viernes, marzo 03, 2006

Get off of my cloud

Por cierto, debe destacarse que en el concierto del domingo pasado sus puntuales amigos y servidores burócratas Manolo y Paco (eso sonó como "los locos de la risa", Pedro, Paco y Luis) pudieron encontrarse entre las 60 mil personas ahí reunidas. En la intersección de las zonas roja y amarilla pudimos brindar por el origen del universo y por la banda más grande rock que haya pisado este planeta alguna vez.

Hoy he visto una foto ridícula en el diario del ex beatle McCartney con su nueva mujer echado sobre el hielo admirando una foquita de Canadá, según que para intentar salvarlas de la depredación. Aaaaay, qué lindo.

Si ante esto todavía hay quien dude de quién es el más grande, en serio que Madrazo puede ganar las elecciones de julio.

A todos los que vieren y entendieren, sabed.

PS. Gracias colega Paco, yo le aviso qué onda con el reflujo.



Bájate de mi nube
Juan Villoro

Los Rolling Stones representan una exaltada variante de la memoria artificial. Al oírlos, recordamos cosas que no siempre tienen que ver con ellos y creíamos sepultadas. Además, sus conciertos fomentan la resurrección de las amistades. De pronto, un señor parecido a Séneca el Viejo te abraza con un furor que sólo se vuelve lógico cuando te recuerda que es tu supercuate de antaño: acampó contigo en Puerto Ángel en 1973 y aún le debes el autobús de Pinotepa Nacional al DF.

Como los Stones existen desde hace casi medio siglo, cada vez que se presentan convocan muy diversas zonas del tiempo. Un impacto estimulante para una especie que se ha desentendido del arte de la memoria. Antes de la imprenta, había que adiestrar la mente para recordar la mayor cantidad de información posible. Cicerón favorecía el método de la memoria espacial: imaginar un edificio y ubicar datos en cada una de sus secciones (al abrir una habitación, la mente recordaba que ahí había puesto un ancla y esto remitía a las rutas de los navíos o a un poema sobre el mar). Buena parte de la cultura se transmitió a través de este sistema. Sin embargo, como nada es unánime bajo la inconstante luna, el mercurial Temístocles dijo que no tenía mayor deseo que entrenarse en el olvido.

Los habitantes del siglo XXI somos la tribu de Temístocles. Disponemos de tantos cacharros para almacenar datos que la desmemoria se ha vuelto una condición de la existencia. Para el hombre contemporáneo, el olvido es a la mente lo que la fibra al intestino: se siente ligero si está vacío.

Así funciona nuestra era olvidadiza. Pero de repente llegan los Rolling Stones y te remiten a capas antediluvianas de tu existencia. Mientras Jagger se hace el inexplicable corriendo con frenesí a sus 62 años, alguien te mira con cara de: "¿eres tú?".

El domingo pasado 65 mil personas nos convertimos en una evanescente versión del prójimo. Todos los desconocidos podían ser amigos íntimos de otros años. La frase más repetida era: "¿Te acuerdas de mí?", seguida de la agraviante: "A ver, ¿quién soy?". Un psicodrama de encuentros y desencuentros. Transcribo la historia de mi amigo Paco, muestra elocuente del proceso memorioso que provoca el rock del periodo clásico.

Como Temístocles, Paco vive inmerso en un intenso presente. Su profesión de diseñador industrial le ha dejado esta frase favorita: "la moda es lo que pasa de moda". El Oso Yogui y el Superagente 86 representan para él algo así como el Renacimiento. Adicto a novedades y rupturas, ha hecho del cambio un asunto de carácter: lleva tres matrimonios y tres divorcios. Para otorgarse coherencia psicológica y sentir que sólo ha fracasado una vez, habla de sus ex mujeres como desprendimientos de una misma persona. Siempre atento a las caricaturas, se ha dejado cautivar por tres versiones casi idénticas de la Superchica, y se refiere a sus ex como Burbuja, Bombón y Bellota.

Como esto sucede lejos del siglo I a. C., cuando Cicerón perfeccionó la oratoria, los amigos ignoramos el arte de recordar. Nunca sabemos quién es Burbuja y quién Bombón. Lo cierto es que el Eterno Femenino encarna por triplicado en avatares donde el destino se presenta como un amigo desleal con Paco.

El tiempo ha durado lo suficiente para que cualquier persona tenga motivos de escuchar a los Stones. Paco se encontró con tres fases de su vida en el mismo concierto. Los reyes viejos del rock lo sometieron a un careo con el pasado que trataba de ocultar bajo los sonoros nombres de las heroínas que arreglan el universo de los dibujos animados.

Se topó con Burbuja cuando fue por un whisky. Sus Satánicas Majestades cantaban "Angie". Paco recordó la noche en que veía el Superbowl y sonó el teléfono. Dejó que entrara la contestadora y oyó la voz de Burbuja: estaba en el kilómetro 37 de la carretera a Cuautla; se le había ponchado una llanta. Fue a rescatarla, pero sólo cuando acabó el Superbowl. No encontró a nadie porque los Ángeles Verdes llegaron una hora antes.

El encuentro con Bombón ocurrió cuando el grupo se desplazó al centro de la arena. Jagger cantaba "Bájate de mi nube". Paco recuperó la olvidada tarde en que ella le habló por teléfono celular desde un elevador. Se había quedado atrapada en el piso 28 de un edificio de consultorios médicos en Palmas. Paco recibió la llamada en el sur de la ciudad y se tardó en llegar. Además, hizo una escala innecesaria: se detuvo a comprar la pasta con flúor que tanto le gustaba y que ella nunca incluía en la lista del super.

Vio a Bellota durante "Azúcar morena". Ella se dedicaba a hacer flores de mazapán y él dejaba migajas por todas partes. En una ocasión, Bellota salió de viaje. Durante su ausencia, Paco se comió un garibaldi sobre un arreglo que a ella le había costado mucho trabajo. Al día siguiente, el mazapán estaba invadido de hormigas. Paco lo tiró a la basura. El detalle ruin vino después. Su mujer habló de larga distancia para avisar que iban a pasar por el arreglo en dos horas. Paco colgó, fue a casa de una colega de Bellota a conseguir otro arreglo, y se acostó con ella. Todo en menos de dos horas.

Tres llamadas perdidas entraron a la mente de Paco, con la fuerza de las profecías retrospectivas. "El tiempo está de mi parte", cantan los Rolling Stones. Pero también cantan: "El tiempo no espera a nadie".

Encontré a Paco a la salida, en el desolador momento del regreso. Parecía el hermano extraviado de Keith Richards. "Soy un crápula", dijo, "sólo ahora me doy cuenta, vivía en una nube". Me contó los detalles de su viaje al pasado. No hice nada por mejorar el asunto al recordarle que las tres superchicas eran excepcionales. Desde un puesto de camisetas salió el estruendo de "Simpatía por el diablo". La cara de Paco empeoró aún más. ¿Qué pesadilla de la memoria lo agobiaba? Se despidió de prisa, con un abrazo vacilante.

La hablé pocos días después para ver cómo estaba. ¡Olvidé que vivimos en el siglo del olvido! Cuando le dije que me había preocupado verlo así en el concierto, contestó: "¿Cuál concierto?". Su memoria sólo regresará con los Rolling Stones.

"La música, misteriosa forma del tiempo", escribió Borges.