jueves, octubre 18, 2007

El último concierto

Ayer, mientras me dirigía al Centro en el transporte público, observé que en un puesto pirata sobreviviente a la limpia emprendida por la administración del alcalde Ebrard estaban dando un concierto de los Rolling Stones. Lo interesante era que se trataba de la más reciente gira, A bigger bang. Entonces, como fan que soy, me bajé del microbús y me fui directo al local, el cual era atendido por un tipo andrógino con indumentaria punk.

El video no estaba en solitario, sino que formaba parte de una recopilación de cuatro, de los cuales los tres primeros son de recitales y el último es un documental sobre la gira. Después de una ligera negociación me llevé todos en 100 pesos. Yo sé que no gané gran cosa, pero el punto es que ambos sabíamos que ése era el precio que a los dos nos convenía. Feliz y contento seguí mi camino hacia el Palacio Postal de Eje Central y Tacuba.

Ya en casa lo primero que hice fue meter el disco en el reproductor de DVD. Como es una copia de un video fabricado para los Estados Unidos no trae subtítulos en español (mi inglés británico del Anglo de Antonio Caso tiene mucho tiempo durmiendo el sueño de los ociosos). Entonces, mi incursión se trató más bien en admirar las imágenes y en ir captando una que otra cosa de lo que iban narrando los protagonistas.

Sin embargo, el punto que quiero resaltar es que, al final del video, después de que aparecen los créditos de los realizadores, me ha quedado una sensación terriblemente triste y nostálgica. Es decir, siempre que veo o escucho algo de los Stones la vida se llena de colores y de energía. Pero, ahora, al llegar al término de este documental me ha quedado claro que estamos –quizás—frente al ocaso de la existencia física de la más grande banda de rock n’ roll que alguna vez haya pisado este planeta.

Sé que esto puede sonar como una blasfemia para todos los fanáticos de los Stones (empezando por mí). Pero las escenas que proyectan tienen ese aire de gran homenaje a lo que bien pudo haber sido el último periplo planetario emprendido por los británicos en sus 47 años de trayectoria. Es decir, la manera en que muestran los momentos cruciales de la gira, por ejemplo, el concierto gratuito ante 1,5 millones de personas en la playa de Copacabana, el arribo por primera vez a China, la euforia que despertaron en Buenos Aires, la coincidencia del campeonato mundial de fútbol de Italia durante su estancia en Milán y, sobre todo, el regreso de Keith Richards en esa fase después de su caída del cocotero en las Islas Fidji, dan la impresión de que el grupo está preparando, quizás sin una intención manifiesta, el gran telón a su extraordinaria, irrepetible y fantástica carrera.

Es probable que este pensamiento se disipe cuando vuelva a mirar el video una y otra vez. Sin embargo, otro punto que también quiero destacar es la última escena del documental, la cual se llama, dolorosamente, “The last concert”. Ahí se ve a Jagger, a Richards, a Watts y a Wood volver al que se ha vuelto su punto de origen en cada recorrido, Toronto, para celebrar con todo el ejército de personas que colabora con ellos el final de una gira más después de 116 conciertos alrededor del mundo. Otra escena bastante fuerte es la última, cuando se ve en cámara lenta a los cuatro integrantes desempeñando su función sobre el escenario y, para cerrar, a Mick y Keith abrazándose mientras se despiden de la gente. Si esto no me arrancó algunas lágrimas fue porque desde hace seis meses no bebo nada.

Durante gran parte de la noche me pregunté cómo será ese maldito momento en que se dé a conocer la muerte de alguno de ellos, cuando se rompa ese equilibrio perfecto que existe entre los Rolling Stones. ¿Seguirán?, ¿algunos integrantes pueden ser sustituibles?, ¿qué pasaría si falleciera primero Charlie Watts?, ¿hasta dónde podría ser viable emprender una nueva gira sin alguno de ellos? No sé, preguntas trágicas ante un escenario posible, pero impredecible.

En fin. Creo que tendré que volver al material una y otra vez para quitarme esta sensación nostálgica que me ha dejado. Y, sobre todo, recurriré a los conciertos para confirmar que, pase lo que pase, siempre habremos sido afortunados como generación por haber coincidido en el tiempo y el espacio con esta banda, la más grande del planeta por todos los tiempos posibles de la historia de la humanidad.

JMB