jueves, octubre 06, 2005

Little by little

Ayer estaba en la azotea de la casa pelando un cable para conectar el cable cuando de repente ocurrió un tremendo choque en la esquina.

Primero un sonido de motor a todo lo que da, luego un derrapón de llantas, luego un golpazo, después otro golpe menor, luego el sonido de una alarma activada y, finalmente, otro estruendo. Pasados unos segundos, las sirenas de la policía. Wow. ¿Qué habrá pasado? Entonces, como buen ciudadano bajé a enterarme del chisme, dejando botados cuchillo cebollero y demás artilugios dignos de tal faena nocturna.

Llegando al lugar de los hechos, una imagen semi-dantesca. Una camioneta X-Trail blanca súper dañada, trozos de cristales regados en la glorieta, un fuerte olor a quemado y mucha, mucha policía rodeando el área.

Por supuesto, no sólo yo mostré ese espíritu inquieto por saber qué coños había pasado en nuestra tranquila colonia de la Benito Juárez, que según el PNUD es casi casi como habitar en Nüremberg o Hamburgo. Ahí estaban ya el Sr. Ochoa que repara los electrodomésticos, la dueña de la paletería Rosita, mi vecino Carlos que siempre anda semi alcoholizado de cerveza, Idalia la de los ultramarinos, la gordita que vende las tortillas de harina, en fin, todos, todos estábamos ahí. ¿Para qué se les ocurre montar su espectáculo en nuestra calle?

Los protagonistas se iban notando conforme pasaban los minutos. Por ahí empezamos a percatarnos que alguien estaba metido en la patrulla, por allá una señora muy normal iba de un lado para otro hablando por el móvil, por doquier estaban los uniformados. Los comentarios de la gente anunciaban que se había tratado de un choque común y que tanta movilización policíaca era innecesaria. “Ojalá así fueran cuando se les necesita”, decían las señoras alarmistas.

Pues no. Resulta que en ese momento se les necesitaba. Después de las múltiples hipótesis y versiones encontradas que siempre se desprenden de estos sucesos, el asunto fue más o menos así. La señora del teléfono en cuestión había sido asaltada a mano armada por un tipo que la despojó de su flamante camioneta. El tipo huyó, pero la mujer, no conforme con observar pasivamente que un wey cualquiera le quitara su medio de transporte, dio parte a la policía. Por increíble que parezca, estos funcionarios públicos se pusieron a trabajar y, mediante una intensa persecución, fueron acosando al tipo hasta el punto en que, al querer dar una vuelta a gran velocidad, perdió el control y se estrelló. El coche quedó –literalmente—patas para arriba y, aún así, el ladrón quiso escapar, pero como ya estaban ahí los tiras lo encañonaron y lo detuvieron.

Después llegaron los bomberos y la ambulancia. Todo un cuadro como de escena de Gonzáñez Iñárritu. Nadie salió lesionado, pero ahí estaban los cuerpos de rescate por si las dudas (imagino). Una vez que volvieron a colocar la camioneta en su posición normal, la dueña se dedicó a sacar sus bolsas del supermercado. Ja. Buena imagen. Como le comenté a mi esposa, la tipa se enojó no tanto porque le hubieran arrebatado su Nissan, sino porque le habían quitado sus compras de la semana (así son las mujeres).

Entre el comportamiento de la gente que me llamó la atención estuvo el hecho de que muchos estaban casi en las narices del asaltante tomándole fotos con sus móviles. Otros estaban codo a codo con la policía como queriendo hacer algo, aunque lo único que lograban era estorbar (como yo, por ejemplo). Claro, la facilidad con que la gente da explicaciones de cosas que ni siquiera tiene idea de por qué o cómo sucedieron también es digno de mención. En fin. El toque nacional y cotorrón a un accidente.

Por todo este follón ya ni pude conectar el cable para ver el partido de Pumas desde La Paz.

En otro tema, ayer la Corte determinó negar el amparo al llamado “Poeta Maldito”, Sergio Witz, campechano de nacimiento, quien en 2001 publicó una composición denominada “La Patria entre Mierda”, la cual reproducimos en este momento (con riesgo de que nos acusen de cómplices).

Yo me seco el orín en la bandera
De mi país
Ese trapo
Sobre el que se acuestan los perros
Y que nada representa
Salvo tres colores
Y un águila
Que me producen
Un vómito nacionalista
O tal vez un verso
Lópezvelardiano
De cuya influencia estoy lejos
Yo, natural de esta tierra
Me limpio el culo
Con la bandera
Y los invito a hacer lo mismo:
Verán a la patria
Entre la mierda
De un poeta.

La verdad, qué bueno que le van a aplicar los rigores de la justicia selectiva a este seudo-vate. Sobre todo por el pésimo gusto que tiene al escribir. Además, alguien que se presenta así mismo como “poeta” ya no es de fiar desde el inicio, ¿no? Imaginen esta escena. Llega el tipejo al pub, encuentra a una chica guapa y le dice de sopetón hola, soy Sergio Witz, soy campechano y soy poeta. To-ma-chan-go-tu-bo-li-llo. Es como si llegara otro y dijera hola, soy Alejandro Echavarría y soy luchador social. Juar juar. O bien, que llegara el tal Martín Corona y se presentara así hola, soy Martín y soy una joven promesa literaria de Xalapa.

Esto me ha recordado la manera en que se presentaba el Director Jurídico del municipio donde habitan mis padres. El bastante original de esas tierras solía anunciar su presencia así: soy el Lic. Chino Hernández, abogado de profesión, aficionado del Derecho.

Es decir, no succionar.

Por cierto, para quien no me conozca, soy Weber y soy burócrata.

Bueno, pero para ejercer el derecho de réplica al que tiene derecho todo ciudadano en democracia, el tal poeta dice en entrevista con El Universal que “la libertad de expresión no puede ni debe tener límites, de lo contrario estaríamos en estado de sitio de la mente”. Algo hay de razón en eso. Witz afirma que escribir el seudo poema fue “una llamada de atención sobre los falsos patriotas”, y continúa su perorata: "¿que pudo haber sido dicho de otra manera? Quizás, pero ese es mi estilo de escribir”. Ay sí, tú.

Lo dicho, el problema no es la libertad de expresión, sino su mal gusto.

Ya para cerrar el tema, sus –al parecer—últimas palabras desde el pedestal de “maldito” serán: “para mí el patriota no sólo es el que elogia, sino el que también hace una crítica”. I’m bloody scared!

Ya lo dijo el buen Bukowski en algunos de sus libros: dijo Dios: he visto que he creado muchos poetas, pero no tanta poesía.

Alea Jacta Est.

PS. Felicidades otra vez al Paquito, quien no es maldito, pero sí poeta de la jurisprudencia.