martes, julio 04, 2006

La noche triste

Mauricio Merino

Apenas unos minutos después de que Luis Carlos Ugalde llamara a esperar los resultados definitivos de las elecciones por la Presidencia de la República, que no se producirían sino hasta que los 300 consejos distritales concluyeran sus sesiones de cómputo hacia el próximo fin de semana, los dos candidatos punteros salieron al público para llamarse vencedores de la contienda. No habían pasado más de 30 minutos después de las 11 de la noche, cuando México ya tenía dos presidentes de la República autoproclamados. El peor escenario imaginable fue exactamente el que ocurrió en la noche aciaga del 2 de julio de 2006.

Ahora estamos obligados a guardar paciencia. A partir de las ocho horas del miércoles 5 de julio, los consejos distritales del IFE (integrados por seis consejeros electorales en cada uno de los 300 distritos, para hacer un total de 1 mil 800 mexicanos y mexicanas que ahora tienen en sus manos la estabilidad y el futuro político del país), contarán los votos asentados en cada una de las más de 130 mil actas levantadas en cada casilla y, eventualmente, volverán a contar voto por voto cuando aprecien alguna irregularidad. Probablemente se tomarán más de dos días, de modo que hacia el viernes 7 de julio estarán remitiendo sus resultados definitivos. Con ellos, el Consejo General del IFE reabrirá su sesión permanente hacia el próximo domingo 9 de julio, y sólo entonces sabremos con certidumbre quién podría ser el próximo presidente de México. Cualquier dato anterior carecerá de validez oficial. En términos legales, será pura conjetura.

Ni siquiera el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) puede considerarse definitivo. Si bien esos datos están tomados de la copia de las actas electorales de cada casilla, su carácter estrictamente preliminar no es caprichoso. En esas actas puede haber errores de transcripción y datos ausentes; también puede haber correcciones durante las sesiones de cómputo de los consejos distritales o impugnaciones válidas, que obviamente modificarían los datos del PREP. Se trata del dato más cierto con el que contamos hasta este momento y sin duda señala cuál es el resultado más probable a la fecha, pero sería un error considerarlo definitivo. Cuando la diferencia entre el primero y el segundo lugar es tan corta, el PREP no alcanza para cantar victoria. Si mucho me apuran, equivaldría al mejor conteo rápido disponible. Pero no podría asumirse de ninguna manera como el resultado definitivo.

Hay que tener mucha paciencia, pues después de que los consejos distritales concluyan la tarea a la que están convocados, los partidos tendrán cuatro días más para impugnar esos resultados ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Eso significa que, si para el domingo 9 de julio, los partidos y los candidatos vencidos tampoco aceptan el resultado, habrá que aguardar a que el Tribunal desahogue todos y cada uno de los recursos de impugnación presentados por los partidos para calificar la elección y otorgar constancia de presidente electo a quien haya ganado las elecciones. Y conforme a la ley, eso puede llevarnos hasta la primera semana de septiembre, pues la instancia jurisdiccional debe otorgar prioridad a los recursos presentados en contra de las elecciones legislativas, cuya sanción debe concluir a más tardar el próximo 23 de agosto. Cierto: el Tribunal puede hacerlo antes. Pero todo dependerá de la cantidad y de la complejidad de los alegatos y de las pruebas que esgriman los partidos políticos para tratar de ganar sus litigios.

Los partidos políticos decidieron pasar por encima de los llamados a la cordura que emitió el IFE, y este último apostó excesivamente a la civilidad de los protagonistas. La consecuencia de ambas conductas es que ahora están obligados a esperar el trámite legal hasta el final. Lo repito: primero, las sesiones de los consejos distritales cuyos resultados no se conocerán sino hasta el domingo 9 de julio; segundo, el proceso de impugnaciones y sentencias definitivas del Tribunal, respecto las elecciones legislativas, hasta el 23 de agosto; tercero, la calificación definitiva de los comicios presidenciales, hasta la primera semana del mes de septiembre. Esa es la secuencia de actos legales que sigue y es la única vía legítima para acreditar el resultado final. Si no tuvimos un 2 de julio apacible, ojalá que la política bien entendida que hasta ahora ha faltado aparezca por el camino. En septiembre podremos tener un conflicto de magnitudes inéditas o un presidente de la República validado por las instituciones legales de México. Apuesto sin duda por lo segundo.