martes, mayo 03, 2005

1945-2005

Habla la enfermera testigo de los últimos días de Hitler: "Al final se sumergió en sí mismo"

Cuando terminó la guerra, la mujer trabajaba en el búnker donde él se refugiaba. A los 93 años, rompe el silencio desde su hogar, un asilo en el norte de Alemania.

Luke Harding. THE GUARDIAN. ESPECIAL Y AP

Las fuerzas aliadas estrechaban el cerco sobre Berlín en abril de 1945 y Adolf Hitler "se sumergió en sí mismo". Así lo recuerda Erna Flegel, por entonces una enfermera de la Cruz Roja alemana, quien fue testigo de los últimos días del Führer en un búnker de la capital alemana, donde finalmente se suicidó.

Al final, recuerda Flegel, Hitler "creció muchas canas y daba la impresión de un hombre por lo menos 15 ó 20 años más viejo". Y sigue: "Temblaba, caminaba con dificultad, su lado derecho estaba mucho más debilitado como resultado del intento de asesinato (de que fue objeto en julio de 1944)".

Flegel, de 93 años, vive en un asilo en el norte de Alemania. Hasta acá había hablado muy poco de sus experiencias. El diario británico The Guardian dijo que la existencia de Flegel fue conocida por la transcripción de una entrevista que le hicieron sus interrogadores estadounidenses, al finalizar la guerra, y que la CIA difundió hace cuatro años. The Guardian la entrevistó días atrás.

—Señora Flegel ¿estuvo Ud. en el búnker de Hitler cuando la Segunda Guerra Mundial llegaba a su fin?

—Sí. Cuando terminó la guerra en 1945, yo estaba en el búnker. Estábamos siempre ahí. Vivíamos allí.

—¿Cómo llegó allí?

—Yo trabajaba como enfermera en el frente este. Un día llegó una orden y la hermana jefa me dijo que había algo que me iba a interesar, una vacante en la cancillería del Reich. Acepté la oferta. Estábamos acostumbradas a que cuando había una orden había que cumplirla.

—Conoció en el búnker a Magda Goebbels, la esposa del ministro de Propaganda nazi. ¿Cómo era ella?

—Era una mujer muy inteligente. Tenía un nivel mucho más alto que el del resto de la gente. Había estado casada antes y un día decidió que ese matrimonio no funcionaba, que la aburría. Fue así como se separó de su primer marido. Luego vino su segundo matrimonio.

—¿Cómo eran los chicos Goebbels?

—Eran adorables. Cada uno de ellos era absolutamente encantador. El hecho de que ella (Magda Goebbels) los matara después es algo imperdonable.

—¿Trató de convencerla para que no los matara?

—Tiene que entender que en ese momento estábamos viviendo fuera de la realidad. Yo quería que ella sacara de Berlín a uno o dos de los chicos, al menos. La señora Goebbels me dijo: "Los chicos me pertenecen". Tendrían que haberlos dejado vivir. No tenían nada que ver con lo que pasaba.

—¿Qué opinaba de Joseph Goebbels, el jefe de propaganda de Hitler, que se mudó con su familia al búnker el 20 de abril de 1945?

—No me gustaba. Nadie lo quería en realidad.

—¿Qué opinión tenía de Eva Braun? ¿Cómo era ella?

—Ay, Dios, ella no tenía ninguna importancia. Nadie esperaba mucho de ella. Además, no era en realidad la esposa de Hitler.

—Por aquella época circulaban rumores de que Braun estaba embarazada y que el padre no era Hitler...

—Nunca escuché nada sobre eso y tampoco lo creo.

—Cuando conoció a Hitler, ¿qué impresión le causó?

—Yo estaba en la cancillería del Reich cuando alguien nos vino a avisar que el Führer estaba allí. En ese momento, el anuncio no me afectó particularmente. Esa fue la primera vez. Luego el Führer se ausentó de Berlín durante un largo tiempo. Repentinamente volvió. Nos vinieron a avisar que estaba en el edificio. Hitler comenzó entonces a estrechar las mano de toda la gente a la que no había saludado antes. Fue una experiencia interesante. Obviamente, no se trataba de un encuentro formal. Pasado ese día, comenzó a conversar con nosotros de forma habitual y no sólo sobre el clima. Manteníamos conversaciones interesantes.

—¿Puede describir el clima que predominaba en el búnker en los días previos a la muerte de Hitler?

—En los últimos días, Hitler se sumergió en sí mismo.

—Cuando usted fue interrogada por los norteamericanos describió la forma en que Hitler se despidió de su personal médico la noche del 29 de abril de 1945, justo antes de su suicidio. ¿Qué ocurrió?

—Salió de su cuarto, estrechó las manos de todo el mundo y dijo algunas pocas palabras amables. Eso fue todo. La tarde del día siguiente, sólo algunos escucharon el disparo, cuando Hitler se suicidó. No todos lo oyeron. Repentinamente, el Führer ya no estaba más allí. El búnker se llenó de médicos. Yo no vi su cuerpo. Se lo llevaron al jardín.

—¿Qué ocurrió después?

—Corrió la noticia de que Hitler estaba muerto. Ello significaba que la gente ya no tendría que respetar el juramento de lealtad que había hecho con él.

—¿Creía que usted podría abandonar el búnker viva?

—Simplemente no pensábamos en eso. Los soldados se empezaron a ir. Y luego muchos de nosotros se fueron hasta la estación de tren con la esperanza de que si llegaban allí escaparían aún si se topaban con los rusos. Todos trataban de la manera más valiente de salir de esta locura intactos.

—Usted se quedó. ¿Por qué?

—Sabíamos que los rusos se acercaban. Los alemanes escaparon y nosotros nos quedamos. Los rusos nos trataron muy humanamente. Primero mandaron a alguien para hablar con nosotros y ver el lugar. Para entonces, solo quedábamos unos 6 ó 7. Me quedé en el búnker por otros seis o 10 días.

—¿Por qué optó por guardar silencio por 60 años después de su experiencia?

—Porque después de 1945 la gente comenzó a señalarse con el dedo una con otra y a sugerir que éste o el otro era un nazi. Hubo también mucha gente que no dijo nada.

—Usted vio la película "Downfall" sobre los últimos días de Hitler. ¿Qué le pareció?

-- Hay algunos errores pero en general está bien. Hasta me reconocí a mí misma en el personaje de la enfermera.