miércoles, agosto 09, 2006

Recuéntame

Así es, en este momento deben estar los relevos australianos a todo vapor en la tarea de contabilización, voto por voto, 11 mil casillas por 11 mil casillas, de los sufragios que nos darán el humo blanco que tanto necesita este país que escribe su nombre con la equis, que algo tiene de cruz y de calvario.

El asunto del plantón, como el propio proceso electoral, ha generado odios y amores por doquier. A mí, en lo personal, me parece ridículo y exagerado. Lo he dicho y lo sostengo. Hay gente a la que le parece que, con esta acción, pasará directamente a engrosar las filas de los nombres grabados en oro en el recinto de San Lázaro (en primer término Andrés Manuel). Y, bueno, debo aclarar que ni soy panista ni mucho menos voté por el Sr. Calderón. Pero, hombre, que como dice un profesor que hemos tenido en un curso de estos del Servicio Civil de Carrera, nada más porque tenemos petróleo, que si no seríamos una república bananera.

Me sorprende, sobre todo, esa lúcida capacidad de la izquierda mexicana para ser una versión revisitada y reformulada del clásico "jarrito de Tlaquepaque". Es decir, que si estás con ellos, bravo, eres demócrata, eres lo mejor, vales mil, nunca cambies, T.Q.M. Pero, si osas disertar un pelín con los mismos, uf, no te bajan de franquista, de priísta, de tal por cual y, casi casi, hasta de ser engendro de la Sra. Marta combinada con la Chata Rodríguez. Si le dices algo a la izquierda que no le guste, el mundo se viene abajo, los polos se deshielan, los jinetes del Apocalipsis se salen del hipódromo y se acaba la temporada de chiles en nogada.

Y, repito, sin afán de quedar bien con Dios y con el diablo, que siempre he sido simpatizante de esta porción de los partidos mexicas. Sin embargo, de un tiempo a estar parte cada vez me siento más en esa franja de la población que, muy sangronamente dice, ay, es que no me siento identificado con ningún partido. Siempre he pensado que la gente que dice eso es bastante patética. Pero, lo siento, y me lo digo a mí mismo, pero creo que es un adagio al que, poco a poco, muchos vamos arribando.

Por eso, como sugiere Tanquecito, iré a ver el subterráneo de París en invierno para no sentirme tan mal de vivir en un país del Tercer Mundo (o país en vías del subdesarrollo). Claro, sólo falta que me consiga mi boleto de descuento...