miércoles, mayo 25, 2005

El problema de fondo de la democracia es el de su capacidad directiva, capacidad que supuestamente le es dada por la legitimidad electoral y representativa de los gobernantes, la observancia voluntaria o compulsiva de las leyes, el gasto público eficiente (que requiere tecnoburocracia, no sólo políticos encantadores), la deliberación y corresponsabilidad ciudadana en los asuntos públicos, la asociación pública-privada para el crecimiento económico. Ahora bien, ¿qué le pasa a la capacidad directiva de nuestra democracia cuando sólo tenemos legitimidad electoral y cojeamos notoriamente en los demás componentes? La impotencia directiva es la respuesta. Se trata de una democracia que no podrá ser jamás gobierno, quien quiera que venga.

Luis F. Aguilar, "El cuidado del futuro", en Reforma, mayo 25, 2005, p. 12.