viernes, septiembre 02, 2005

Layla

Uso como título esta canción de Oasis --otro de mis grupos favoritos, digan lo que digan-- para anexar dos textos porque es la que está sonando precisamente en este cibercafé. Como recordarán, les comenté que escribo una columna semanal para un diario regional, allá en un pueblo poblano de cuyo nombre no quiero acordarme, je. Bueno, pues las últimas dos colaboraciones que hice fueron de una antigua entrevista que realicé a René Avilés Fabila cuando aún era director de El Búho y cuando yo todavía era estudiante de licenciatura (bueno, no hace mucho, no tanto, creo).

Así que, sin más, aquí va.

PS. Por cierto, en este mes no sólo se celebra a la Nación Mexicana... también se conmemora nuestro segundo aniversario de estar en la blogósfera. ¡Aguante!




La política decepciona, la literatura no. Entrevista a René Avilés Fabila.
(Primera de dos partes)


Durante varios años asistí puntualmente cada domingo al puesto de periódicos de la calle Juárez. Curiosamente, el diario que compraba se llamaba igual que el establecimiento. Cada semana adquiría Excélsior en Excélsior. La verdad, no lo buscaba porque fuera el mejor o el más completo. De hecho, desde 1976 este periódico ha transitado un gris y abúlico camino hasta nuestros días. Sin embargo, su punto de diferencia con los demás diarios nacionales era el suplemento cultural. El Búho: el sitio donde muchos desarrollamos el hábito de leer y escribir.


Al frente de esa publicación estuvo desde su fundación en septiembre de 1985 hasta su desaparición en enero de 1999, René Avilés Fabila (Ciudad de México, 1940). Un escritor que ha combinado su formación académica (Ciencias Políticas en la Universidad de México y en La Sorbona) y literaria (Centro Mexicano de Escritores) con el fin de abordar sus preocupaciones inmediatas: el periodismo cultural, los ensayos políticos y la literatura. Premio Nacional de Periodismo en 1991, recientemente la editorial Nueva Imagen comenzó a publicar sus Obras Completas, colección que estará integrada por doce volúmenes.

Es una fría mañana en el Edificio Excélsior, en el cruce de Reforma y Bucareli en la Ciudad de México. Tengo frente a mi a René Avilés y comenzamos.

¿Qué te consideras más, un editorialista político o un literato?

Visiblemente un literato. Yo hago editoriales políticos porque tengo una vocación política. Tengo una actitud que me ha llevado a la militancia, pero separo muy bien la política de la literatura.

¿Cuáles son las diferencias entre un artículo político y la literatura?

Formalmente son muchas. Un artículo político hay que hacerlo de un día para otro, requiere cierta habilidad para ordenar ideas y criticarlas. Pero desde luego no está ahí el trabajo artesanal de la literatura. En la literatura hay mucha más libertad, una libertad total.

¿Qué es para ti la política actualmente y cuáles son sus fundamentos?

Yo creo que ya no hay que bordar mucho sobre qué es la política y para qué sirve. Yo aprendí en la Facultad (de Ciencias Políticas y Sociales) que la política es una actividad destinada al bienestar de la comunidad. Así de sencillo. De tal manera que, antes de La República de Platón o después de Lenin, la idea sigue siendo la misma: crear o producir o coadyuvar al bienestar de la sociedad. Desgraciadamente, nunca sucede esto. La política se ha envilecido, se ha llenado de lugares comunes, de vulgaridad, de bajeza, pero evidentemente es muy cotizada. Es una forma de enriquecerse al amparo del poder.

¿Este choque te hizo perder pasión por la política y te llevó a la literatura?

La política decepciona, la literatura no. La literatura ennoblece, permite crear un mundo, el que uno desea. Cuando uno lee a los clásicos y ve desde las aulas el mundo de la política se ennoblece de manera extraordinaria. Pero aún donde uno milita –porque ahí está la nobleza de la idea—no dejan de haber seres humanos y, por generosa que sea la ideología, es fatal.

¿Cuáles clásicos te influyeron?

Recuerdo que me llamó mucho la atención El Príncipe de Maquiavelo, que sigue siendo un libro clave. Pero yo recomendaría las Utopías, la de (Sir Thomas) Moro, la de (Robert) Owen, la de (Tommasso) Campanella, quizás los textos más bellos que hayan podido escribirse dentro de la literatura política. A veces no sólo son necesarias para mantenernos moralmente, también son posibles de convertir en realidad. Desgraciadamente lo que se lee son los discursos de Salinas o de Zedillo.

En tu libro Memorias de un Comunista (1991) abordas tu militancia en el mítico Partido Comunista Mexicano. ¿Qué es para ti la izquierda hoy?

Yo creo que la izquierda ha cambiado, se ha convertido en centro-izquierda. Sin embargo, sigo viendo esos excesos de protagonismo. Tiende a estar prodigiosa, maravillosamente dividida. El "yo tengo la razón", "la vía que yo propongo es la adecuada". Este ha sido el gran problema de la izquierda. Ahora la izquierda mexicana si no me ve como su enemigo, sí como un ser despreciable. En un cuento que acabo de publicar digo: definición: pobre de mi, estoy perdido, la izquierda me considera derechista y la derecha un terrible comunista. Es el precio por la independencia que he preferido adoptar.

¿Es posible la congruencia entre la forma de pensar y el modo de vivir en los creadores?

Eso depende de cómo quiera uno ver las cosas. Pongamos un ejemplo. Siqueiros fue toda su vida un impecable comunista. Ganaba mucho dinero, no se lo podemos reprochar. No lo ganaba haciendo negocios con la Conasupo o vendiendo terrenos con Hank González o como Aguilar Camín adulando a El Príncipe. Es decir, lo ganaba con su arte, en donde además exponía su pensamiento político de comunista. Finalmente, el marxismo nunca ha pregonado la miseria ni la humildad. Al contrario. Ha pregonado –y por eso Marx estudia a los países altamente desarrollados—la repartición de la riqueza. La humildad, la pobreza la andan pregonando los católicos, los cristianos...

Post Scriptum
Se ha estrenado Hotel Ruanda (RU, EUA, Ita., Sud., 2004). Un filme que debe verse para tener una idea de lo que el odio racial y étnico –algo nada ajeno a la realidad mexicana—puede ocasionar cuando la pobreza y la locura se unen sin que nadie se ocupe del problema.



La política decepciona, la literatura no. Entrevista a René Avilés Fabila.
(Segunda de dos partes)


La oficina de René Avilés Fabila está llena de libros, de papeles, de búhos. Constantemente se reciben llamadas, se giran instrucciones, se atienden peticiones. Se comentan las noticias del día y los principales personajes políticos son destrozados por la ironía gremial de ese lugar. Más adelante, dentro de la redacción del desaparecido suplemento El Búho, Avilés encabeza a un grupo de amigos que, entre bromas aún más ácidas y guiños de complicidad, elaboraban esa mítica publicación. Entre dichos colaboradores se encontraba Elsa Cano, antigua profesora de literatura en la Preparatoria 9 de una de mis compañeras en Ciencias Políticas y Administración Pública en la Universidad Nacional, y gracias a quien he podido concretar esta entrevista.


Avilés se da un tiempo para continuar en la plática. Se acerca el final de la entrevista mientras lanza la pregunta general sobre si pensamos que "Confieso que he bebido" (juego de palabras que alude al nombre de las memorias de Pablo Neruda, "Confieso que he vivido") es un buen título para su autobiografía.

Si algunos intelectuales y creadores ocuparan puestos clave dentro de la administración pública, ¿cambiarían las cosas o el propio sistema los absorbería?

Este es un problema al que México se ha enfrentado desde hace más de 30 años. En 1960, cuando Enrique Ramírez y Ramírez, un viejo militante de la izquierda se afilia al PRI y se hace diputado, resulta que está allí para cambiar el sistema desde adentro. No cambió nada. Él, como (Vicente) Lombardo, terminó elogiando al gobierno durante el 68. Y ahora lo vuelvo a escuchar: "estoy adentro para cambiar el sistema". No lo cambias, es una maquinaria muy enmohecida, muy corrupta, muy viciada. Si uno quiere cambiar al país positivamente tiene que dar la lucha frontal. Dentro no, te absorbe.

Entonces, ¿cuál es el papel del intelectual en la sociedad?

El papel del intelectual es constantemente ser crítico si su mayor conocimiento, su mayor experiencia le permite –justamente—jugar ese papel, señalar lo que está mal para modificarlo. Pero ésta es una parte ideal. Son muy pocos casos donde el intelectual mantiene esta actitud. Pero mira, no es problema del Estado. Yo, como profesor universitario, lo veo en mis alumnos. En el primer año todos son de izquierda, todos odian a Televisa, al gobierno, a Excélsior, se visten agresivamente. Y cuando uno los toma en el último año se cortan el pelo, se bañan, se peinan, ya no son como Carlos Monsiváis porque la sociedad los va modelando a su imagen y semejanza. Es decir, nunca nadie es permanentemente rebelde toda su vida, salvo, claro, los escasísimos ejemplos: Juan de la Cabada, José Revueltas...

La crisis cultural de este país es –quizás—peor que la económica. ¿Cómo estimular al Estado y la sociedad en este tema que parece prescindible para ambos?

Efectivamente la cultura y la educación son salvadores. Pero, el Estado mexicano que ha jugado un papel glorioso –el término sé que es ampuloso—ya está exhausto. CONACULTA son las patadas de un enorme y maravilloso ahogado. Ahora la sociedad será la que tendrá que ir determinando cómo y de qué manera se adquiere la cultura y la educación, pugnar porque el Estado imparta educación y promueva la cultura atendiendo las necesidades de cada uno, que cambien las casitas sórdidas de la cultura donde dan cursos de hipnotismo, astrología... imbecilidades, según los criterios de un retrasado mental político.

Regularmente estás rodeado de jóvenes...

Yo vivo rodeado de jóvenes y algunos son admirables y otros son imbéciles, como lo fueron en mi generación. Hay una mayor cantidad de jóvenes participando en política y, sobre todo, ya hartos de lo mismo. Esto me permite pensar que muy pronto veremos cambios importantes en México.

¿Qué pueden hacer los estudiantes, desde las aulas, para acelerar estos cambios?

Lo primero que tienen que hacer es formarse y formarse muy bien, para poder salir a dar la pelea, para no hacer el ridículo cuando uno se enfrenta a un terrible hombre perverso, maligno, pero inteligente, como Diego Fernández de Cevallos. Después ya no tiene uno tiempo. Después uno ya no lee lo que quiere porque tienes que trabajar, mantenerte a ti mismo.

Un prototipo de estudiante integral, culto.

No lo veo de otra manera. Es decir, el muchacho, la muchacha que no leen poesía, que no van al cine, que no oyen música, que no saben de pintura, son unos imbéciles. De plano. Yo admiro a la muchacha –y procuro enamorarme—de la que hace todo esto. Hay de qué platicar, qué intercambiar, enriquece. No lo veo de otra manera.

¿Cómo te consideras?

Siempre he sido medio anarquista. No soporto el poder encima.

Un anarquista cínico...

Sí, bueno, eso me lo han dicho todas las mujeres. No las tomo en serio porque en muchas hay rencores amorosos.

Post Scriptum
Se ha confirmado la fecha de la tercera presentación de los Rolling Stones en la Ciudad de México en su historia. El próximo 26 de febrero de 2006 seremos testigos –una vez más—del paso de la banda de rock más grande que alguna vez haya pisado este planeta.