sábado, julio 22, 2006

Los siete sabios

Pasan los días y seguimos sin tener presidente electo. Hay un ganador de acuerdo a las cifras presentadas por el IFE. A pesar de que la diferencia es mínima, podría ser suficiente para determinar a la persona que recibirá la banda presidencial el próximo primero de diciembre en San Lázaro. Sin embargo, la suerte aún no está echada. A los comicios celebrados hace tres semanas les falta el último veredicto. El mismo que deberá otorgar el cuerpo jurídico establecido para este fin. Como en muchos otros aspectos de la vida, al final la cosa ha quedado en manos de abogados.

Por un lado, esto tiene un aspecto positivo. Por años los mexicanos fuimos testigos de la resolución de los conflictos poselectorales en dos arenas diametralmente opuestas: la calle o los oscuros pasillos del poder. El punto en común era que en ninguna había la certeza de que se respetaba la voluntad popular. Las urnas y el voto eran meros ejercicios de simulación. Los resultados solían encender los ánimos por el grado de cinismo que encerraban y, ante la escasez de medios institucionales de impugnación, la vía disponible era la manifestación callejera para ejercer presión o, al menos, para llamar la atención de los medios de comunicación.

Son memorables los reportes periodísticos de finales de la década de 1980 respecto a esta clase de problemas. En los noticiarios televisivos nocturnos sólo se hacía alusión a “brotes aislados de inconformidad”, los cuales eran acompañados por fugaces imágenes de alcaldías tomadas por decenas de personas. Eran los tiempos de aquí no pasa nada. Y si pasaba, no teníamos ni idea de cómo había ocurrido.

Al respecto, la otra cara de la moneda: las diferencias surgidas después de las votaciones también se dirimían mediante extraños arreglos entre las élites. Luego de misteriosas reuniones entre las dirigencias políticas teníamos –de súbito—autoridades electas y una disminución de los ánimos bravíos. El poder de la negociación llevada al extremo de la eficiencia. Era la edad de oro de ese neologismo mexicano llamado concertacesión.

Los tiempos han cambiado de manera acelerada en los últimos diez años. Ahora sabemos que, al menos en el ámbito federal, tenemos ciertas garantías de que esas épocas se están superando (las elecciones subnacionales, en especial las municipales, todavía son punto y aparte). Así, el aspecto positivo de contar con instituciones como el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TRIFE) es que, aún después de 20 largos días de haber votado para elegir al próximo presidente y de no saber quién es el triunfador, los actores políticos y la ciudadanía esperan el resultado final que este órgano debe emitir antes del 6 de septiembre con relativa vehemencia.

En efecto, las esperanzas están puestas en el TRIFE. Esta institución será la encargada de decirnos quién ganó, o bien, qué debemos hacer para conocer al triunfador. Dentro de la segunda posibilidad el abanico de opciones se abre, por lo que podríamos esperar desde la anulación de las votaciones (como ya ocurrió en los comicios locales de Tabasco y Colima hace unos años), la apertura de los 130 mil paquetes electorales con la finalidad de contar una a una las boletas, o bien, la ratificación del triunfo hasta ahora parcial del candidato del PAN.

Literalmente, estamos en manos de siete sabios. Los mismos que ocupan cada uno de los asientos disponibles en la Sala Superior del Tribunal. Los actores políticos involucrados en la definición de la elección les han otorgado la legitimidad para resolver el embrollo en el que nos hemos metido. La gente menciona la palabra TRIFE con la naturalidad de quien hace referencia a los abuelos más sabios de la comarca. Pero, ¿quiénes son estas personas cruciales para el futuro inmediato del país?

El magistrado presidente del TRIFE es Leonel Castillo González (Licenciado en Derecho, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo). Los seis magistrados que le acompañan son Eloy Fuentes Cerda (Licenciado en Derecho, Universidad Nacional), José Alejandro Luna Ramos (Licenciado en Derecho, Escuela de Derecho de Chiapas), Alfonsina Berta Navarro Hidalgo (Licenciada en Derecho, Universidad de Guadalajara), José Fernando Ojesto Martínez Porcayo (Doctor en Derecho, Universidad Nacional), José de Jesús Orozco Henríquez (Maestro en Derecho Comparado, Universidad de California en Los Ángeles) y Mauro Miguel Reyes Zapata (Licenciado en Derecho, Universidad Autónoma de Puebla).

En estas personas y en su conocimiento están cifradas muchas de las razones futuras del país. Al igual que en las sociedades antiguas, un concejo de notables será el encargado de imponer la justicia en un tema en extremo peliagudo.

Es difícil establecer cuál será el veredicto que emitan en los próximos días. Al entrar en un terreno técnico como es el Derecho y sus interpretaciones, la capacidad de análisis se acota a aquellos que conocen a detalle esta disciplina y sus vericuetos. Sin embargo, es posible aventurar la hipótesis de que, si el fallo del Tribunal se alarga, es decir si ocurre cerca de la fecha límite, la resolución ratificará el triunfo de Felipe Calderón con base en las cifras del IFE.

En contraste, si su actividad se incrementa y en los próximos días –u horas—dan a conocer su opinión, es probable que estemos frente al otro escenario, es decir ante la posibilidad de anular la totalidad de la elección, o bien, de autorizar el multicitado recuento voto por voto.

El TRIFE ha dado muestras de independencia y profesionalismo a lo largo de su desempeño. En general, la estabilidad en la que aún nos encontramos se debe a ese intangible pero contundente factor que es la confianza. No toda la confianza, claro. Pero ese algo que existe está haciendo su trabajo.

En estos días el país está en manos de siete sabios. Esperemos que respondan a la altura de este desafío que la historia les ha planteado.