viernes, marzo 16, 2007

Viernes

En esta ocasión, el post del viernes no es tan festivo como el de semanas atrás. Algo sucede. Algo raro, quiero decir. No sé exactamente qué sea. Y eso que se trata de un fin de semana largo. El mismo que el H. Congreso de la Unión se ha dignado a establecer en el país en una franca copia del sistema norteamericano con el pretexto de fomentar el turismo nacional. Bueno, de cualquier forma se les agradece. Gracias, señores y señoras diputados y diputadas federales y federalas.

Y digo que está como raro el asunto del viernes porque el ambiente está viciado. En la oficina hay como esa especie de competencia estúpida por ver quién es el mejor de todos frente al patrón. Esto ocasiona que las zancadillas y los codazos y las patadas bajo la mesa estén en su apogeo. Además, también la carga de trabajo hace que los ánimos se crispen. Vaya. Nos sucede igual que al Barcelona: cuando las cosas van bien y tranquilas somos un equipo de ensueño. Cuando nos ponen un pelín en aprietos surgen las diferencias y los roces.

Tanto ha estado raro el punto que ni siquiera he tenido tiempo para escribir mi columna de El Guardián. Es decir, esperaba hacerlo hoy, pero han salido cosas por hacer. Al leer este post pensarán, bueno, no escribió el texto del diario, pero sí tiene tiempo para garabatear tonterías en el blog. Ese es un buen argumento. Regularmente me siento más libre escribiendo aquí que en el periódico. No sé. Algo que como que allá tiene que ser más serio y formal e informado y tal y tal y tal. En contraste, aquí puedo poner lo que me plazca, aunque por el nivel de audiencia que hemos tenidos en los últimos meses esto no es ninguna garantía de conservar --ya no digamos incrementar-- el número de lectores. Si eso sucede aquí, ya me imagino el número de gente que busca la columna guardiana. Ni siquiera cuando envuelven las papayas en el mercado con el papel periódico del sábado alguna ama de casa se dignaría a leer dichas líneas.

Viernes raro, repito. Y eso que también en la calle el ambiente está de semi-fiesta. Hace un rato he ido a pagar el teléfono a uno de esos "auto-Telmex" y he visto muchas chicas vestidas para la ocasión, muchos tipos ya con sus estéreos repartiendo candela por las calles al ritmo de no te preocupes mami tienes tremendo ¡culooooooo!, así como un clima bastante propicio para amenizar una de esas memorables salidas con los colegas que comienzan con unas inocentes y refrescantes chelas en algún antrete de cubetazo y rockola, y que terminan a las cuatro de la mañana en algún cajero automático sobre Insurgentes al grito de ¡nooo we' ahoritavamo' por las shelassssss... yop 'agooo!

Lo que me jode más es que, al tener pendientes sobre el escritorio, estos días de asueto ni saben ni se disfrutan. O sí, pero de manera ficticia. Ahorita, viernes por la tarde y tal, todos aplicamos esa vieja fórmula y sentencia que los hombres machos de este país hemos aplicado desde tiempos inmemoriales y que sirve de grito de guerra y faro-guía-coordenada: mingue a su chadre. Pero, el próximo martes, el día que regresamos a la realidad, el mismo axioma se regresa con inusitada fuerza sobre el que la prodigó cuatro días antes. Así que, por más que haya un periodo de solaz generoso, éste tiene tintes de ser sólo un castillo de arena.

No sé si sea el asunto de las clases, pero como que ando medio agotadón. Entre leer, desveladas, salir al ruedo de las aulas y luego todavía soportar la presión oficinezca, bueno, como que necesito unas buenas dosis de Gingko, damiana o Bedoyecta-Tri para aguantar el trote. Joder. Creo que esa imperiosa necesidad de hacer ejercicio ya no debe ser sólo un buen deseo. Si al menos la vida académica tuviera una buena paga...

En fin. Dejaré de quejarme y, como dice mi colega César-Tarzán, seguiremos sobre el cuadrilátero con los guantes puestos.

Por lo demás, todo bien.

Vayamos, pues a batirnos en la arena de la locura y el éxtasis durante este fin de semana largo, el cual es patrocinado tanto por el Benemérito como por el Parlamento mexicano. Disfrutémoslo y apacigüemos nuestra sed de justicia. Todo en una especie de homenaje a ese gran burócrata como lo fue D. Antonio Ortiz Mena.

Demos gracias.