viernes, julio 27, 2007

La publicación del viernes

A veces, como hoy, siento que tengo muchas cosas por decir y que al final no acabo por mencionar ninguna.

Quiero, por ejemplo, poner algo sobre los dos chavales que aparecieron en la portada de El Universal por el hecho de haber sacado las calificaciones más altas en el examen de ingreso a la educación media superior de la Ciudad de México. Bien por ambos. Siempre he pensado que a esta clase de individuos es a los que hay que llenar de gloria y reconocimiento, y no a tipos como los futbolistas, los de la farándula y a uno que otro culturosito que no puede escribir sin faltas de ortografía. Bravo de nuevo por estos chicos. Además, me cayeron bien porque en la fotografía del diario aparecen así como haciendo señas rockers y tal. Ahí está. Para todos aquellos que piensan que nada más los nerds sacan buenas calificaciones. ¡A por todas en el bachillerato!

Luego, también quiero escribir sobre el supuesto Día del Burócrata, del cual más bien pienso que se trató de una broma macabra de mi colega Paquito, motivada por ese calor asfixiante que se experimenta en el sureste de este país. ¿La razón? Estando yo en un medio netamente burocrático y no enterarme de tal celebración me parece casi casi como si a Benito XVI se le hubiese ido por la borda la conmemoración de la Semana Mayor (guardando las distancias, claro).

Sin embargo, si esto no ha sido una realidad, ¡pues que también le podemos encontrar su área de oportunidad! ¡Desde hoy nombramos al 27 de julio de cada año del Señor el Día del Burócrata!

Al respecto, ¿quién más que el blog burocrático por excelencia --es decir, nosotros-- tenemos la autoridad moral para decretar tal acontecimiento que hará estremecer las entrañas mismas de la Administración Pública? Si el gran Max Weber nos viera seguro que tendríamos su venia. ¡Gracias Max!

¿Qué otra cosa quería contar?

Ah, claro. Hoy, después de salir de la oficina, me he ido a dar mi caminata habitual que en esta ocasión me ha llevado hasta las puertas de un Starbucks. Aquí, estimados lectores, tengo que reconocer algo que mi formación de universidad pública hace que me ruborice un pelín: me gustan bastante estos estanquillos dedicados --mayoritariamente-- a la venta de café. Es cierto. Desde que los vi me llamaron la atención. No había entrado por el mismo prejuicio que ya he mencionado antes. Pero cuando rompí mis ataduras mentales e ingresé para comprar un tímido latte, me di cuenta de que había llegado a uno de los sitios ideales. No sé por qué pero me agrada la decoración, la música, la iluminación, la ubicación, en un palabra, el ambiente. Ya sé que esto puede sonar como esnob o pretencioso. Lo siento. Prefiero la sinceridad a tratar de quedar bien.

Así que hoy me he comprado un bocadillo, un café y me he pasado al menos dos horas sentado perdiendo el tiempo, viendo la vida pasar, escuchando el iPod y a veces leyendo desde un Starbucks del Centro. Ahora sí: que vengan los reclamos. Saco el pecho para recibir los tomatazos... Ja.

Al final, lo bailao ya nadie me lo quita. Además, esta opción del café ha sido bastante buena dada mis restricciones para hacer escalas en bares y cantinas. Así que, un poco de indulgencia de su parte, colegas.

Y, bueno, ahora que llego a esta parte de la publicación ya no sé qué más decir. Según yo había muchos temas en la mesa. Sin embargo, ya se han ido. Mejor no forzamos al destino y aquí nos detenemos.

Un nuevo fin de semana. Otro ciclo de vida y muerte ante nosotros.

Adiós.