Frío

Estos amaneceres como el de hoy en la Ciudad de México me recuerdan la vida en el pueblo. Allá, aunque sea primavera o verano, la neblina, el frío y la lluvia son la constante. Bueno, al menos hasta mediados de la década de 1990. Eso del calentamiento global sí lo creo: los días de sol y calor aumentaron considerablemente desde que se empezó a hablar del tema.

Me gusta el frío. Aunque siempre he pensado que los mexicanos somos muy exagerados al respecto. Apenas el termómetro ha bajado a 12 u 11 grados todos sacan sus abrigos, chamarras, bufandas y hasta gorros. La verdad, creo que más bien se debe a un afán de mostrar que se tiene dicha ropa y no porque lo amerite la ocasión. Al menos en la Ciudad de México nuestro invierno es bastante llevadero: a lo mucho sólo tenemos dos o tres semanas de verdadero frío. Allá en el pueblo sí suele bajar la temperatura por ahí de los 2 o 3 grados en la noche, pero ya estamos acostumbrados. En Madrid estábamos a 5 o 6 grados por la mañana y en la noche bajaba a cero (ni frío ni calor, como dice el viejo chiste sin chiste).

El primo de un colega que estudiaba en Villahermosa, Tab., y que había vivido la mayor parte de su vida en Álamo, Ver., se ponía morado cuando iba de visita y se encontraba con 14 grados a mediodía. Algo sí pienso que nos sucede a los mesoamericanos: no nos saquen de nuestros 17 grados promedio porque entonces sentimos que llegó La Era del Hielo. Cuando otro colega solicitó su beca al Reino Unido y lo aceptaron, en la carta de recomendaciones de viaje venía algo así como "usted, que viene de un país tropical, no olvide traer ropa térmica debido a la diferencia climatológica". Exacto.

Sin embargo, repito, estos días nublados me gustan. Al menos durante esta temporada. Es extraño estar en invierno y sentir que necesitamos camisetas y pantalones cortos. Por lo menos con frío salimos de la rutina. Un clima tequilero y cogedor, como dicen algunos poblanos...

Alea Jacta Est