viernes, julio 21, 2006

Moros y cristianos

Nuestro país por décadas (sólo me remito a la historia moderna) ha sido foco de migraciones, desde los españoles (me refiero a los refugiados de la guerra civil del siglo pasado), pasando por griegos, rusos, libaneses, judios y latinoamericanos.
En una sociedad de castas como la nuestra, es difícil hablar de racismo, digamos que sólo se dan segregaciones y descalificaciones verbales o sociales, sin llegar a la violencia explícita y extrema; podemos condenar los actos de violencia israelíes sin que seamos tachados de antisemitas, como por ejemplo, ocurre en europa.
Aquí nos quejamos y no pasa nada, hablamos de los ches argentinos que vienen a quitarle fuentes de trabajo a nuestras modelos y conductoras de televisión tenochcas, o de los brasileños que vienen a hacer competencia desleal a la iglesia apostolica, romana, mexicana; pero cuando nos encontramos a una brasileña o argentina en el solid gold o en cuaquier otro lugar de sano esparcimiento nos desahacemos en gentilezas y hasta las invitamos a la casa a que conozca a la familia.
Lo mismo sucedió con los judios que se asentaron en un principio en la Merced, para después desplazarse a la Condesa, a Polanco y de ahí a Santa Fe o municipios aledaños, y que se integraron a la vida nacional como los Zabludovski o los Achar. Igual ocurrió con los libaneses que terminaron aquí, comos los Harp Helú, los Curi, los Slim, los Kawachi y tantos más.
A todos los vemos con relativa familiaridad, una vez me tocó ver a Jacobo en una boda católica -la gente se acercaba para la foto y el se dejaba querer- , un médico de mi infancia se apellidaba Curi, y así, compañeros de escuela y hasta de trabajo, de ascendencia de uno u otro lado. Se acostumbra uno a verlos en la calle y hasta convivir, aunque cada uno tenga su gueto.
En una ocasión me invitaron a una boda judía, su sinagoga es un bunker en interlomas, me hicieron ponerme mi kepir (o no se como llamen al solideo que se ponen en la cabeza) y cantar, a lo que si ya no le entré fue al baile en la fiesta, en el que por cierto sólo participan hombres. En otra ocasión fuí a una boda digamos interracial (la de mi cuñada con el musulman) y el baile de la boda era igual. Encuentro muchos puntos en común entre ambas culturas, a lo que quiero llegar es que no percibo el punto de conflicto entre arabes y judíos, y aquí conviven normalmente, tal vez lejos de la historia de odios que viven en medio oriente.
Tal vez todo empezó con enconos como el de amlo y fecal o como en las rencillas rurales en la que todo empieza porque tu vaca se metió a pastar a mi terreno y pus la maté y de ahí la escalda de violencia.
No trato de hacer ningún análisis de política exterior; sólo me quedo con las imágenes de los niños ensangrentados en la franja de Gaza y la llamada del palestino nacionalizado mexicano que añora estar en la península del mayab, con su familia mexicana y degustando una rica cochinita.