viernes, abril 01, 2005

El Día D

Vaya país.

Ayer veía y escuchaba hablar a José Luis Rodríguez Zapatero durante su gira por Venezuela y le dije a mi esposa, bueno, no es que yo esté a favor de este baturro, pero cuando escuchas a hablar a esta clase de presidentes y lo comparas con el nuestro no queda sino un sentimiento de impotencia y pena ajena.

Es decir, mientras el español y otros del orbe --e incluso del subcontinente como el presidente de Chile, Lagos-- se expresan puedes notar cierto halo de hombre de Estado, de hombre de sistema, ciertos chispazos de estadista, de líder, de dirigente político. En contraste, en un radical contraste, cuando Vicente Fox abre la boca lo hace sólo para decir estupideces o para demostrar una y otra vez su limitada capacidad intelectual. Para no ir más lejos, el ejemplo de ayer: ahí está el guanajuatense celebrando que en México hoy en día dos de cada tres sean "emprendedores con iniciativa propia", como "taqueros, taxistas, artesanos". Una clara apología del ambulantaje y de la changarrización. Por eso no dejaré de decir que Fox es sólo un presidente municipal (y de un municipio muy retrasado) en Los Pinos.

Yo no voté por él, pero no por ello negaré que me dio mucho gusto que haya derrotado al PRI en las urnas por primera vez en siete décadas aquel julio 2 de 2000. No seré de los que dicen "desde el principio supe que era un imbécil". No. Al inicio, como muchos mexicanos, confié en él, le otorgué un voto de confianza y esperé que nos cerrara muchas bocas al montar una administración eficiente. Démosle unos años, pensé, no puede hacer cambios radicales en escaso tiempo, menos con la enorme burocracia priísta que heredaba en las dependencias federales.

Pero el asunto es que, luego de cuatro años, no se vé por dónde pueda mejorar no sólo su mandato, sino él mismo. Vicente Fox es un tristísimo caso de ineficiencia, radicalismo alocado, provincianismo y cerrazón. Por supuesto él no tiene toda la culpa. Pero él es el dirigente, por lo tanto en él deben cargarse la mayor parte de las responsabilidades. Nadie lo obligó a buscar la Presidencia. Nadie, dudo que siquiera Dios en algún arranque de mesianismo, le haya enviado el mensaje de que la Nación Mexica lo necesitaba.

Ojalá Fox no pase a la historia como el peor presidente mexicano de la historia contemporánea. Y no lo digo por él mismo, sino porque no quiero que le abone el camino y le ponga la alfombra roja a los priístas que ya se relamen los bigotes para entrar en caballo de Hacienda a la Administración Pública Federal una vez más a partir del próximo año.

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En otro tema, hoy es el Día D para López Obrador. Como él mismo afirma, ojalá ya se cumpla lo que todos sabemos que sucederá y nos dejemos de repetir la vieja sentencia de ahí viene el lobo: que la Sección Instructora dirá que sí procede el desafuero del Jefe de Gobierno con una votación de tres a uno.

Ayer Aguilar Camín dijo una buena frase al iniciar su programa de televisión: a los mexicanos hoy nos toca elegir entre perder y perder. Así es, el asunto se ha vuelto un embrollo tan complicado que ahora ya no habrá un ganador o un perdedor fácilmente identificable. Todos vamos a perder, sobre todo el país y su democracia de bambú.

Pero, por Dios, ¡que ya suceda!

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El Papa agoniza. La verdad uno no deja de sentirse mal por el anciano enfermo que vemos en la televisión sufrir. Yo soy católico, pero no por ello dejaré de estar consciente del peligro que puede ocasionar la religión al extremo. Por ello me llama la atención el tema: ¿en manos de qué buitre podrá quedar la Iglesia luego de aproximadamente 30 años de cierta --cierta he dicho-- apertura?