miércoles, noviembre 28, 2007

FIL (III)

Muy bien. Vamos a la sustancia.

Entre las cosas interesantes que se mencionaron en la conferencia de los blogueros de Letras Libres (LL) están las siguientes.

Primero, como afirmó José de la Colina, escribir un blog es algo parecido a lanzar botellas con mensajes al mar, aunque la diferencia con la visión tradicional de esta metáfora es que, en estas bitácoras virtuales, pueden recibirse las respuestas de desconocidos casi de forma inmediata. En efecto, uno escribe y lo suelta, no al mar, claro, pero sí a una cosa aún más grande, desconocida y escabrosa: el internet. Uno nunca sabe qué repercusiones finales tendrá un texto, a quién le gustará, a quién le puede parecer una blasfemia y, por lo tanto, qué contratiempos o ventajas puede ocasionar sobre el autor. Tampoco si algún listillo plagiará el escrito o la idea completa para después presentarla como propia.

Pongamos, como simple referencia, a esta publicación. Sale del ordenador del Ministerio y se dirige –al mismo tiempo—a todas y a ninguna parte. Lo puedes leer tú o un delincuente o el gobernador de alguna entidad o mi colega del pueblo o el ingeniero en sistemas de cualquier empresa o el responsable del cibercafé de la esquina. ¿Qué pensará de todo esto? Nadie lo sabe con exactitud. A lo mejor coincide conmigo, pero también me puedo ganar enemigos gratuitos.

Esto me ha recordado también algunos casos de colegas que han demostrado que, en ocasiones, mantener un blog puede convertirse en un acto temerario. Me refiero a cuando uno tiene posiciones públicas –o privadas—que no suelen gustarle a la gente y, por ende, generan reacciones como las amenazas o las intimidaciones. Claro, en su opuesto, uno también puede encontrar a otros que comparten visiones y opiniones sobre los asuntos.

Aquí me detengo un poco en el caso que conozco: el del Sex D’ Bur ®. Se supone que a este sitio ingresa un promedio de 70 personas al día, ya sea porque se ha convertido en una especie de consulta programada o porque los diversos buscadores existentes los conducen a esta trinchera. Sin embargo, los comentarios que dejan en la sección correspondiente son escasos, por no decir que nulos. En fin.

Segundo, e hilado a lo anterior, Christopher Domínguez afirmó que sí es necesario ejercer algún tipo de censura a los comentarios que se dejan de manera irresponsable en esta clase de sitios (los famosos feedbacks). Pero, antes de continuar, ojo con el asunto. No debe entenderse censura como un acto inquisitorio, sino como una autorregulación necesaria para evitar problemas mayores como la difamación (es necesario aclarar esto porque existe un prejuicio bastante notorio contra la gente de LL, sobre todo de los culturosos progress). En los blogs cualquiera puede usar un lenguaje bestial –tanto en ortografía como en “argumentos”—para denostar algún tema o escrito. Esto ha ocurrido siempre. Sin embargo, el punto radica en que aquí es más fácil hacerlo a través del anonimato (en las publicaciones tradicionales debía, al menos, enviarse una carta a la redacción para refutar lo dicho por alguien).

Por otra parte, Domínguez también ha confesado que no se ha sentido tan cómodo en este nuevo medio porque, en su opinión, el formato de escritura veloz y –en ocasiones—efímera, genera en ciertos escritores –como él—la angustia de no querer “publicar”, aunque sea de forma virtual, algo que no tenga un mínimo de calidad. Es decir, que para algunos sí es un conflicto existencial el hecho de no querer subir o mostrar cualquier cosa porque ésta corre el riesgo de no estar lo suficientemente sólida para ser leída. En eso estoy totalmente de acuerdo.

Muchas personas dicen, no escribo porque no sé cómo empezar. Bueno. Dejando de lado esta patraña, para otros el impedimento fundamental radica en ese temor de no tener listos nunca los párrafos a satisfacción total del autor. Ese proceso de constante perfección de lo redactado que puede derivar en parálisis o, simplemente, en ostracismo creativo. Al respecto, estoy de acuerdo en lo que ha expuesto Guillermo Sheridan en su novela El dedo de oro (Alfaguara, 1996), respecto a que los hombres bravíos de este país siempre hemos recurrido a una frase mística para dar el paso adelante necesario ante lo desconocido: ¡chingue a su madre! Algo similar ocurre previo al acto de apretar la tecla enter y ver segundos después lo escrito en la pantalla del ordenador.

En contraste, Domínguez afirma que de la Colina y Sheridan se han adaptado a la perfección a esta nueva herramienta de comunicación porque, sin perder su rigor al momento de escribir, su carácter también se ha prestado para el comentario breve, conciso y contundente, tal y como podemos ver en sus respectivas bitácoras.

Ahora, otra cuestión: ¿qué publicar? Christopher D.M. recurrió en un principio a su diario personal, ése que se escribe regularmente en las noches a través de métodos tradicionales (papel, estilográfica e intimidad). Sin embargo, se dio cuenta de que lo que estaba ahí era una especie de “diario de señoritas”, es decir plagado de quejas, reproches y chismes de la farándula literaria, así que prefirió irse por otro camino. José de la Colina –al igual que Sheridan—utiliza más los temas coyunturales que incitan a su imaginación. En este blog solemos irnos por la segunda vía, es decir la de la ocurrencia instantánea, sin perder de vista algunas coordenadas y principios básicos que nos hemos fijado desde el nacimiento del espacio.

En fin. Creo que llegado este punto mi memoria ha comenzado a flaquear. Mientras estaba sentado en segunda fila mi mujer me preguntó si no iba a tomar notas, a lo que contesté que no. Era tanto mi interés que no quería perderme de nada por estar anotando en la libreta de tapas negras. Ahora me doy cuenta de que debí haberlo hecho. Bueno, como han dicho los Stones, no siempre puedes tener lo que quieres. Así que, si recuerdo alguna otra cosa, ya será para la anécdota personal.

Por cierto, antes de cerrar esta publicación, el día que tomamos el avión de regreso a la Ciudad de México pude ver de cerca a varios famosillos. Uno llamó particularmente mi atención. Un señor al que apodan El Pino y que es conocido por su participación en el movimiento estudiantil de 1968 y también por su papel de delegado y diputado federal, venía cómodamente instalado en la Clase Premier del artefacto. ¿Pues no que es de izquierdas? Es decir, sé que Marx escribió su obra pensando en sociedades plenamente desarrolladas, no en la pobreza latinoamericana, pero como que no me parece muy ético eso de ir en la zona cara cuando se tiene –según—un compromiso con las clases populares de este país. También ahí estaba el conductor de un noticiario de radio que también participa en Primer Plano, pero ése sí era como más ad hoc para la zona fresa (aunque no tanto, hay que destacar). En contraste, Humberto Beck, de LL, volvió al Altiplano en clase turista, tal y como yo lo hice…

Y vio el burócrata que era bueno.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Nunca he sido muy brillante en lo que escribo, sin embargo, hubo un suceso en mi vida hace no mucho que me desprendio de ese minimo cerillito de luz y estoy seguro que estoy en "puede derivar en parálisis o, simplemente, en ostracismo creativo." Chale!

Y del personaje famosillo izquierdillo del avion... seamos honestos... la izquierda aqui en mexico es mas bien como la uña larga del meñique de la mano derecha... no es izquierda, solo es politicamente incorrecta... nada mas...

noviembre 28, 2007 4:26 p.m.  

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1 comentarios

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