lunes, febrero 19, 2007

Sobre el viejo Max

Ahora que estoy releyendo algunos textos para las clases, he vuelto a ese libro clásico que es El político y el científico, de uno de nuestros gurús burocráticos llamados Max Weber.

Sólo por mencionar algo, aquí unas líneas sobre las motivaciones que sienten los hombres para dedicarse a la actividad política, así como de las cualidades que deben tener los mismos. Veamos.

"Proporciona, por lo pronto, un sentimiento de poder. La conciencia de tener una influencia sobre los hombres, de participar en el poder sobre ellos y, sobre todo, el sentimiento de manejar los hilos de acontecimientos históricos importantes, elevan al político profesional, incluso al que ocupa posiciones formalmente modestas, por encima de lo cotidiano".

"Puede decirse que son tres las cualidades decisivamente importantes para el político: pasión, sentido de responsabilidad y mesura. Pasión en el sentido de 'positividad', de entrega apasionada a una 'causa', al dios o al demonio que la gobierna (...) La pasión no convierte a nadie en político si no está al servicio de una 'causa' y no hace de su responsabilidad hacia esa 'causa' el norte que oriente sus acciones. Para ello se necesita (y ésta es la mayor cualidad sicológica decisiva del político) mesura, capacidad para dejar que la realidad actúe sobre uno sin perder el recogimiento y la tranquilidad, es decir para guardar la distancia con los hombres y las cosas. El no saber 'guardar distancias' es uno de los pecados mortales de todo político y una de esas cualidades cuyo olvido condena a la impotencia política".

"La política se hace con la cabeza y no con otras partes del cuerpo o del alma. Y, sin embargo, la entrega a la causa sólo puede nacer y alimentarse de la pasión, si ha de ser una actitud auténticamente humana y no el frívolo juego intelectual. Sólo el hábito de la distancia (en todos los sentidos de la palabra) hace posible la enérgica doma del alma que caracteriza al político apasionado y lo distingue del simple dilettante político 'estérilmente agitado'. La 'fuerza' de una 'personalidad' política reside, en primer lugar, en la posesión de estas cualidades".

Max Weber, El político y el científico, México, Colofón, 1996, pp. 59-60.