jueves, mayo 17, 2007

De tráfico de influencias, novias, calcetines, estacionamientos y algo más

Paul Wolfowitz, aún director del Banco Mundial, está a punto de dejar el cargo por un escándalo que nada ha tenido que ver con la calidad en su desempeño. Más bien lo que se le achaca es haber utilizado su cargo para beneficiar a una coleguita suya --entiéndase su novia-- por la vía del ascenso y el aumento salarial.

Muy bien. Eso está muy bien. Imagino cuántos funcionarios mesoamericanos no deberían haber sido ya echados de sus puestos por las mismas acusaciones. De hecho, no sólo la parte burocrática de la administración pública, sino la privada también. ¿Quién no se ha enterado de algún tipo de prebenda otorgada por un personaje importante a alguien que antes no lo era tanto? Ascensos, mejores ingresos, equipo de cómputo privilegiado, información confidencial crucial, pases de estacionamientos o de comedores empresariales, exenciones de tarjetas checadoras, choferes, en fin, todo un largo y extenso catálogo de pequeños y grandes lujos que hacen la diferencia entre los que se supone son iguales entre los iguales.

Pero, no vayamos tan lejos. Veamos.

Aquí, en mi edificio (porque ahora escribo desde mi piso en Álamos), resulta que una cosa súper codiciada son los cajones de aparcamiento. Mi vecino tiene dos coches. Uno sí tiene espacio, digamos, "normal". El otro debe ser rentado, so pena de tener que a) dejarlo en la calle o b) buscar una pensión, las cuales también son bastante escasas en esta zona del planeta.

Bueno.

El que hasta hace unos usaba de manera cotidiana le fue requerido por las dueñas del piso respectivo. Y, ¿qué ha pasado? Claro, que ya tiene otro. Algo extrañísimo porque para cualquier vecino que no forma parte del Comité de Vecinos (como él), pues le hubiese llevado, al menos, varios días o semanas en lograr dicha hazaña.

No es que esté pensando en un uso de información privilegiada para beneficio personal (no, para nada...). Lo que estoy planteando es la posibilidad de que así haya sucedido.

En fin.

El buen Paul ya tendrá tiempo de zurcir esos calcetines con agujeritos que tan mal lució durante su pequeño y controvertido paso por el BM.

Y mi vecino ya se ahorrará el tiempo de caminar desde la pensión de coches más cercana a su piso.

Como dijo el burócrata universal, en todos lados se cuecen habas.