miércoles, junio 15, 2005

Los caminos de la vida

A veces uno piensa que todo es para siempre y ese es un término imposible de cumplir. No es que uno no tenga ambiciones pero en esta vida burocrática empiezas por acostumbrarte a las cosas cotidianas: realizar un oficio, aprenderse un trámite; entrar a las diez y salir a las nueve; salir a comer a las tres, buscar la fonda más cercana o los tacos o el mercado -siempre hay un mercado; convivir con los compañeros de oficina y hacerte su camarada; aguantar las ocurrencias del jefe y hacer lo imposible para cumplir tu cometido; regresar cansado y desmotivado a casa y tratar de olvidarse del trabajo para disfrutar lo poco de vida propia que le queda a uno. Ese es el servicio público rutinario.

Pero bien dicen que no hay mal que dure cien años, en mi caso duró sólo siete, los que llevo en este ministerio y en toda la administración pública. Llegó mi momento, como a Santiago, a Calderón, a Barrio y como le llegara a AMLO, me separo del servicio público, de momento, porque QUIERO SER PRESIDENTE...



--0O0--

No es cierto, sí me voy a una consultaría en mi materia, que es la jurídica, y en poco tiempo me reintegraré al sector público, ahora en el Poder Judicial Federal, desde ahí espero seguir aportando algo a este buró virtual.

No me despido, porque no voy a ningún lado, ni dejaré de colaborar, simplemente cambiamos de aires, yo creo que para bién.

Mientras tanto, lo único que extrañaré de mi función que hoy dejo son los amigos y camaradas que a lo largo de estos años me he agenciado. Es la ganancia por estos años de servicio, sabemos que la APF es una maquinaria en la que nadie es indispensable, pero la relación humana, inevitable entre sus miembros, se cuece aparte, ya lo dijo el maestro Weber desde un principio, el factor humano es la debilidad de este mecanismo (o algo parecido, espero que me de a entender).

En especial, debo confesar, extrañaré las conversaciones con mi camarada Weber, ahora serán más útiles estos medios. También tendré que acostumbrame a las caras y a las dinámicas nuevas, no me voy a un parque de diversiones, de hecho creo que habrá más carga de trabajo, pero del que me gusta (y también mejor paga, cosa que tambièn me gusta). En este oficio siempre hay riesgos y hay que asumirlos.

Como una curiosidad, les relato las reacciones a mi despedida. El jefe, políticamente correcto, me dijo que era una gran pérdida para la institución; mis amigos, en general me felicitaron y desearon para bienes; gente de otras áreas con las que trabajaba, se mostraron sorprendidas y trataron de sacar los pendientes que teníamos; pero hubo personas que hasta ese momento conocí realmente quienes eran, que se mostraron contrariadas, cási me preguntaban que porque yo sí y ellas no, quisieron datalles e infundirme miedo, me pidieron que si había un lugar para ellas les hablara, que siempre habían sido mis amistades. Yo simplemente les respondí que como no, que me hablaran el viernes para ir a los pozoles, que nos veíamos para cenar y afinar detalles, que ahí nos vemos.

Queridos tres lectores, espero que ustedes sí nos sigan leyendo y recibir sus tags y comentarios, ya dije que no es una despedida y espero que no lo parezca, por eso no cumplí con el ritual burocrático de convocar a una comida tipo la última cena, de decir unas palabras, ni de recibir los conocidos parabienes: nunca cambies, vales mil, nos hablamos: Aborrezco esos convencionalismos, prefiero lo anticlimático.

Justiniano