martes, septiembre 07, 2004

Ah la vida de la burocracia se mide por tiempos. Y que diferencia los tiempos modernos a los tiempos del autoritarismo. Recordarán que todavía en el primer trienio de Zedillo y talvez el siguiente año, cómo el calendario político se interrumpía abrutamente en el mes de agosto, la segunda quincena de ese mes era como una especie de retiro espiritual para nuestro primer mandatario, se ensimismaba en el informe que presentaría y en el mensaje que dirigiría a la nación desde la tribuna del Congreso. Era un mensaje lleno de carga política y los analistas se empeñaban en descifrar el sentido de sus palabras, que hasta una vez consumados los hechos se comprendían enteramente.

Después del primero de septiembre venía una especie de festejo cívico, administrativo patriotero. Los Secretarios de despacho desfilaban por ambas cámaras del Congreso y develaban infinidad de cifras, que en realidad era lo de menos, lo demás era la oportunidad de interactuar de cerca con los legisladores e ir perfilando al siguiente candidato. Y en las fechas de nuestro calendario cívico se pronunciaban sendos discursos, también con gran carga emotiva y política: el 13 de septiembre, aniversario luctuoso de los niños héroes y el 16 de septiembre en la columna de la Independencia, este último se reservaba para el Secretario más picudo del gabinete, generalmente era el de Gobernación, que se ponía a tirar línea.

Pero todo llega a su fin y en este gobierno de transición se acabaron las celebraciones faraonicas, se acabaron los discursos en las conmemoraciones y en su lugar escuchamos a los niños ganadores de los concursos de canto y composición. Ya nadie espera el mensaje cifrado ni el anuncio estridente.

Tenemos que acostumbrarnos hasta que terminemos de transitar a la democracia y verdaderamente un régimen cree un nuevo potocolo, un nuevo lenguaje. No digo que regresemos a lo mismo, pero compartirán lo que ya es vox populi, que este gobierno no da señas de existencia de vida inteligente en su interior. Si no, piensen en el ministro del interior flirteando con Galilea Montijo en un programa para amas de casa (su voto duro), mientras el presidente participaba en una ceremonia de lealtad del ejército. ¿En que estaría pensando cuando dijo que se emocionó al escuchar nuestro himno nacional en Atenas? Sería al nicio de alguno de los partidos de futbol, porque todos saben que sólo se entona el himno del país ganador de una medalla de oro (que no fue nuestro caso, aunque la plata nos sepa a oro), me imagino su cara cuando sus brillantes asesores le dijeron de su error: "chin la regué, pus ya ni modo".
P.D.
No piensen que nos ensañamos con el ministro totalmente palacio, pero solito se pone de pechito.