Reivindicación del maestro
Lluís Foix
Empieza el curso escolar y quiero hacer un homenaje al maestro. Todos hemos tenido maestros, hemos aprendido de ellos, los hemos idealizado, los hemos odiado y querido. Pero son los maestros los que han cincelado nuestra personalidad, junto con nuestros padres y entorno familiar.
El maestro no es bien tratado por la sociedad, por los padres y por los alumnos. Es una pieza principal en la formación de las generaciones futuras. Y le hemos convertido en un funcionario al que se le piden responsabilidades como a un jefe de sección de un ministerio.
Se aprueban leyes de educación, se reducen o aumentan los alumnos por aula, se dotan presupuestos. La educación no es una política sobre infraestructuras o sobre el crecimiento económico. Es el nervio de la espina dorsal que hace a una sociedad decente.
Propongo un reconocimiento más generoso, más sincero y más respetuoso a este cuerpo de cientos de miles de personas que no serán una referencia para sus alumnos si la sociedad les trata, los tratamos, como meros trabajadores de la cultura.
He leído, he estudiado, he viajado, he transitado por los autores clásicos y modernos en mi recorrido profesional. Pero todo lo importante que he aprendido me lo enseñaron dos maestros, en un pequeño pueblo leridano, hasta que cumplí 14 años. Todo lo demás ha sido guarnición.
Ramón Capell y Ramón Barrull. Así se llamaban.Tenían el orgullo de ser maestros, que no enseñantes, pedagogos o profesores. Maestros a secas y con una gran autoridad. Los dos eran hombres sencillos, de convicciones profundas, solidarios, paradigmas del esfuerzo personal, exigentes y responsables de educar a grupos muy reducidos de adolescentes en aquellos tiempos tan duros de la posguerra en España.
El señor maestro, el señor rector y el señor médico. Tres señores a los que se no se les tuteaba, que se les respetaba, que eran cómplices de todos, que eran una referencia para una sociedad que no estaba imbuida por el dinamismo del mercado y el hedonismo del consumidor.
Un respeto que era compartido por los ignorantes y los cultivados, por los enfermos y sanos, por los que creían o no creían.
Dos maestros que me enseñaron el valor del esfuerzo, del respeto al otro, de la justicia y de la libertad. Para mí fueron dos figuras que me enseñaron a transitar por la vida sabiendo que no se puede pisar a los demás, que mi libertad no puede destruir la del otro, que en el estudio y en los libros se encuentran nuevas vías para tener un conocimiento más matizado del mundo que nos rodea.
Los maestros de antes no eran mejores que los de hoy. Lo que sí que me parece que ha cambiado es la percepción de la sociedad, de los gobiernos, de las familias sobre la función de estos héroes de todos los tiempos.
Ya sé que estos comentarios no son políticamente correctos. Pero me parecen más interesantes que despreciar al maestro, atacar su autoridad, dejarle de lado, quizás porque de lo que se trata es de formar ciudadanos que tengan éxito al margen de otras consideraciones.
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