miércoles, septiembre 06, 2006

El Derecho es la razón despojada de la pasión

Me jode que los asuntos importantes de la existencia se queden al final en las manos de los abogados. Frente a un asunto que en apariencia era normal, manejable y negociable, todo se complica, todo se vuelve un lenguaje para unos cuantos, todo se sale de control. Me refiero a los pleitos, a los divorcios, a las herencias, a los embargos, a las demandas por problemas entre vecinos, a las remisiones a los separos de las delegaciones, a las demandas de pensión alimenticia, a la patria potestad, al pago de derechos de autor... a las elecciones.

Al respecto, no dudo de la gente común --el taxista, el burócrata, el vecino, el taquero, la teibolera-- cuando habla y argumenta de buena fe sus razones para apoyar o denostar la resolución que ayer ha dado el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación respecto a la calificación de las presidenciales de julio pasado. Sí, está bien, todos asumen sus posiciones cual si la vida se les fuera en eso, pero... ¿cuántos realmente saben a ciencia cierta los vericuetos que llevaron a los Siete Sabios a tomar esa decisión por encima de otras?

Los politólogos hemos estado supeditados a los abogados por mucho tiempo. También los administradores públicos. Bueno, de hecho, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, lugar en donde se imparten ambas disciplinas en la Universidad Nacional, surgió como un anexo de la Facultad de Derecho. En contraste, y como cosa bastante curiosa, si le preguntas a un licenciado en Derecho su relación con los científicos sociales te dirán que sí, que al final ellos tienen la razón, pero que muchas veces los políticos les imponen sus decisiones (aunque no tengan sustento jurídico). Algo así como una relación amor-odio basada en la efímera conveniencia.

Sin embargo, ahora creo que todos los mexicanos hemos estado bajo la única verdad que los jurisconsultos han determinado. Es decir, usted amable lector, si le piden su opinión sobre la declaración de presidente electo de Felipe de Jesús Calderón, ¿tendría todos los argumentos y razones para criticar o para sustentar lo que han hecho los magistrados electorales? Igual dice que sí y empieza una interminable perorata. Pero, si lo ponen frente a un abogado, sobre todo especialista en temas electorales (como el ahora multipublicitado hijo de Arnaldo Córdoba), pues entonces sus discursos se podrán caer cual castillos de naipes.

Ante esto un ejemplo. Mi colega Paco --que es abogado, por cierto-- me dijo algo bastante lógico hace unos días frente a una parrillada para dos personas: si la Coalición pide el "voto por voto" y lo esgrime como principal argumento legitimador, ¿por qué entonces no impugnaron todas las casillas y no sólo unas cuantas? Es decir, ¿por qué no impugnaron también las que ellos ganaron? Bajo ese procedimiento, si nada más pidieron revisar unas cuantas, ¿cómo coños iban a esperar que revisaran todas? Pues sí, suena lógico, ¿no?

Entonces, resumiendo colegas, una de dos: o a todos nos ponen clases de Derecho desde el sexto grado de primaria y hasta el último nivel de estudios que cada individuo decida cursar en su existencia, o bien, que todo se resuelva a la vieja usanza, es decir bajo el criterio de que la ley se acata, pero no se cumple.