martes, diciembre 20, 2005

Día F

Pongo a Interpol en el iTunes para comenzar este día que ya lo imagino con todo y sus detalles desde ahora. A las 11 horas habrá un intercambio de regalos organizado por una secretaria de la oficina. La típica secretaria que realmente no hace gran cosa durante todo el año, pero que al momento de montar el negocio de los buenos deseos y la socialización por el fin de labores es la más entusiasta de todas. ¿De dónde sacará esa súbita energía? Para 2005 se tratará de intercambiar tazas. Tazas normales, para beber café o agua o té o leche o lo que sea. Las regalaremos aderezadas de lo que cada quien quiera poner en su interior, desde dulces hasta dinero o lo que se te hinche los cojones. Claro, como toda buena celebración organizada por secretarias habrá una especie de "concurso", que en esta ocasión será relativo al mejor envoltorio del asunto. Es decir, si traes tu taza y además le pones no sé cuántos adornitos, igual y te llevas algo extra a casa. Wow. Déjenme ir a buscar algo para tener la taza más original de la comarca, permítanme...



Ya, gracias.




A mí me ha tocado un tipo que nunca me ha caído bien, pero que a últimas fechas nos saludamos y todo muy normal. Jamás lo he visto meterse una taza de café, de hecho, creo que ni de agua. Tiene dos empleos y arriba a esta oficina alrededor de las 13.00 horas. Llega, habla con media humanidad, garabatea algo en el ordenador y así se la pasa muy tranquilo. Entonces, como no toma café, mejor le he comprado un tarro de cerveza y lo he rellenado de paletas de --adivinaron-- tarro de cerveza. Una bolsa alusiva a una botella de algo y sanseacabó. Ahí está mi gran regalo de fin de año. Espero a conocer quién será la o el encargado de darme mi súper taza que sustituirá a la Azul y Oro que tengo en mi cajón.

Luego, un poco más tarde de este gran evento, vendrá el brindis de fin de año de la Dirección. Otro viejo ritual que se cumple año con año. La particularidad de este acontecimiento es que este será el primero que afronte sin la presencia de mi colega el buen Paco. De hecho, esta celebración se había vuelto especial porque, desde 2003, comencé a hacer predicciones a la mitad de dicho brindis. Recuerdo que la primera fue algo así como "esta será la última vez que brindemos aquí"... y se cumplió. Claro, se llevó a cabo porque al siguiente estaban remodelando nuestra área y tuvimos que hacerlo en otra. Para 2004 sentencié que sería el último brindis en el que estaríamos ahí los dos y... también se ha cumplido, ya que ahora mi colega lo hará en alguna oficina llena de abogados democráticos. ¿Cuál será la predicción para 2006?

Los brindis de fin de año siempre son aburridos. Todos se reúnen como en un semicírculo después de dudarlo no sé cuántas veces y ahí esperan a que otros hablen o tomen la iniciativa. La mayoría llega con cara de felicidad fingida y lo único que desean es que terminen los discursos y las bromas de ay-cómo-soy-ingenioso con el fin de atacar la provisión de vino o viandas que hayan provisto para la ocasión. Espero que en este año ya se haya superado un poco la austeridad republicana de 2004, por la cual sólo nos dieron unos vasos con refresco y tacos de canasta. Ojalá para este año hayan comprado aunque sea unas botellas patonas de Padre Kino que alteren un poco la cabeza, deshiniban y sirvan de sedante para soportar esa media hora de diplomacia a ultranza. Desconozco quién vaya a ser el orador oficial que dé el cerrojazo a las actividades de este año. No tenemos Director General y la que está de encargada pues, como que si la quieren, pero no tanto. El misterio se despejará en dos horas y media.

Como si esto no fuese poco, a las tres de la tarde está programada la comida de fin de labores de la Dirección. Ojo, no confundir con el evento próximo anterior. El acto de las 13.30 será "el brindis" y el de las 15.00 "la comida". Es decir, en uno nada más se levantará la copa y se dirá ay sí, qué bonito, ya pasó un año más y todos bien felices y contentos, y en el otro todos nos avalanzaremos sobre el buffete del Hotel Fiesta Americana Reforma. El numerito aquí sí ya tiene un costo, lo que implica una especie de filtro social. A diferencia de los dos anteriores, aquí todos los que quieran asistir deberán desembolsar 159 pesos para tener derecho de piso.

Por esta razón hoy todos hemos venido vestidos "para la ocasión". Me refiero a que hasta las secretarias más fachosas se han sacado el traje sastre del armario para estar a la altura de las circunstancias. Me llama la atención el hecho de que mucha gente se súper emociona con estos actos protocolarios, como si en verdad fuese una fiesta dedicada a ellos. Más bien es algo que se debe hacer aunque no nos apetezca del todo. Me refiero a que si preguntásemos a cada uno de los empleados lo que quiere para este fin de año, imagino que la respuesta sería: irme de vacaciones AHORA. Claro, hay gente a la que le encanta socializar y andar del tingo al tango dizque organizando y pasándosela bomba. A mí, como ustedes ya saben, todas esas reuniones en las que tengo que convivir con más de tres personas al mismo tiempo me dan prurito. Pero como es necesario estar ahí, pues qué remedio, ¿no?

Por extraño que parezca, todas estas celebraciones no han superado en número lo que se vivía en el pasado en esta trinchera de la Administración Pública Federal. En efecto, a pesar de que tendremos tres actos carnavalescos casi simultáneos, antes el asunto daba para más. Recuerdo que el primer año que estuve aquí (el ahora ya lejanísimo 1997, cuando tenía apenas 21 años) hubo comida de la Subdirección, comida de la Dirección y fiesta de todo el conjunto del Ministerio. Además, aún permanecía con fuerza la idea del Welfare State porque a todos los burócratas nos dieron una vaporera (que más bien parecía el traste donde las madres calientan las mamilas de sus hijos), una vajilla y un pavo Parsons. Wow. Yo apenas tenía un mes y medio de haberme integrado al funcionariado público y el generosísimo Estado mexicano me daba todas estas prestaciones. Quizás por eso me he quedado aquí tanto tiempo, todo con el fin de retribuirle un poquito a mi Patria lo que me ha dado a manos llenas.

En aquella ocasión la fiesta del Ministerio se llevó a cabo en lo que ahora se conoce como Pabellón Cuauhtémoc y que a finales de la década de 1990 era simplemente Exhibimex. Hubo no sé cuántos grupos y matanceras, baile y comida a rabiar. Además, como suele suceder en este tipo de celebraciones, se repartieron boletos a la entrada que te daban derecho a participar en esas rifas extrañísimas en las que nunca ganas nada, a pesar de que haya como 17 mil regalos que van desde el súper auto del año hasta el mondadientes de aluminio con tus iniciales grabadas.

Sin embargo, los tiempos cambiaron y de repente fue mal visto andar derrochando el dinero público en fiestas privadas. Así que, desde entonces, lo único que te llega de felicitación es una postal muy chafa de Vicente Fox por el correo institucional en la que te dice que le eches hartas ganitas y que México es esto y aquello y que ya cambiamos y que hay que seguir en ese rumbo y bla bla bla. Basura mediática. Algo que ya editorializó con bastante vehemencia el tal Roñas al ponerle cuernos al presidente de este municipio grandote de Mesoamérica. Mucho más basura porque no sólo la firma el guanajuatense, sino también su odiosísima esposa protagonista. Joder.

En fin, este es el Día F (de fiestas) y habrá que hacerle frente. Es casi el último escalón antes de salir de vacaciones, bueno, en mi caso no habrá vacaciones porque he pedido muchos días por el asunto de mi madre, los cuales tendré que reponerlos --precisamente-- en estos días de asueto. Pero, bueno, el sólo hecho de no tener que ver a todos estos que me rodean en la oficina será para mí un buen regalo de fin de año.

Escribo por la tarde o antes si sucede algo muy importante.

Así sea.