Home sweet home
Una de las preguntas que más me han hecho históricamente es, ¿por qué no se compran un coche? Mi respuesta invariable ha sido: porque vamos a comprar un departamento. A partir del viernes primero de diciembre esto se convirtió en una realidad.
En efecto, ese día se firmaron las escrituras y nos entregaron el piso donde viviremos en el muy corto plazo. No salimos de la delegación en la que hoy día estamos (Benito Juárez), no tanto porque según el PNUD sea como habitar en Milán o Bonn, sino porque de acuerdo a un oscuro Bando emitido por AMLO al inicio de su gestión, esta demarcación ha sido la más vulnerable a eso que llamaron "reactivación habitacional", es decir que se repartieron a diestra y siniestra permisos para construir desarrollos y condominios en los terrenos donde antes nada más vivían dos o tres viejitos en casonas enormes.
El sábado pasado tuvo lugar nuestra primera junta de vecinos. Uf. Me sentí protagonista de esa pésima serie mexica llamada así, "Vecinos", que dan por la tele naconal. De entrada, el catálogo de la clase media de la Ciudad de México. Juventud cotorrona mayoritaria, uno que otro señor con su mujer, muy pocos de la tercera edad y, cosa rara, ningún crío. Todos, eso sí, muy participativos y luego luego invocando no sé cuántas leyes y decretos y reglamentos y demás artilugios jurídicos. Por supuesto, muchos empezaron como que a "imponer" su liderazgo --imagino-- con la intención de que se les respete o no sé bien por qué, el caso es que ya dejaron sentir su influencia alzando la voz o creyéndose los líderes mesiánicos del INFONAVIT. Un señor ya entrado en años y que se pinta el cabello (y que dijo ser "auditor") fue el único panchero de tiempo completo que auguramos habitará en nuestro edificio. Por allá, otros dizque "contadores", "abogados" y demás parafernalia que da cuenta de que eso de las universidades públicas sí ha dado resultado en educar a los hijos de la Nación Tenochca. No se ven mala onda, tengo que reconocerlo, pero tomemos en cuenta que se trató de la primera junta, es decir todos querían como que darse a conocer y quedar bien. Por mi experiencia puedo prever que en unos meses más todos estarán hartos de reuniones y diálogos y debates, y lo único que querrán será saber cuánto es de mantenimiento, cuándo debe pagarse y tener la certeza de que los demás los dejaremos vivir en santa paz.
Como dato curioso, al llegar a la mentada junta lo primero que percaté es que un tipo que trabaja en este mismo Ministerio vivirá en el condominio. Mmmtamá..., pensé. Pero lo peor es que no sólo es vecino de edificio, sino que estaba en nuestro piso (el quinto). El acabose fue cuando nos dijo el número de su departamento, el cual fue, oh sí, el que está justo frente a nuestra puerta. Maldita sea. Yo que quería privacidad y miren, no sólo ya conozco a mi vecino, sino que trabaja en el mismo sitio que yo. Joder.
Al final de la junta nos quedamos algunos y se formaron los primeros sub-grupos a hablar de que si el gas, de que si la otra junta, de que si el comité de vigilancia, de que si no sé cuántas cosas más. Uno de dichos vecinos, el cual sí se ve como que más buena onda y alivianado, pero no por eso menos "inquieto", nos enseñó su departamento para darnos algunas ideas sobre cómo sortear el asunto de la estrechez con la funcionalidad y la estética. Recordemos que nuestros nuevos aposentos son versión minimí, es decir departamentos de 60 punto y algo metros cuadrados. Sí, ya sé que dirán, juar juar, vivirán en pichoneras, pero el asunto es que fueron de los más grandes que encontramos por un precio no tan desorbitado (había unos de Casasmax que vendían en casi 800 mil pesos por apenas 57 metros cuadrados). Bueno, el tema al que voy es éste: ahí estábamos viendo que si los clósets, que si las habitaciones, que si la mesa de centro, que si cómo poner el refri y el micro, que cómo acomodar los burós (o como se escriba el plural de buró), cuando no faltaron los comentarios amables de nuestros anfitriones del tipo "este comedor NADA MÁS nos costó 9 mil pesos", o bien, "esta recámara por sólo 12 mil..." y otras cosas por el estilo. Digo, está bien, ¿no? Mi pregunta es, y si tienen tanta plata, ¿por qué andan comprando departamentos como los nuestros? Es decir, donde ahora será nuestra casa no es, claro, ni de lejos, un pisito de la salida a Ecatepec hecho por Residencial Galaxia, pero tampoco es uno de los pisos tipo Bosques o Polanco a los que nuestros vecinos intentan imitar el modo de vida.
La vida social no es mucho lo mío (creo que ya ni es necesario comentarlo). Me jode socializar y poner cara de ay sí, qué padre, ¿verdad? Pero, bueno, no hay de otra cuando se va a vivir junto a 57 familias más en esta ciudad. El miércoles habrá otra junta para designar al dichoso comité y, además, para ir poniendo en claro temas como la administración y otros asuntos. Un microcosmos de lo que sucede en la política nacional. Mucha gente se queja de que los diputados y senadores se la pasan hablando, ¡pero cuando nos enfrentamos a cuestiones concretas resulta que a la mexicanidad le da por la juntitis aguda! Además, eso de que a la población le gusta evitar trámites también choca con la realidad. Al menos en esta primera junta, una considerable mayoría empezó a hablar de leyes y procedimientos y no sé cuántas cosas más que sólo complican al ciudadano común. Es decir, que lo que queremos es vivir tranquilamente y evitar andarnos complicando la existencia. No me vengan con esos terminajos seudo jurídicos.
Por lo demás, todo va muy bien. Claro, hay que pensar ahora en pintar, realizar algunos (muchos) detalles como las instalaciones, agendar las mudanzas y cargar, cargar todo hasta el quinto piso. Uf, olvidaba lo de la decoración. Un tema puntiagudo porque implica negociar espacios, tiempos y dinero. Creo que dejaré --casi-- todo en manos de Sivel.
Tengo unos colegas que tienen hasta cuatro coches, pero están bajo la custodia de sus progenitores. A estas alturas de la existencia prefiero tener a dónde caer y, además, ya no vivir en la casa de mis padres ni tener que andar pagando renta ad infinitum, sobre todo lo segundo. Al rato ese pisito sube de plusvalía y lo vendemos y nos compramos la ansiada casa en la que sí quepan todos los cachivaches.
Como detalle final, cuando recorrimos lo que será nuestra nueva colonia vimos unos improvisados carteles en las ventanas de las casas, digamos, de tradición en esa área. Decían algo así como "alto a más construcciones". La verdad, señores, les doy toda la razón. Si yo fuese vecino histórico de su colonia me opondría férreamente a que llegaron arribistas a tumbar casonas antiguas donde nada más habitaban dos viejitos con el fin de montar torres donde acomodarán (es un decir, claro) a 116 familias. Mientras los de la tercera edad nada más tenían un cochecito, consumían pocos watts, requerían poca agua y, en general, no generaban tantos problemas, ahora estos nuevos semi-ricos trepadores de la clase media vendrán a colapsar tráfico, servicios y convivencia urbana porque, de repente, dijo el señor de Macuspana que había que "repoblar" la delegación.
Tengo un sentimiento encontrado al respecto. Por un lado, me alegra mucho tener casa propia. Por el otro, me da terror pensar que soy uno de esos que llegarán a alterar una forma de vida. Pero luego pienso en la dificultad para encontrar vivienda y me digo, bueno, esto es lo que había y esto lo que alcanzamos. Así que, a partir del primero de enero de 2006 estrenaremos formalmente nuestro departamento. Probablemente haya una inauguración, pero, claro, dependerá de lo que se "acuerde" en la mentada junta (o en otras en el futuro) respecto al capítulo de "Fiestas y Reventones", dentro de la sub-sección "Eventos Sociales" del hipotético "Reglamento Interior de Convivencia y Armonía de los Vecinos del Edificio Tal por Cual". Chale.
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