En la frontera
Muchas veces pensamos que estamos en la frontera de algo, de un logro, de una pérdida, de dar el siguiente paso. Pero pocas veces es tan literal el concepto:
1.- Me dirijo al aeropuerto de Tijuana y para llegar a él efectivamente hay que avanzar por la frontera, la línea fronteriza. No estoy acostumbrado, Tijuana es una ciudad fea, claro con muchos migrantes y mucho dinero, no dudo que haya lugares bonitos, pero deben ser caros. Pero todos, pobres y ricos debemos pasar por esta barda de fierro rumbo al aeropuerto o por la avenida, como parte de su vida cotidiana. Algunas partes de la barda están pintadas con grafitti, otras tapizadas de cruces de madera y en otras partes simplemente está la barda de fierro crudo. Un amigo contador de por acá me dice que un cliente suyo es contratista de esa barda, es soldador y es mexicano, lo contrata el gobierno gringo para poner la barrera de hierro en el desierto, es un negocio próspero.
2.- Estoy terminando un trabajo, ya a estas alturas, después de siete días ya casi no veo las letras de la pantalla, podría decirse que estoy al borde.
3.- Y hablando de cosas más serias, el Maestro Manolo debe estar durmiendo la víspera, tendrá que someterse a una intervención quirúrgica, que estoy seguro será la solución de malestares arrastrados por años. Confío que está a punto de acabar con sus malestares e iniciar un nuevo estilo de vida.
Todos los parabienes desde esta frontera al Maese Weber, sabemos que todo saldrá bien ( o como decía un excompañero burócrata atrapado en los setenta: todo estará ¡¡de pelos!!!)
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