miércoles, abril 20, 2005

De la volubilidad del pueblo mexicano

La verdad, me parece muy chafa la actitud de los mexicas en eso de que nada más supieron el nombre del nuevo Vicario de Cristo y ya andan tirándole durísimo la onda. Más tardó en confirmarse que la fumata grisácea era blanca y no negra, que la mexicaniza en berrear que ya esperaban al nuevo Papa en esta su casa latinoamericana tercermundista. Vivas y hurras de los fieles tricolores se dejaron sentir por la Plaza de San Pedro, aunque aún sin encontrar algo que rime con Benedicto para recetarle su puntual porra nacional aderezada del clásico ¡Ra-Ra-Rá!

Es decir, si los mexicanos se vanagloriaban de que Juan Pablo II era el Papa más mexicano de la historia, que a ningún otro pueblo sobre el orbe había visitado tanto, entonces, ¿por qué ahora lo niegan más rápido que el mismo Pedro a Cristo y ya andan de ofrecidotes con el alemán?, ¿no se ve mal que luego luego y sin ninguna prueba de por medio los nuestros están más que listos para inclinarse ante el Papa 265?

Uno esperaría que, si en verdad fue tanta la identificación entre Karol y el pueblo de broncínea piel, pues por lo menos se le debe guardar cierto respeto al recién finado y ser fiel --México siempre fiel, ¿no?-- a su recuerdo. Así, lo menos que se espera uno es que antes de adorar y realizar genuflexiones poco decorosas frente a Joseph, se le obligue a éste a dar pruebas y señales de que también quiere quedar bien con la latinoamericaniza. Algo que en cualquier pueblo de este país se conoce muy bien como "prueba de amor" antes de soltar prenda.

Por ello, sugiero que se le aplique el látigo del rigor al Panzercardinale para que le cueste trabajo ganarse el corazón de todos los mexicanos que, no por ser querendones, debemos ser atarantados.

Para finalizar también propongo que vuelvan a sacar al Papamóvil a dar una vuelta por Insurgentes con el fin de que se no olvide que Juan Pablo, Hermano, Ya Eres Mexicano, todavía se le lleva muy dentro de nosotros...