jueves, agosto 02, 2007

AVRAM HERSHKO. PREMIO NOBEL DE QUÍMICA 2004

"Laboratorio pequeño, descubrimiento grande"

LLUÍS AMIGUET

Tengo 69 años y la misma creatividad que a los 29 y mucho más juicio, aunque un poco menos de memoria. Nací en Hungría, pero emigramos a Israel, donde sigo investigando. Casado 45 años con mi mujer: ¡está tan guapa! No hablo de política, sólo de ciencia. Soy judío practicante de la tradición más que de la fe: la gente necesita normas.

No me gustan los grandes laboratorios ni los grandes presupuestos para investigar: yo apenas tengo cuatro investigadores en mi equipo...

- Lo pequeño es más grande.

- Sobre todo es más eficaz. Yen Israel, además, a veces no hay más remedio, porque las prioridades presupuestarias son para defensa y no para investigación...

- Por motivos obvios.

- Pero eso es una ventaja porque, como yo no tengo que pagar a mucha gente, puedo dedicar mi tiempo a investigar y no a buscar el dinero para retribuir a mi equipo.

- Habrá proyectos que requieran gente.

- Pues a mí el tener que hacerlo casi todo yo mismo me permite tener controlado todo el proceso de investigación, que, como sabe, está basado en la verificación de hipótesis y en el acierto, error...

- Puro empirismo.

-... Si tú participas directamente en casi todo, es mucho más fácil descubrir lo que puede haber ido mal. Y si todo ha ido bien y sigue fallando, entonces es la premisa la que falla, pero lo compruebas tú mismo todo.

- ¿Cómo elige a sus colaboradores?

- Elijo a los que sepan decirme que no.

- Pues eso no suele gustar a los jefes.

- A mí me parece imprescindible: detesto a los sí señor. Para darme la razón siempre ya me tengo a mí mismo; lo que aprecio es que me lleven la contraria, pero con fundamento; que me hagan pensar... Ésa es la principal virtud de los buenos júniors, que no dan nada por aceptado y que plantean nuevas preguntas a las viejas certidumbres.

- ¿Qué más les pide?

- Que tengan iniciativa; que no esperen a que yo les dé órdenes, sino que me sorprendan con sus propias y nuevas ideas, y que tengan más ganas que yo todavía de investigar.

- Los jefes suelen preferir los obedientes brazos ejecutores a las cabezas pensantes.

- Tal vez, pero yo hago investigación: necesito preguntas, no que me den la razón.

- ¿Alguna vez se pelean en el laboratorio?

- Llevo más de treinta años investigando y sólo en una ocasión ya hace décadas se liaron a bofetadas mis estudiantes y fue por política. Desde entonces, en mi laboratorio, jamás se habla de política. Lo tengo prohibidísimo y yo mismo no me permito nunca emitir una opinión al respecto.

- ¿De qué hablan?

- A menudo tenemos posiciones encontradas en ciencia, pero eso es estimulante y a mí me gusta escuchar.

- ¿Por qué le dieron el Nobel de Química?

- Por el descubrimiento de la degradación proteínica mediada por la ubiquitina. Fue un premio Nobel compartido con Aaron Ciechanover e Irwin Rose.

- ¿En qué consiste su descubrimiento?

- Han sido treinta años de experimentos y de tozudez: cuando empecé, todo el mundo estaba convencido de que el futuro estaba en investigar la síntesis de las proteínas.

- Menos usted.

- Yo creía que la degradación de las proteínas explicaría muchas cosas.

- ¿Por qué?

- El mapa de la vida está en el ADN, pero los bloques con que se construye son las proteínas. Las proteínas son el motor de la vida y están hechas de esos bloques que se encajan como en un gigantesco Lego viviente.

- ¿Y qué aportó usted?

- En ese ensamblamiento de bloques, a menudo se degradan las proteínas, y si esas proteínas defectuosas no se sacan, pueden matar a las células; ese proceso está en el origen de muchos cánceres y de las enfermedades neurodegenerativas.

- Parece todo muy teórico.

- Pues ya he tenido la enorme satisfacción de recibir el agradecimiento de enfermos de cáncer de médula, que han sido tratados con medicinas basadas en este descubrimiento.

- A sus 69 años... ¿Ha perdido...

-... ¡Oiga! ¡Que yo soy joven...!

-... filo intelectual?

- ¡Y sigo teniendo nuevas ideas!

- ¡Estupendo!

- Mi creatividad es tan buena como era a los 30 años y, además, he ganado en juicio, en capacidad de discernimiento...

- ¿No ha perdido nada?

- Algo de memoria para algunos nombres, pero con el ordenador o simplemente un buen cuaderno de notas, no hay problema.

- ¿Sigue investigando en lo mismo?

- Sí, pero, tras el Nobel, en otra dirección: ahora me concentro en la división celular y cómo le afecta la degradación de las proteínas. Creo que puede ser muy útil para entender algunos cánceres. Como sabe, lo que llamamos cáncer en realidad son muchas enfermedades diferentes que agrupamos arbitrariamente bajo esa etiqueta.

- ¿Qué le gustaría descubrir?

- Necesitamos una teoría general de la mente humana, pero basada en datos empíricos, y, por lo tanto, mucho más experimental que las que se nos proponen.

- Eso llevará décadas.

-... Y luego me fascina cómo de una sola célula se llega a un bebé humano: sabemos muy poco sobre ese mecanismo y, si supierámos más, podríamos solucionar muchísimos problemas.

- ¿Cómo llegó a Israel?

- Llegué de niño con mi familia, huyendo del holocausto en Hungría. En un par de meses, los nazis acabaron con dos tercios de los judíos húngaros. Mi familia tenía que ir a Auschwitz, pero nuestro tren por algún designio superior acabó en Austria y pudimos huir. Y en Israel aún hablo yiddish, cuando no me sale un experimento, grito: ¡Gournish!

 

MÁS TODAVÍA

Entre tanta plañidera investigadora que excusa falta de resultados pidiendo más y más recursos, resulta refrescante escuchar cómo Hershko, premio Nobel de Química, convierte la necesidad en virtud ante los doctorandos del Campus de Excelencia en Fuerteventura: su pequeño laboratorio israelí, con apenas media docena de investigadores, ha resultado ser más grande en logros que otros centros estatales donde, por la dinámica acumuladora de toda casta funcional, siempre parece faltar gente y presupuesto. Y no es que Hershko se vanaglorie de haber conseguido más con menos, sino que, como explica con detalle, su pequeñez es su mejor ventaja. A sus casi 70 años, Hershko en lugar de pedir se dispone a dar más todavía.