martes, junio 21, 2005

La cooltura y la lectoora

Me llega por correo electrónico la encuesta realizada por Consulta Mitofski sobre prácticas culturales de los mexicanos encargada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Veamos.

Aquí dice que 39.9 por ciento de los entrevistados no leyó ningún libro en el año, que 13.6 uno, 13.7 dos, 18.1 de seis a diez y 6.6 más de diez.

También dice que 31.4 por ciento de mexicanos nunca ha asistido a una biblioteca (no dice si pública o privada o ambas). 16 por ciento lee la prensa escrita diariamente. 42.9 lee revistas una vez al mes y, por el contrario, 38.1 nunca.

Las tres ciudades con mayores índices de lectura son Monterrey, Ciudad de México y Guadalajara, en ese orden.

¿Sorprenden estos datos? No mucho. Algo que se nos ha estado afirmando desde hace varios años: el oriundo de estas tierras no es muy afecto a leer. ¿Es bueno o es malo lo anterior? Pues, a riesgo de sonar a Echeverría ("ni nos perjudica ni nos beneficia") diré que las dos cosas.

Es bueno porque significa que también hay gente que trabaja. No me refiero a que sean actividades enfrentadas, pero es un indicador de que el tiempo se dedica a otro tipo de tareas. Repito, que no se me malinterprete. Como afirma la propia encuesta, "las prácticas culturales de los mexicanos están altamente relacionadas con los niveles de escolaridad e ingreso".

La mala es que esto genera un terreno fértil para los culturosos de los que hablábamos ayer aquí mismo. ¿Por qué? Bueno, pues porque como en México leer es un privilegio de unos cuantos (60 por ciento frente a niveles por encima de 80 ó 90 en países desarrollados), pues cualquiera que tiene un libro en sus manos se siente soñado, especial, único, digno de todos los honores y favores, tocado por Dios y diferente a los demás. ¡Qué patraña! Una versión revisitada de aquello de que en el país de los ciegos ya saben ustedes qué sigue después...

Por ello, y sólo por eso, el Estado mexicano debería relanzar alguna política inmisericorde y semi-fascista para elevar el nivel de lectura de los connacionales. Sólo para quitarle ese halo de misterio al hábito de leer. Sólo para que ya no haya "mexicanos cultos" y "mexicanos nacos". Sólo para que no digan que el que practica esta actividad está "agüitado" o es "súperinteligentísimo". Es decir, para que lo mismo el colega que vende la lotería o el policía de Neza (que por cierto, ya está encarrerado en ese proceso) o el comensal de la Condechi sean la misma y única cosa: lectores en potencia.

Así, para que cuando el morenazo mesero de El Tizoncito escuche una de esas conversaciones en voz altísima de jóvenes RBD's-Condechi les pueda decir, con la mano en la cintura, están pendejos, eso nunca lo dice Carl Schmitt en su libro, en su obra afirmó que tal y tal... (esto es algo que espero que mis ojos vean algún día).

De hecho, analizando lo que sucede en el subterráneo de la ciudad se puede deducir una cosa: un paisano obrero de la construcción debe leer --quizás-- más letras que un culturosito "blogger" de esos que tú y yo conocemos. El primero se avienta semanalmente, casi de manera religiosa, su Sensacional de Lavaderos, su Sensacional de Traileros o su Así soy, ¿y qué?, mientras que el segundo sólo tiene una que otra referencia lejana de libros que conoce sólo de oídas o por haber ejercido los rituales de la lectura de cuarta de forros en presentaciones donde dan vino gratis.

Los primeros leen cosas que los demás consideran incultas. Pero, efectivamente, leen. Ése es el punto. Los otros nomás puro bluff, puro oropel y pura lentejuela.