miércoles, junio 24, 2009

Día de San Juan (II)

En efecto, hoy es día de San Juan.

Y como en este país --México-- la democracia se llama Juanito (parte de la historia se puede conocer aquí), entonces hoy es el Día de la Democracia Mexica.


Mauricio Merino

Faltan unos días para las elecciones y no parece haber nada sustantivo que logre despertar el interés sincero de los ciudadanos. A pesar del alud de spots, las campañas han sido más bien anodinas y vacías. La verdad es que la falta de imaginación de los partidos es equivalente a la arrogancia de quienes los dirigen. De modo que lo más probable es que predomine la abstención y, acaso, que aumenten los votos anulados (en sus distintas versiones) como testimonio de la protesta de la sociedad civil organizada en contra del sistema de partidos. No me atrevo a formular otro pronóstico: en el mejor de los casos, será una jornada anticlimática.

En el camino, sin embargo, han sucedido varios hechos que no debieran pasar inadvertidos. El desinterés por la oferta partidaria no debe hacernos suponer que no hay nada que aprender de este proceso electoral. Por el contrario, en estos meses se han producido varias lecciones relevantes que sería importante recuperar lo más pronto posible, para tratar de evitar los muchos errores cometidos y conjurar los riesgos que ya están amenazando el incipiente proyecto democrático de México. Sin esas lecciones aprendidas, los vicios de 2009 podrían volver imposible la elección de 2012.

Las lecciones que me parecen (casi) obvias son tres: primero, que la multiplicación de spots y de propaganda callejera no despierta mayor interés político en las elecciones. No hay una relación directamente proporcional entre los dineros invertidos, la propaganda divulgada y el número de votos obtenidos. Esto ya lo habían observado varios académicos (como Citlali Villafranco en su tesis doctoral), pero nunca había sido tan evidente como ahora.

La segunda lección es que los partidos pueden cambiar las reglas tras cada proceso electoral, pero también están dispuestos a romperlas inmediatamente. Es absurdo, pues los legisladores actúan a nombre de los partidos a los que se deben, que a su vez quebrantan las normas que ellos mismos hacen. Es absurdo, pero así es como funciona. El PAN ha persistido en sus campañas negativas, el PRI sigue utilizando impunemente a los gobiernos, el PRD sigue haciendo trampas para luego declarar que se hizo trampa, etcétera; y, en la cúspide de los descaros, el Partido Verde sigue encontrando rutas legaloides para vulnerar de plano las restricciones a la compra de propaganda en radio y televisión, de modo cada vez más ostensible. Y en el camino, las autoridades electorales están llamadas a pagar los platos rotos: fueron puestas como árbitros para hacer valer las reglas. Pero los jugadores que las rompen juzgan si los árbitros cumplieron su encomienda y si deben continuar. Sabemos bien que esta no es una lección nueva ni exclusiva de 2009. Pero está vigente.

La tercera es que las plataformas políticas de los partidos no despiertan el más mínimo interés. En el mejor de los casos, se votará por razones casi siempre ajenas a la pluralidad de ideas políticas que representan los partidos. En ausencia de candidatos emblemáticos (como sucede en las presidenciales) y de dinámicas plebiscitarias (como ocurrió en el 2000 y volvió a suceder en 2006), no queda casi nada: solamente caritas que sonríen, muy maquilladas, acompañadas de frases sin historia. La lección revela que seguimos pensando en clave de caudillos y de escándalos, y no de programas políticos articulados y sensatos.

Pero hay otras lecciones, quizá menos obvias pero más graves. Pienso, por ejemplo, en la destrucción de la confianza: que el narcotráfico se haya colado a las instituciones y haya sembrado dudas por doquier es una de los rasgos más preocupantes de este proceso electoral. Lo que ayer advertíamos como peligro hoy se ha vuelto realidad. O al menos, noticia cotidiana. Por otra parte, las instituciones responsables de conducir las elecciones también han ido perdiendo credibilidad y han visto desafiada su autoridad moral, en buena parte por sus propios yerros, pero también por la ofensiva de los medios en su contra. Y la combinación alarma: es como andar de prisa por la cuerda floja, mientras la red de protección de la confianza se va rompiendo.

Finalmente, habrá que aprender también la diferencia entre el imaginario público y la terca realidad política. De la respuesta a las lecciones anteriores dependerá la calidad de las siguientes elecciones. Pero ya estamos pensando en otras cosas, como si el país fuera diferente, como si la democracia fuera sólida, como si nuestro estado de derecho fuera invulnerable, como si los ciudadanos nos respetáramos todos los días. Es una pena, pero no estamos siendo capaces de consolidar lo que apenas construimos. Quizá sea esta la lección más importante que nos dejará el proceso electoral de 2009: despertar del sueño democrático.

Profesor investigador del CIDE