miércoles, diciembre 01, 2004

¿Dónde estabas hace cuatro años?

Hoy se conmemora, o más bien se recuerda, el cuarto aniversario de la subida al poder de Vicente Fox. El ahora mítico diciembre 1, 2000. El día que marcaría una refundación del país y de su porvenir. El resultado de un largo proceso electoral y político que inició no en ese año, tal y como lo marca el COFIPE, sino quizás en 1997 ó 1998, dados los ímpetus precoces del entonces gobernador de Guanajuato por "sacar al PRI de Los Pinos". El punto culminante de esa larga marcha tuvo lugar el dos de julio de 2000, cuando se realizaron las presidenciales que arrojaron como vencedor al candidato de la alianza PAN-PVEM, derrotando al oficialista PRI.

"Lo importante no va a ser el dos de julio, sino el tres...", solían repetirnos hasta el hartazgo los analistas y presentaron de noticias en los medios por aquellos días. Había cierto temor por alguna práctica fraudulenta en los estados que arrastrara a la población a tornarse violenta. Afortunadamente, nada de eso sucedió y, al contrario, el tres de julio fue un día especialmente bello y soleado en la Ciudad de México. Sin embargo, los antiguos funcionarios, los priístas, comenzaron a ponerse nerviosos a partir de ese día, ya que, como afirmaban, "sus días estaban contados". El tiempo se encargaría de refutarles tales temores.

Pero, volviendo a la pregunta inicial, ¿dónde estaba ese primero de diciembre? Nada en especial, en mi casa, abúlicamente apoltronado en el sillón frente al televisor observando toda la parafernalia del cambio de gobierno. Fue un sábado de fiesta completa. Por la madrugada vi a Diódoro Carrasco y otros servidores públicos del Ministerio del Interior cederle la estafeta al actual ministro Creel en medio de una ceremonia cívica y formal. Lo mismo hicieron en el Ministerio de Guerra. Por la mañana, luego de iniciar su discurso ante el Congreso mencionando a sus hijos adoptivos, Fox se dirigió al Auditorio Nacional a presentar a su súper-gabinete, en un acto parecido a un masivo del extinto Siempre en Domingo. Ahí fueron desfilando Castañeda, Aguilar Zínzer, Vázquez Mota, Abascal, Cerisola, et al. Para resaltar el hecho de que se trataba de gente capacitada, el Ejecutivo Federal solía decir cosas como, bueno, miren, el nuevo director de PEMEX ha sido presidente de Dupont, la ministra de Desarrollo Social trabajó en Jafra y cosas así. La gente aplaudía a rabiar. Luego, en la noche, el cantante Mijares se encargaría de cerrar en la Plaza Mayor de la ciudad toda la verbena que auguraba todo menos desencanto.

Crucifijo en mano, el entonces presidente Fox (antes de que obtuviera su categoría de presidente, pero municipal) arengaba a la multitud que estaba ahí y que lo seguía por todo el país, a pensar en un país nuevo, lleno de oportunidades y bondades que se iban a ir desperdigando por todo el territorio una vez que tomara bien las riendas y sacara a los priístas de toda la administración pública. Hoy es diciembre 1, 2004 y eso no ha ocurrido del todo. Hay ciertas señales positivas en la economía (la reciente cifra de crecimiento al cuatro por ciento), pero el desempleo sigue y, peor aún, el clima de inseguridad e intranquilidad se ha desatado. No lo digo sólo por los recientes linchamientos en Tláhuac, sino por la sensación generalizada de que no hay autoridad, ni Estado, ni administración pública que ejerza verdaderamente el poder.

Los medios de comunicación se exacerbaron peligrosamente, los poderes regionales y cacicazgos emergieron con inusitada fuerza y el crimen organizado y amateur no se ha detenido. Las portadas de los semanarios políticos lo reflejan con frases como "el inexistente". Los libros de chismes dan nota de un Ejecutivo disminuido ya no frente a sus enemigos, sino ante su propia esposa. Los cómicos siguen sacando raja de errores providenciales como la negociación del aeropuerto en San Salvador Atenco, el famoso discurso de Fox ante la Real Academia de la Lengua (Borgues...), la clásica frase de ¿yo por qué?, la incorporación de nuevos términos como "transquilar" y "sospechosismo", y así, todo un catálogo que puede dar fe de un sexenio, digamos, sui generis.

Es ya un lugar común decir que Fox no ha cumplido las expectativas que generó al inicio de su mandato, precisamente hace cuatro años. Sin embargo, es conveniente tenerlo en mente para no repetir la experiencia. Aún faltan dos años para las próximas presidenciales y el ambiente está turbio. Los priístas van que vuelan de regreso a Los Pinos y el presidente municipal cree, erróneamente, que su principal enemigo es Andrés Manuel López Obrador. En la administración pública hay muchos neófitos y acomodaticios que pronto no querrán irse, pero que habrán consolidado la cultura política priísta del hueso y la ineficiencia.

Hay una posibilidad, a pesar de todo. En un editorial de Proceso, no recuerdo exactamente la fecha, pero fue unos días antes de este tan mencionado diciembre 1, 2000, un analista europeo señalaba la siguiente hipótesis: las transiciones democráticas se consolidan en su segunda etapa, es decir luego de un periodo de turbulencia y desencanto, generalmente encabezada por partidos de derecha. En su opinión, esa segunda etapa lograba materializar, en la realidad, las reformas que darían nuevos marcos a la vida política e institucional. De esta forma, se trascendería esta primera administración de transición poco exitosa por su inexperiencia. Basado en los datos de los fenómenos políticos de Europa oriental, el analista afirmaba que ese segundo paso era liderado, generalmente, por los partidos de izquierda.

Si existe tal "partido de izquierda" en México para 2006, estaremos pendientes para observar si tal hipótesis se comprueba.