Viernes now
Viernes de quincena, viernes de pago de aguinaldo, viernes de manifestaciones, viernes de víspera de posadas, viernes de brindis y reuniones sociales, viernes de juntas, viernes de cumpleaños de colegas, viernes de locura.
Escribo estas líneas y escucho en la calle el sonido de altavoces que repiten hasta el hartazgo las viejas consignas de las múltiples e incombustibles marchas que inundan la ciudad. Lucha lucha lucha no dejes de luchar por un gobierno obrero campesino y popular (se repite ad infinitum). La entrada al Ministerio se ha reducido a un pequeño espacio entre las vallas de la Federal.
¿Qué hacer en este escenario de la decadencia de la humanidad?
Como en otras tantas ocasiones, recurrir al Dr. Sheridan, quien su columna de diciembre en Letras Libres nos expone lo siguiente:
“Como era predecible, las marchas se han multiplicado con la democracia. En la medida en que han disminuido los controles por parte del gobierno para disuadirlas, han aumentado los de las organizaciones sindicales o políticas para estimularlas (y como el poder se subasta, cada líder de cada organización puede organizar una manifestación cuando le viene en gana, para cubrir una cuota o porque sí)”.
“La lógica de la marcha callejera ha adquirido tal grado de desorden, que existe como función profiláctica: no sabemos si se nos ha cometido injusticia, pero por si las moscas, y antes de que se cometa, henos aquí gritando octosílabos”.
“Si alguna vez se trató de poner en evidencia un enfado, una idea, una convicción, ahora no se trata sino de fastidiar a la mayor cantidad posible de prójimo, en la apuesta de que el prójimo hará todo por no volver a sufrir el encierro. Para verdaderamente llamar la atención, bastaría con no organizar machas un solo día”.
“Ha llegado la hora de que alguna universidad pionera funde la licenciatura en movilizaciones, ofrezca la maestría en acarreo y el doctorado en marcha productiva: se instala una línea de producción a lo largo de la calle, los manifestantes ensamblan televisores mientras avanzan sin dejar de corear sus consignas. Al final se les entrega un cheque. Al día siguiente hacen otra porque el cheque fue injusto, etc.”.
Guillermo Sheridan, “¿Vasir a la mani?, en Letras Libres, diciembre 2007, p. 100.
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