jueves, mayo 26, 2005

En ocasiones, luego de revisar la síntesis de diarios nacionales o de mirar los sumarios de los noticiarios de la televisión, lo que queda es una sensación de impotencia y paranoia.

Me jode la gente cursi y a lo mejor esto que escribiré sonará así, pero, ante la delicada situación actual del país, ¿qué estamos haciendo?, sobre todo, ¿qué posición adoptamos los que formamos parte, de una u otra forma, de la Administración Pública?

No creo que mucho. Bueno, quizás no todos estemos en áreas a las que les compete directamente resolver o investigar qué se puede hacer al respecto. Pero, también formamos parte del Estado. Es decir, todos deberíamos preocuparnos por nuestro país que, poco a poco, se está dirigiendo al abismo, a pesar de que el Ejecutivo Federal afirme lo contrario y diga que trabaja con alegría todos los días.

Hoy se reúnen a las 17 horas los miembros del Gabinete de Seguridad en Culiacán, Sin. Van a la boca del lobo. ¿Qué hablarán, qué acordarán? Posiblemente algunas acciones inmediatas. ¿Darán resultado? Es probable que no, al menos no en el mediano plazo. ¿Entonces? Alguien tiene que hacer que el Estado mexicano siga siendo lo suficientemente fuerte para controlar la situación.

La aparición de una niña violada y metida en un tambo con cemento, el conteo cotidiano de muertos por ejecuciones, los informes de la situación de la seguridad en México (p.e., el presentado ayer por Amnistía Internacional), los dimes y diretes entres los funcionarios federales y el Congreso, la pérdida del tiempo en estupideces, todo, en conjunto, son la peor señal de que la situación está en focos rojos.

Lo peor es que no tenemos --al parecer-- una clase política con las agallas ni la altura que este tiempo requiere. En este país hay un déficit de liderazgo.