presentar muy pronto planes y programas de todas las envergaduras e importancias. Sin embargo, nosotros, los mortales, nunca sabemos bien a bien cuándo llegará ese venturoso día del mañana anhelado. Ahí está, por ejemplo, su iniciativa de reforma energética, la cual han anunciado con bombo y platillo durante meses, pero de la cual sólo se sabe que se sigue maquinando en algún oscuro escritorio de sus oficinas burocráticas. Ahora han anunciado que están alistando su plan contra la delincuencia. Ojalá lo veamos con nuestros propios ojos algún día.

4.- Apareció un libro que se llama Grandes Hits, Vol. 1 / Nueva generación de narradores mexicanos (Almadía, 2008). En Letras Libres hacen este comentario: "en el título no hay parodia, sino un intento de apropiación de otro código, al considerar exiguo el literario. Además, Tryno Maldonado, el 'editor' (en castellano se dice, vaya pasatismo el mío, 'compilador'), confunde lo literario con lo actual: 'ésta ha sido la primera generación que recibió buena parte de su educación sentimental del plástico de una computadora, que fue arrullada con la televisión y entretenida con el joystick de un Atari o de un Nintendo'. La pregunta es: ¿y eso qué?".

5.- La obtención de la medalla de bronce por parte de las clavadistas desinfló un poco la tensión y la angustia por conocer si el país iba a lograr algo en estos Juegos Olímpicos. Bueno, ya cayó una. Pero después hemos regresado a la incertidumbre. La gente de tiro con arco iba muy bien y, de repente, se perdió. No fue carencia de técnica, ni preparación, ni equipo. Simplemente fue un bajón mental que ocasionó perder la concentración y la fe en que un mexicanito puede ganar. El clásico eterno pasito que nos falta para trascender. La esperanza se pone ahora en el marchista, en el boxeador y en la clavadista (¿hemos avanzado algo en los últimos decenios?).

6.- El "Sacapuntas" de hoy en La Jornada merece ser reproducido aquí: "un luchador sueco tiró su medalla de bronce... lástima que no hubo un mexicano cerca".