¡Arrepiéntanse!
Algo raro está pasando en este planeta. Los agoreros del desastre están relamiéndose los bigotes con inusitada pasión. Los que dicen que saben leer las estelas de los mayas están recetándonos toda una serie de conclusiones mafufas sobre la veracidad de la sentencia del Chilam Balam (o de quien haya sido), relativa a que el 2012 representa el fin del mundo tal y como lo conocemos hasta hoy. Los Testigos de Jehová y otras sectas oportunistas aprovechan los últimos acontecimientos para llevar más ovejas a su redil (y más diezmos a las arcas del Pastor, claro), bajo la oferta de conseguir con anticipación y descuentos los pocos lugares que quedan disponibles en El Cielo sin tener que hacer largas filas en El Purgatorio. Los ayatolas de los medios de comunicación se regocijan ante la inacabable cantidad de cabezas de sumarios sensacionalistas y amarillistas de que disponen ahora. Los consultorios y las líneas telefónicas de chamanes, astrólogos y demás adivinos no dejan de repiquetear y recibir visitas ante la incertidumbre de los días y los meses actuales. En fin. Son épocas oscuras y los falsos profetas emergen cual setas después de la lluvia staniana.
En efecto, no acabábamos de recuperarnos de Emily cuando arribó Katrina. Aunque esta última no nos golpeó directamente, sí nos lo tomamos como muy personal y tuvimos que ir a hacer acto de presencia por los intereses comerciales que mantenemos con los norteamericanos y, sobre todo, porque ya casi cualquier frontera con ese país es como una extensión más de la Agrícola Oriental por el número de paisanos que ahí habitan. El convoy del Ejército entró a territorio yanqui para regocijo de todos, asistieron puntualmente a los necesitados (aunque no sin haber recibido un regaño de su contraparte sajona por tener un pelo en la sopa) y regresaron como héroes nacionales, sólo comparables con Giovanni, Vela y compañía al retornar de Perú. ¿Y después? Nada, que luego aparece Stan con todo y su caudal de lluvia, vientos y desolación en el sureste mexica. Todavía no termina de “pasar lo peor”, como dice el presidente municipal Fox, cuando el día de ayer se ha formado en el Caribe una nueva amenaza para la Península de Yucatán: Wilma. O sea, ¿cómo?
De acuerdo. Es el riesgo que tenemos por vivir cerca del mar y el sol y la arena blanca y el buen clima y demás beneficios que nos otorgó el Señor al habernos colocado en esta zona planetaria tropical y guapachosa. Sin embargo, la conclusión que nos queda es que ya estuvo, es decir que ya fueron suficientes emociones fuertes por este año. Los que estudian esta clase de fenómenos naturales ya no cuentan con nombres para designar a las tormentas tropicales y huracanes de la actual temporada (y aún falta un mes para que se dé por terminada la cartelera de desastres pluviales de 2005). Para rematar, los últimos acontecimientos parecen mostrarnos que, aunque un ciclón se forme en las costas de Surinam, siempre, siempre acabará golpeando Yucatán, Chiapas o Puebla. Así de mala es la suerte que nos ha tocado en estos días aciagos.
Y como si esto no fuese suficiente, dos tragedias más se avecinan en el corto plazo. Una de corte natural y otra social. En primer término, la cepa H5N1, que no es otra cosa que la multicitada gripe aviar. Por lo que se puede leer en los diarios internacionales, la cosa va en serio y amenaza con ser una de esas pandemias que de vez en vez surgen en el orbe para exterminar a unos cuantos millones de seres que están de más por aquí (claro, a criterio de la propia naturaleza). Primero fue Asia, pero ahora está a las puertas de Europa. Los recientes casos encontrados en Rumania y Grecia dan cuenta de que el bicho se acerca y es –al parecer—incontenible su avance. Por supuesto, el hecho de que este mundo se haya convertido en un pueblote hace que cualquier foco de infección que aparezca lo más lejos posible pueda trasladarse en unas cuantas horas hasta Occidente. Antes, la peste, el cólera, la malaria y demás tragedias bíblicas aparecían en villas, burgos o comarcas y ahí se quedaban. Quizás abarcaban un país, un continente, pero hasta ahí. En nuestros tiempos cualquier viajero frecuente de Delta Airlines puede ser la personificación de uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis Ahora.
Según Lee Jong-Wook, quien es el mandamás de la OMS, la pandemia es inevitable. Es decir, ya de entrada no hay que hacerse muchas esperanzas de que todo acabará como una anécdota más de esas enfermedades raras que surgen lejos, muy lejos de casa. Aunque no se sabe cuándo comenzará todo –lo que depende del instante mismo en el que el virus mute y se pueda propagar de persona a persona—el punto es que hay que estar preparados. ¿Por qué es inquietante esta situación? Primero, el fenómeno es mortal o semi-mortal. Segundo, no hay suficientes vacunas. Tercero, una persona infectada puede contagiar a la mitad de un vagón del metro con el solo hecho de estornudar. Cuarto, si el virus muta se calculan hasta 7.4 millones de personas que podrían morir (dato de la propia OMS). Quinto, de acuerdo a la migración de las personas y de las propias aves, es probable que ninguna zona planetaria esté a salvo. En suma, puras buenas noticias.
La segunda amenaza, esta de corte social, es la que sucederá el próximo miércoles de 26 de octubre de 2005 en el campo sagrado de Ciudad Universitaria. Las gallinas –se dice—jugarán su partido correspondiente a los cuartos de final de la Copa Sudamericana como locales ahí ante Vélez de Argentina. Mi pregunta es, ¿qué les pasa a los asesores de Rectoría? En serio, ¿estarán dormidos o serán muy naives o de plano no hay tales? ¿Cómo pueden imaginar que todo sucederá “en calma” ante tal hecho?
Bajo una supuesta bandera de nacionalismo se tratan de justificar los peores errores de análisis y proyección de escenarios. Una de dos: o en el Patronato y en Rectoría menosprecian a los hinchas universitarios, o lo hacen a propósito para joder al prójimo. De hecho, hasta el capitán de las gallinas, Pavel Pardo, ha dicho que su equipo no puede jugar ahí. ¿Entonces? Además, no jodan, tienen al Azul, el Neza 86, La Corregidora, La Bombonera, el Miguel Hidalgo, es más, el Cuauhtémoc de Puebla parece más su casa que el propio Azteca. ¿Por qué necesariamente el Olímpico Universitario?
Las declaraciones de la gente de la Universidad Nacional de los últimos días apuntan a que, ok, no hay bronca y no pasará nada. Ja ja. Ya veremos el jueves 27 si esos mismos personajes confirman que todo este follón ha sido en beneficio del fútbol mexicano. Si se desea erradicar la violencia lo más sensato es tener, al menos, sentido común para no provocarla. ¿Por qué coños fomentarla con algo que es totalmente prescindible? Lo peor de todo es que Hugo, Padilla y hasta el mismo capitán Beltrán salen diciendo que no hay problema que los amarillos jueguen en nuestro campo, que se trata de un equipo de México y que los aguiluchos harían lo mismo si los Pumas necesitaran de una pequeña ayuda de sus amigos. Ay sí, tú. Después no se asombren por lo que pudieron haber provocado. Como dirían las abuelas, no siembren el espantajo para que luego no se anden espantando. O ya entrados en frases contundentes, como diría el filósofo de Ciudad Juárez, ¿pero qué necesidad?, ¿para qué tanto problema?
Así las cosas, el planeta está dando señales de que la cosa no va nada bien y que, bueno, tendremos que aplicar con mayor velocidad y rigor las enseñanzas que nos dejaron las películas de ficheras, personajes de la calaña del Flaco Ibáñez y el Caballo Rojas, así como los innumerables grupos cumbiancheros de la década de 1980: a coger y a chupar que el mundo se va a acabar...
La suerte está echada.
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