viernes, septiembre 17, 2004

El presidente municipal de México sólo tiene a un público cautivo que le sigue siendo más o menos fiel, que le sonríe y le aplaude, que se emociona al verlo y al cual puede presentársele con cierta autoridad porque sabe que no lo van a cuestionar: me refiero a los niños, en especial, los de primaria y secundaria.

En el acto de conmemoración de los 150 años del Himno Nacional en el Castillo de Chapultepec lo pude comprobar. Ahí estaba el guanajuatense muy en su papel con los chavales. Les preguntaba que de dónde eran, que si estudiaban mucho, que si ya sabían qué iban a ser de grandes. Los chicos aún le miran con ese halo divino que suelen tener los funcionarios más altos del país. Ellos aún están muy lejos de preguntarse dónde están todas esas cosas maravillosas que nos prometió al inicio de su administración, dónde la exigencia de hacer añicos al PRI una vez sacados a patadas de Los Pinos, dónde la autoridad que la mitad más uno de los mexicanos reclama para erradicar la idea de un gobierno pusilánime y timorato. Para ellos sigue siendo el "PRESIDENTE", cargo al que, por cierto, cada vez menos infantes quieren aspirar. Claro, para ellos es más atractiva la figura de un banquero que evade la ley, de un goleador que madrea a su esposa y que gana millones de pesos cada mes, es más, hasta la figura de la propia Monsi es ahora más paradigmática para las nuevas generaciones que la del propio Ejecutivo Federal.