lunes, mayo 02, 2005

Día del Trabajo Región 4

Este ha sido el primero de mayo más raro que he tenido.

Nunca he tenido que desfilar, ni siquiera en los tiempos oficiales en que el Ejecutivo Federal saludaba a las hordas sindicalistas desde el balcón de Palacio acompañado de su gabinete en turno. Mucho menos ahora que las principales centrales obreras --CTM y UNT-- lo hacen por separado. Pero, por solidaridad matrimonial, tuve que asistir este domingo a la Plaza Mayor para acompañar a mi esposa a hacer lo propio, ya que ella sí está agremiada a un sindicato mexicano y la no asistencia a este importante ritual implica un severo golpe a las arcas familiares. Es decir, así por las buenas y con suficientes argumentos, cualquier ve con buenos ojos dedicarle unas horas de su tiempo a cumplir con los deberes cívicos.

La cita era muy temprano en las oficinas de dicha agrupación. Sin embargo, al momento en que llegamos ya habían zarpado en flamantes autobuses rumbo al Centro. Imagino que para muchos de sus compañeros fue la primera ocasión que pisaban Eje Central o que miraban de cerca a los puestos ambulantes que suelen colocarse en calles como López, Luis Moya y otras cercanas. Algo muy bueno porque se trataba de una manifestación pública en la que todos se identificaban por ser obreros y/o trabajadores. Así que llegar con aires de uff, no sabía que había una entrada del metro similar a la de París en Bellas Artes era algo fuera de lugar, aunque nada que un buen baño de pueblo no pudiera remediar en el instante.

Al momento de llegar al lugar de la concentración, lo primero que escuché fue mi nombre. Vaya, y yo que quería pasar desapercibido. Pero, nada del otro mundo. No era el CISEN o la policía de mi delegación: se trataba de un muy buen colega que pertenece a Luz y Fuerza del Centro, el cual ya estaba ahí listo para representar dignamente a los electricistas contreras a la privatización. Saludos y abrazos, para después preguntarle el lugar en el que el sindicato de mi esposa también debía estar preparándose para desfilar. Luego de ubicarlos, llegamos, saludamos y tomamos las posiciones correctas para emprender la Gran Marcha Obrera, iniciando sobre Cinco de Mayo.

Afortunadamente fuimos de los primeros en llegar al Zócalo y, por ende, en desocuparnos de todo ese aquelarre. Cabe decir aquí que aunque tal sindicato es combativo también es muuuuy light, que aunque posee conciencia de clase, tiene más conciencia de su glamour, así que tampoco era como muy bien visto por los chicos y chicas que lo integran quedarse demasiado tiempo en ese lugar infestado por gente fuera de su promedio estilístico. Así que, una porra, un levantamiento de brazos, un ¡duro duro! con olor a Gyvenchy y vámonos a lo que sigue.

Lo que siguió es lo que bien puede clasificarse como raro. Como he dicho, nunca había tenido que desfilar (de hecho, ni siquiera lo de ayer fue obligatorio para mí, más allá de las convenciones morales) y, por lo tanto, no tenía una idea a ciencia cierta sobre qué sucedía después del desfile. Mi formación de administrador público me hacía imaginar a centenares de obreros reunidos en torno a la rejilla de los mexicanísimos Boing! de guayaba, sobre una generosa pila de ejemplares de La Jornada y discutiendo vehementemente la frágil situación del sector laboral en el país. Quizás también un pase de lista aderezado de consignas muy obreras en las que se dejaba claro que no se iba a dar nunca un paso atrás. Es más, veía en mi mente a los obreros llegados de los estados del país subiendo a sus autobuses y cantando rolas tipo Internacional Socialista u Ojalá mientras regresaban sobre sus pasos, felices y contentos, por haber hecho homenaje a los Mártires de Chicago un año más en "la capital".

Pero, agradable sorpresa, no todos los sindicatos tienen por costumbre tales actos combativos. Así, nosotros después de la marcha abordamos los autobuses y llegamos a la sede sindical donde ya estaba casi todo listo para el convite posterior: muchas cervezas, muchos tacos y mucha música lounge para agazajar a los pequeños héroes de la clase obrera nacional. ¡Wow! No cabe duda que pertenecer a un sindicato tiene sus privilegios, fue lo primero que pensé al sentarme a departir.

Comimos, bebimos y hasta bailamos (en mi caso es sólo un decir, claro) hasta que quisimos. Por aquí y por allá el buen ambiente se esparcía. No era para menos. Sol, calor, Coronas a la temperatura ideal, tacos de guisado (pero sin el peligro de contagio de alguna VDRL) y harta gente bonita. Bridis por aquí, abrazos por allá, glamour y ambiente chick por doquier. Además, fue domingo y la festividad estaba más que justificada.

Yo, externo y arrimado (la combinación semi-perfecta en estos casos), me percaté de un secreto que podría valer oro en los próximos años para todos aquellos que quisiera disfrutar dichos privilegios: para asistir sólo es necesario disfrazarse de mezclilla, camisa blanca y hacer como que se conoce a alguien que ya está adentro. Ahora tú ya lo sabes y puedes intentarlo el próximo año.

Bueno, pues de ahí el aquelarre se trasladó al Olímpico Universitario donde vimos caer --una vez más-- a los Pumas desde que saltaron al campo, ya que la alineación de un número superior de novatos a los permitidos en el reglamento habría hecho ganador de facto a las mariposas, aún si hubiesen perdido en el campo. Sin embargo, lo más interesante de todo fue que en el estadio sólo estaban los que verdaderamente son Pumas de estirpe. Es decir, todos los villamelones que hace apenas un año se colgaban cualquier cantidad de parafernalia azul y oro sólo porque éramos campeones, pero que jamás habían sido hinchas universitarios, ahora han ocupado su verdadero lugar y andan de madres ardientes con los mismos purépechas, con los chemos y demás fauna nociva del fútbol naconal.

El 01-M Tour finalizó en los míticos tacos Chupacabras de Mayorazgo. Luego vimos cómo un tipo se casaba con una señorita bastante feíta en ese programa cultural llamado La Academia, mientras en la otra gran televisora mexicana la señorita argentina de los pechos descomunales era nominada a abandonar la casa del Gran Hermano región cuatro.

Todo un sunday bloody sunday huichol. Sindicalistas de madrugada, socialités de mediodía, hinchas futboleros vespertinos y críticos televisivos de noche.

Como apuntaría una canción que prendió durísimo en la celebración obrera del Sindicuento: that's the way I like it, aha aha...