jueves, mayo 18, 2006

JOHN IRVING, ESCRITOR

"Es más fácil inventar el diablo que hallarlo"

Tengo 64 años. Nací en Exeter (New Hampshire). Soy escritor. Estoy casado y tengo tres hijos, Colin (41), Brendan (37) y Everett (14), y tres nietos. ¿Ideas políticas? Deprimido: creí que no habría presidente peor que Reagan, y Bush me descubre mi error... A mi edad, es muy triste ver retroceder a tu país... ¿Si creo en Dios? Depende del día

VÍCTOR-M. AMELA

- ¿Cuánto tiempo pasará hoy en el gimnasio?

- Procuro que sean tres horas cada día. Competí en lucha grecorromana hasta los 37 años, y hasta los 47 años entrené a mis hijos...

- ¿Y ahora?

- Doy algunas patadas de kikboxing y sobrellevo mis muchas lesiones articulares.

- ¿Qué parte del cuerpo le duele más?

- Las cervicales.

- ¿Y del alma?

- Ah, esos dolores están ya sanados...

- ¿Con la escritura?

- Bueno, en cada cosa que escribes asoman siempre obsesiones, quieras o no...

- ¿La de su padre ausente, en su caso?

- Y alguna otra, como que a los 11 años abusó sexualmente de mí una mujer de veinte años y pico, cercana a mi familia... No me pesó por el sexo, sino por el secreto que ella me pidió guardar.

- Quizá otros envidiemos esa experiencia...

- Ésa no es edad para el sexo: cuando tuve ya edad, ¡me atraían sólo las madres de mis novias...! Si una mujer le hubiese hecho eso a mi hijo pequeño, yo la mataba.

- ¿Y cómo le pesó la ausencia de padre?

- Mi madre no quiso contarme nada sobre él: desde niño fue un fantasma para mí.

- ¿Fantaseaba usted sobre él?

- ¡Constantemente! Con su silencio, mi madre le hizo un gran regalo a mi imaginación: yo fabulaba sobre quién y cómo era ese hombre, sobre por qué no venía a conocerme...

- Quizá tanto fabular le hizo escritor...

- Eso y leer novelas que me emocionaban.

- De niño, ¿qué sabía usted de su padre?

- Sólo que se llamaba John Wallace Blunt: así me llamé yo hasta mis seis años, cuando mi madre se casó con Colin Irving, y me cambiaron el nombre por el de John Winslow Irving: ¡eso me gustó!

- ¿Por qué?

- ¡No era divertido llevar el apellido de un fantasma! Y Colin era muy bueno conmigo. A menudo me peleé con niños que me decían que Colin no era mi padre...

- ¿Y cómo imaginaba a su padre biológico, a John Wallace Blunt?

- Como el diablo. Yo sentía la rabia de mi madre hacia él, la llevaba conmigo...

- ¿Era eso doloroso?

- De chaval, no: tapas lo que no aceptas. Pero cuando yo fui padre, ¡no entendía que mi padre no hubiese luchado por verme...!

- ¿Sabe hoy por qué no lo hizo?

- Supe algunas cosas mientras estaba separándome de mi primera mujer, en 1981, y pactábamos la custodia de los niños...

- ¿Qué pasó?

- Que llegó mi madre y me dejó encima de la mesa un mazo de cartas: ¡eran cartas de mi padre a ella, de cuando yo tenía un año!

- ¿Por qué se descolgó ella con eso?

- Ella calla: ¿fue su modo de decirme que, en su día, ella quiso tenerme a su lado...?

- ¿Por qué? ¿Qué descubrió en esas cartas?

- Que mis padres se divorciaron cuando yo tenía dos años, por iniciativa de mi padre, y que mi madre le impuso una dura condición: él jamás me visitaría. Y él la aceptó...

- ¿No culpa a su madre por exigir eso?

- Quizá ella creyó que ese hombre podía un día fallarme a mí como le falló a ella... Y era otra época... Yo no puedo juzgarla...

- ¿Averiguó algo más de su padre?

- Que esas cartas en las que hablaba a mi madre de su decisión de divorciarse las escribía desde China, durante la Segunda Guerra Mundial, donde estaba en las fuerzas aéreas...

- Con esa pista, ¿no intentó buscarle?

- ¡Hubiese sido facilísimo localizarle, sí! Pero preferí ya no hacerlo. Por respeto.

- ¿Por respeto? No entiendo...

- Yo era ya un escritor famoso, y solía pensar: "Ya verás, ahora aparecerá él, me pedirá dinero...". No lo hizo. Yle lancé una señal de que yo sabía:en mi novela Las normas de la casa de la sidra reproduje un fragmento de sus cartas. No respiró. Así que si él respetaba mi intimidad, yo respetaba la suya.

- Pero... ¿y la curiosidad de preguntarle...?

- ¿Y si nos quedábamos mirándonos, sin más? ¿Y si me pedía que me largase? Y... ¿y si no era el diablo? ¡Es más fácil inventar el diablo que encontrarlo! Creo que yo no quería encontrarme con un hombre normal...

- ¡Protegía usted sus fabulaciones!

- Sí, creo que me protegía... Años después oí de sus otros hijos algo desconcertante: que era un hombre agradable, que le amaban...

- ¿¡Otros hijos!?

- Sí: en diciembre del 2001 vino a verme un tipo de 39 años llamado Chris Blunt que dijo ser mi hermano... Y lo es, y me mostró fotos de John Wallace Blunt, de joven y de viejo...

- Menuda sorpresa. ¿Pudo hablar usted con su padre, finalmente?

- Había muerto cinco años antes... Físicamente, soy igual que él a los sesenta años: sé cómo seré a los setenta... Y me han surgido tres hermanos y una hermana. ¡Y los quiero!

- ¡Una historia de novela!

- La realidad es para no creérsela, ja, ja...: mi hermana me cuenta que, siendo niña, recuerda que su papá los llevó durante dos fríos y nevados días de invierno a Exeter y ella no entendía qué hacían allí... Yo, hoy, sospecho qué hacía allí John Wallace Blunt...

- ¿Qué?

- He calculado que fue en 1961: yo era el campeón de lucha grecorromana en la Universidad, en Exeter, y competía en la final... Todo me cuadra: él..., ¡él vino a verme!

- ¿Ganó usted la pelea?

- ¡Sí! Hoy sé que yo canalizaba la rabia de mi madre y mi propia rabia en esas luchas cuerpo a cuerpo... Y recuerdo que yo paseaba la vista por el público, imaginando que ahí estaba mi padre, mirándome...