Pero qué necesidad
JMB
Vicente Fox, ex presidente de México, ha vuelto a escena. Y lo ha hecho como uno lo podría haber imaginado (aunque no deseado): cometiendo errores garrafales tanto de conocimientos como de estrategia política. Es decir, por la puerta grande y siendo fiel a su marca registrada. ¿Ayuda en algo al país el que un ex Ejecutivo Federal siga en activo?
Una de las reglas no escritas del antiguo sistema político mexicano era la que exigía silencio y discreción a los ex presidentes. Una vez dejado el puesto lo usual era retirarse a una especie de ostracismo lejos, muy lejos de los reflectores. Sucedió por la buena con Miguel de la Madrid y Carlos Salinas, o bien, por la mala con este último y Ernesto Zedillo. Aún hoy se recuerdan las conversaciones entre Adriana y Raúl Salinas desde el penal, las cuales neutralizaron los afanes protagónicos del ex mandatario.
Hasta cierto punto este fenómeno ha sido comprensible. La política mexicana buscó durante largo tiempo la transmisión pacífica de poderes. Durante y después de la Revolución la ocupación y la rotación de los cargos públicos se realizaba casi literalmente a balazos. Al respecto, la sentencia del ex líder obrero Fidel Velázquez de que los priístas habían llegado al poder por las armas y de que sólo así los iban a sacar resulta altamente aleccionadora.
En este contexto, para evitar cualquier tentación de retorno y, sobre todo, para permitir que el nuevo gobernante contara con los suficientes márgenes de maniobra, los ex presidentes sabían que una vez concluido el mandato constitucional la vida se les presentaría en cualquier sitio excepto en la política.
La transición del año 2000 afectó diversos aspectos de aquel viejo orden, incluido el del papel que deben desempeñar los ex titulares del Poder Ejecutivo. Al menos Fox con su activismo y su deseo de permanecer en la picota ha dado muestras de querer romper los viejos usos y costumbres.
Primero, durante una conferencia en Los Ángeles afirmó que “América Latina debe huir de la dictadura perfecta, como lo dijo el Premio Nóbel colombiano de literatura, Mario Vargas Llosa” (ya se han comentado de sobra los errores que contiene este discurso). Segundo, durante una conferencia en Washington reconoció que, si bien perdió el proceso de desafuero contra Andrés Manuel López Obrador, “18 meses después me desquité cuando ganó mi candidato”.
Cualquier persona que lea, escuche o se entere de estas declaraciones puede pensar, bueno, ¿y para qué lo dice?, ¿qué utilidad tiene hacer estas confesiones?, ¿en qué ayuda al país tener a un ex presidente dando conferencias por el mundo?
Vicente Fox se caracterizó por ser un candidato echado para adelante, carismático, osado y conectado con la gente y sus aspiraciones. Recuerdo, por ejemplo, el acto político que realizó en la Plaza del Ayuntamiento de Huauchinango: totalmente lleno, con un público que jamás había participado en este tipo de acontecimientos y que le prodigaba su apoyo a través de gritos y aplausos.
Sin embargo, durante su gestión se metamorfoseó en lo opuesto: una persona opacada, sin capacidad de liderazgo y con declaraciones locuaces. Sólo basta recordar el ya clásico “comes y te vas” asignado a Fidel Castro en marzo de 2002, el casi mítico “José Luis Borgues” en pleno Congreso de la Lengua Española en Madrid, el extremadamente sincero “¿y yo por qué?” sobre el conflicto de TV Azteca y CNI Canal 40, la directa “los mexicanos hacen trabajos que ni los negros quieren hacer” de mayo de 2005 y la supuestamente mordaz afirmación de que los hogares mexicanos ya tenían lavadoras “y no precisamente de dos patas” de febrero de 2006 (por mencionar sólo algunos ejemplos).
El gobierno de Vicente Fox también quiso imitar algunos aspectos de su contraparte estadounidense. Esta aspiración transexenal busca seguir los pasos de los ex presidentes norteamericanos: ser conferenciantes o activistas en su país y en el mundo. Sin embargo, sus desafortunadas intervenciones han frustrado su regreso y, además, han sembrado la duda sobre las presidenciales pasadas.
El nuevo sistema político mexicano aún está en proceso de definición. En este sentido, los ex presidentes se deberán seguir rigiendo, al menos en el mediano plazo, por esa antigua sentencia que los condenaba a las sombras después de haber sido el centro del universo. O como ha afirmado el filósofo de Ciudad Juárez: pero qué necesidad, para qué tanto problema...
2 Comments:
No se iba a ir al Rancho con Martita?
Solo mandó a Martita al Rancho?
Los Beverly de San Cristóbal
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