Moleskines
Yendo de un blog a otro en esta tarde de otoño del Año del Señor 2006, me he encontrado con uno de un tío culturoso que, a su vez, hace mención a otro culturoso de peor calaña. Si hubiese algún tipo de grados de la culturosidad nacional, el segundo en cuestión estaría por ahí del I o del II, mientras que el primero apenas estaría en la fase de ingreso, en una especie de homenaje involuntario a lo que sucede en el Sistema Nacional de Investigadores.
Bueno, pues el punto es que el muchacho que escribe el segundo blog --joven escritor joven promesa joven de provincia y joven todo-- no ganó una beca del Conaculta en su última edición (siempre me han llamado la atención los escritores, artistas, performanceros, teatreros y demás fauna que reniega del Estado, pero que ahí andan mendingándole los apoyos y los auspicios a la menor provocación). Y, vaya, pues ante este escenario inesperado (según ya ha publicado dos novelas y ha aparecido en recopilaciones de la "nueva narrativa" mexica), para no quedar peor y disimular un poco el escarnio público, pues que se lanza a trabajar a una mina del norte del país.
Así es. Según lo poco que he podido ver por estos momentos anda bajo tierra trabajando como los verdaderos hombres y no escribiendo cosillas desde la comodidad de un escritorio o de un café con conexión inalámbrica a la red. De acuerdo con sus crónicas, después de recoger el fruto de la madre tierra en forma de hollín, carbón o qué se yo, pues saca su Moleskine y se pone a garabatear lo que más adelante el maldito Conaculta se arrepentirá una y mil veces de haber despreciado.
Joder.
Su Moleskine.
En efecto, el chaval escribe en una Moleskine. Y además lo menciona a cada rato. No hay post en el que no saque algo de su Moleskine: que su Moleskine esto, que su Moleskine lo otro, que su Moleskine tiene cada vez menos hojas limpias, que su Moleskine genera molestia entre sus compañeros, que su Moleskine tal por cual, que bla, bla, bla...
Al leer todas estas heces me sentí un poco mal. Como recordarán, hace poco puse en este mismo espacio que me había comprado una libreta en el FCE y que después descubrí que era la tal Moleskine, la misma que usaron en su época Hemingway, Chatwin y Van Gogh (claro, esto último remarcado con insistencia por la publicidad de la empresa italiana Modo & Modo con el fin de generar en el mercado esa creencia de que cualquiera que tenga una Moleskine escribirá como el viejo Ernest o pintará como el desorejado). Uta. Me sentí más snob de lo que de por sí soy.
Ni pex. Primero me acabaré la JNF que me trajo mi mujer de París y luego ya veremos qué hacemos con la mentada Moleskine.
Aunque lo más seguro es que imitaré al irlandés Kilroe que se compraba en el subterráneo sus libretas de cinco pesos: las mismas que dicen Amor es compartir con dos perritos abrazados y cobijados por un corazón.
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