Primer Informe de Gobierno
JMB
El Guardián, septiembre 1, 2007
Dos imágenes.
Septiembre 1, 2006. El entonces presidente Vicente Fox intentando llegar a la tribuna de San Lázaro para rendir su último informe de gobierno ante el Congreso. Algo que no pudo realizar debido a que los propios legisladores le impidieron el paso al recinto. El rostro del Ejecutivo resignado, depositando el grueso volumen en las manos del representante de una comisión nombrada exclusivamente para ese efímero objetivo.
Diciembre 1, 2006. Felipe Calderón tomando protesta como presidente constitucional de este país en la tribuna de San Lázaro después de abrirse paso entre los legisladores de la oposición que desconocían –y dicen desconocer aún—su investidura. Un final de fotografía dadas las peculiares condiciones que rodearon el conocer el nombre del nuevo titular del Poder Ejecutivo. Contra varios pronósticos, la televisión nos daba esa escena ya histórica del ganador reconocido de los comicios levantando la mano derecha y repitiendo lo que dicta la Constitución.
Un año después aquí estamos. El tiempo ha seguido su marcha y hoy ha llegado el momento de volver a cumplir el viejo ritual que señala el artículo 69 de la Constitución, el que obliga al titular del Poder Ejecutivo a presentar el informe del estado que guarda la Administración Pública Federal al Poder Legislativo. Nueve meses han transcurrido ya, los cuales nos permiten realizar algunas breves reflexiones.
Primero, el gobierno de Calderón se ha mantenido a flote. Esto, que a primera vista parece no decir gran cosa, debe analizarse con la mesura que nos permiten las circunstancias. Me explico. Hasta finales de noviembre del año pasado, varios analistas ponían sobre la mesa sus dudas respecto a la capacidad de la nueva administración para coger las riendas del país debido a las ríspidas condiciones prevalecientes. Es decir, frente a un escenario de alta probabilidad de conflicto, lo que preocupaba era saber si los recién ingresados tendrían las destrezas para mantener la situación bajo control.
Al respecto, debe recordarse que una de las apuestas del movimiento encabezado por el ex candidato Andrés Manuel López Obrador no sólo era la de desconocer a Felipe Calderón, sino la de refundar la República. Esto podría interpretarse como el intento de dar un golpe de timón que cimbrara las bases mismas del Estado mexicano. Al haber mandado "al diablo" a las instituciones, la vía que se avizoraba era la de la ruptura, más que la de las reformas consensadas.
Un año después no debe olvidarse lo anterior por dos razones: porque nos sirve para contextualizar la situación actual y porque nos recuerda que un importante sector de la población no está de acuerdo con el manejo que se ha dado a la política y el poder en México.
Segundo, existe cierto consenso en afirmar que la eficiencia del gobierno se ha incrementado. Esto, que a primera vista puede resultar controvertido, se basa en algunos aspectos simples o relativos. El más importante, quizás, es el hecho de que casi cualquier otra administración que ingresara después de la encabezada por Vicente Fox lo haría mejor. Es decir, frente a la probada incapacidad de conducción política del guanajuatense, un gobierno con un poco más de experiencia, decisión y coordinación debería mejorar su imagen ante la opinión pública.
La carta de navegación había quedado trazada de forma circunstancial: la administración entrante debía atender con urgencia los focos rojos del país, a saber el clima de inseguridad, la descoordinación entre los miembros del gabinete, la recuperación de cierto respeto a la investidura presidencial, el final de los arranques locuaces y la vuelta a la mesura.
Sin duda, una evaluación más completa al trabajo del actual gobierno está pendiente. Aún falta conocer el resultado de sus acciones para obtener acuerdos con el parlamento, para materializar su principal oferta de campaña (la generación de empleo), para recuperar el liderazgo en América Latina, para atender conflictos locales, entre otros.
Lo que debe destacarse es que, a día de hoy, las condiciones del país son cualitativamente mejores a las de hace un año. No porque hayan progresado significativamente, sino porque se mantienen estables. No porque se simpatice con el presidente y su partido, sino porque nuestras instituciones han soportado –a trancas y barrancas—la dura prueba a la que han sido sometidas y, sobre todo, porque sus carencias han salido a flote, lo cual permitirá –al menos en teoría—corregirlas a la brevedad.
Post Scriptum
El presidente constitucional debe presentar hoy el informe que guarda la administración pública ante los representantes populares reunidos en el Congreso de la Unión.
¿Ante quién rendirá cuentas de sus actividades el otro "presidente", es decir el autonombrado "legítimo"?
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