miércoles, agosto 03, 2005

Don't forget my name

Hoy en la mañana escuchaba a la Aristegui decir que, ante la nota que ha presentado hoy Reforma en primera plana sobre los excesos del gobernador del Estado de México al momento de nombrar a sus obras públicas, pues debería recurrirse a los clásicos, a lo que dice el librito de lo políticamente correcto. Es decir, en lugar de ponerle Distribuidor "Arturo Montiel", o Libramiento "Arturo Montiel", u Hospital General "Lic. Maude Versini de Montiel" (la segunda esposa de Arturo Montiel), o Centro Médico del Issemyn "Arturo Montiel", que se les denominara Distribuidor "Benito Juárez" o Libramiento "Benito Juárez".

El caso del ejecutivo local que pide poner a México en marcha en su precampaña presidencial es, sin duda, un exceso digno de la peor de las repúblicas bananeras. Un ejemplo clásico de lo que es el PRI y el abuso del poder que desde siempre se ha ejercido alegremente al interior de ese partido. Una muestra contundente de que ser priísta implica un modo de vida y unos usos y costumbres peleados con el mínimo de razón ad infinitum. Eso de ponerle tu nombre a las obras públicas del estado me parece, además, del peor de los gustos posibles. Bueno. Pero también la propuesta de la Sra. Carmen me parece que ya no entra en la lógica de estos tiempos violentos. Es decir, pobre Juárez, ya déjenlo descansar. Ya miles, millones de calles, plazas cívicas, centros de convenciones, auditorios municipales, puentes, estaciones del metro, salones multiusos, en fin, todo un largo etcétera de sitios públicos (y hasta privados) llevan el nombre del prócer oaxaqueño. En verdad, ¿no habrá otros héroes nacionales a los cuales recurrir para nombrar a las principales simbologías cívicas de este país?

Y cuando pregunto esto tengo en mente no sólo a Juárez, sino también a Madero, Zapata, Villa, Allende, Hidalgo y demás héroes nacionales a los cuales se les ha explotado hasta el exceso para designar sitios y lugares del país (y hasta del extranjero). Lo anterior parece que sólo lo han entendido –pero equivocadamente—los panistas hidrocálidos, los cuales, bajo el argumento de que"son ciudadanos dignos de ser encumbrados", recientemente aprobaron poner los nombres de Victoriano Huerta, Porfirio Díaz y Agustín de Iturbide a las calles de la colonia Vicente Guerrero en la capital de Aguascalientes (El Financiero, agosto 3, 2005, p. 36).

¿Qué tal? Por un lado, un gobernador priísta quiere inmortalizar su nombre –y el de su segunda mujer—en placas de cemento a la vista de todos aquellos automovilistas que utilicen los distribuidores viales que mandó construir y, por el otro, unos miembros del Cabildo de Aguascalientes, panistas, deciden que algunos de los chicos malos de la historia mexicana son dignos de ser encumbrados mediante su inscripción en una placa en cada orilla de las calles. Quisiera ver la cara del imperialista de Iturbide al saber que fue homenajeado en una colonia... popular (justicia divina, dirán).

Pero, para que no digan que en este blog nada más criticamos y no aportamos nada, pues nosotros sugeriríamos que las autoridades públicas de los tres ámbitos de gobierno compren el diccionario de Humberto Mussachio (uno que se compone de tres tomos y que es algo así como el Who's who in Mexico?) para que de ahí puedan tomar ideas para denominar a cuanta cosa quieran. No estaría mal ver, por ejemplo, el Distribuidor Vial "René Avilés Fabila", o el Hospital para la Atención del Niño y la Madre "Joaquín Capilla", o el Puente Internacional "Guillermo Sheridan", ¿no?

Para cerrar, recuerdo que en la universidad un compañero –el buen Saidomán—y yo nos dimos a la tarea de darle identidad a algunas de las aulas que nos vieron formarnos en esos años de la década de 1990. Así, un salón de clases del Edificio A-6 de lo que hoy es la FES Acatlán se llamó, por decreto nuestro, "Aula Gaspar Henaine", otra "Aula Germán Valdéz" y otra "Aula Kurt Cobain". Estoy casi seguro de que cuando llegaron las hordas huelguistas del CGH borraron nuestras placas (que no eran de cemento) y renombraron nuestros salones con aberraciones del tipo "Aula Ho-Chi-Minh" o "Aula Delgado Fernandillo".

Cuando sea alcalde de mi pueblo lo primero que haré será renombrar la Sala de Cabildo con el nombre de Max Weber Chatanuga.

Así habló la burocracia.