martes, enero 22, 2008

El Kindle

Me voy a meter en un tema culturoso: la aparición del Kindle, o bien, el iPod de los libros.

El artilugio electrónico que recién se ha anunciado que saldrá al mercado permitirá, casi como el mencionado reproductor de archivos de música compactada, almacenar una buena cantidad de textos y obras literarias, las cuales podrán ser consultadas por el poseedor del cachivache cuando lo desee. Palabras más, palabras menos, un mega libro electrónico.

Algunos han considerado lo anterior como una versión revisitada del supuesto desafío al libro impreso, tal y como se ha conocido desde los tiempos de Gutemberg. En lo personal, me parece bien que existan esas cosas. Mal haríamos si nos culiatornilláramos en lo que conocemos y que, de esta forma, rechazáramos con vehemencia fanática los avances de la tecnología. Para ilustrar lo anterior, es como si todavía siguiéramos portando los walkman con sus casetes de colores o los cd players y renegáramos de las ventajas del susodicho iPod.

Ahora, si me preguntasen si yo adquiriría un Kindle, diría que lo dudo. Y no por fobia, sino porque pienso que debe ser bastante molesto leer esas letritas tan pequeñas en la pantalla de cristal. Aunque, pensándolo bien, sí compraría uno, pero sólo para guardar archivos de libros que después imprimiría en algún sitio, de preferencia en la oficina (donde me sale gratis).

Me parece que algunas palms permiten en la actualidad las funciones que supuestamente serán novedosas en el Kindle. Recuerdo que mi vecino wannabe me presumía que cuando iba al baño se la pasaba dizque lee y lee en su palm. Cuando me dijo la lista de libros que traía guardada en la memoria nada más tragué saliva y me encomendé a San Benito.

Uno siempre como que se agazapa ante lo nuevo. Cuando mi mujer trajo el primer iPod al hogar, con pantalla en blanco y negro y una capacidad de 20 GB, armé un borlote por lo que consideré un gasto innecesario y fútil. Ahora no puedo andar sin el mío (ya tengo el de 160 GB). Frente al embate del móvil en la vida cotidiana, siempre me dije que no y no (ahora también es indispensable y ya me preocupé de que tenga cámara y bluetooth y esas cosas). Es más, cuando salió el Atari 2600 yo me aferraba a seguir yendo a las maquinitas y a no tener mi propia consola en casa, lo cual finalmente sucedió más temprano que tarde.

En fin. Pienso que algo de lo bueno que traerá el Kindle es que dará un toque de glamour al hecho de leer y que, nada más por no estar fuera de la moda, muchos culturosos de boutique traerán el aparatejo colgando aunque ni lo usen (lo que permitirá que la industria sobreviva y sea útil para los culturosos de verdad).

 

PS. Por cierto, y relativo al comentario de la nueva era, ésta no se centra en algún tema en especial: simplemente es así: una nueva era, en todo.