(Nada) graciosa huida
¿Por qué los funcionarios públicos que terminan su jornada laboral se “despiden” como si quisieran que nadie se enterase de su partida? Es decir, lo hacen con un sigilo y una discreción propia de ladrón en la madrugada. Si por ellos fuera, desearían desmaterializarse de súbito aquí en la oficina y aparecer segundos más tarde en la sala de su casa ya en pantuflas y mirando la televisión. No levantan la mirada, dicen “adiós” casi en un susurro y caminan casi de puntas.
¿Por qué hacen esto?
No están cometiendo ningún delito… es su hora de salida. Aunque más bien pienso que lo hacen así porque no desean que sus jefes los descubran y, ante la “premura” de su huida, los llamen a colaborar para La Nación Mexicana un rato más. Patético.
Lo curioso es que muchos de estos funcionarios, después de que renuncian o después de que se van en el programa de retiro voluntario, se dan sus vueltas por estas oficinas muy a menudo, como si no pudiesen superar la nostalgia de haber abandonado su antiguo lugar de trabajo.
También hay otros que se esperan hasta que tú te vayas. Es decir, pueden estar ya haciendo absolutamente nada por la tarde, pero que no se mueven hasta que te han visto desaparecer. Entonces sí, cogen sus pertenencias y se retiran. Lo sé porque los he visto salir en estas circunstancias cuando yo he entrado a los aseos antes de irme. ¿Qué extraño placer morboso encuentran en esto?
En fin.
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