martes, noviembre 30, 2004

Cosa curiosa: el jefe no está y todo es felicidad. Las caras de los subjefes se notan relajadas, alegres, juguetonas. Hay como un ambiente festivo en el aire. La gente llega a la hora que piensa que es la adecuada para llegar y se va cuando considera que ya ha sido suficiente burocracia en el día. En suma, todo es felicidad. La paz y la armonía reinan en estos pasillos. Por supuesto, es falsa, pero no importa si es tangible por algunos momentos.

Ojalá así continuaran cuando vuelva nuestro innombrable particular y se esfumaran los rostros y esfínteres comprimidos por la incomodidad...


PS. Por cierto, como bien apunta un colega mío: la gente que te habla normal y sin aspavientos aún en los peores momentos es la que verdaderamente vale la pena. Aquellos que sólo cuando se sienten bien quieren acercarse y hacer bromas y tal, evítalas, huye de ellas. A menos que quieras tener alguno que otro desencanto.