jueves, mayo 22, 2008

Monólogos del Senado
Jorge Chabat

Es probable que usted apenas se haya enterado de las discusiones que se han llevado a cabo en el Senado con motivo de la reforma energética. Para haber seguido con detalle el llamado “debate” se necesita haber cumplido varios requisitos: tener acceso al Canal del Congreso (o sea, tener Cablevisión o Sky), poder quedarse viendo la televisión toda la mañana y parte de la tarde (o sea, no tener que ir a trabajar) y mantenerse despierto durante todas las sesiones de debates (o sea, estar bajo el influjo de la cafeína o alguna droga similar).

Sobra decir que es difícil que una parte importante de la población cumpla con estos requisitos. Pero, a pesar de ello, las sesiones del “debate” siguen su curso y la pregunta obligada es si este proceso va a servir para algo o es, como dijera López Obrador, una “vacilada”, que es lo que parece.

El propósito de cualquier debate es tratar de convencer a otra persona de algún argumento. Este es el principio sobre el cual funcionan los parlamentos de todo el mundo: se supone que un legislador argumenta sus puntos en la tribuna, esperando convencer a otros legisladores, lo cual rara vez ocurre en México, en buena medida porque no hay la posibilidad de reelección inmediata. Esto es, a los legisladores les valen gorro los debates porque llegan al Congreso con la “línea” de sus dirigencias partidistas y, como no les preocupa el costo que pueda haber frente a los votantes de votar en uno u otro sentido, pues simplemente no cambian jamás de opinión.

Ciertamente, en las campañas electorales los debates son más efectivos pues pueden incidir sobre la opinión de los votantes. Obviamente, en los debates electorales un candidato no espera convencer a otro candidato de sus puntos de vista, sino a los votantes. ¿Cuál es entonces el propósito de este “debate” sobre la reforma energética? A primera vista parecería que convencer a la opinión pública de una u otra posición, pero con el inconveniente de que ésta no vota directamente sobre la propuesta de reforma.

Tal vez este debate podría influir en el voto en las elecciones de 2009, suponiendo que los votantes han seguido con detalle las discusiones, lo cual está por verse. Entonces, ¿cuál es la idea de sostener estos monólogos aburridos e ideológicos? Me temo que es simplemente para reforzar las opiniones previas de los partidos políticos y para que cuando se vote en el Congreso, quienes apoyan la reforma energética y quienes se oponen hagan referencia a las “verdades” vertidas por sus emisarios en estas sesiones. No hay más. Por lo que se ha visto en las presentaciones de académicos, de académicos-grillos y de grillos profesionales, no se ve que nadie vaya a convencer a nadie.

Si esta perspectiva es cierta, es muy probable que al terminar los “debates” sobre la reforma energética entremos de nuevo en una etapa de confrontación entre quienes apoyan la reforma y quienes se oponen por principio. Es factible esperar más movilizaciones de los seguidores de López Obrador e incluso acciones más radicales que los plantones de las adelitas.

¿Hasta dónde van a llegar estas movilizaciones? No tengo la menor idea. ¿Qué hará el gobierno de Calderón para enfrentar dichas movilizaciones? Tampoco tengo idea. ¿Cuál será el papel del PRI? Ese está más claro y me temo que va a negociar —y negociar muy bien— su apoyo a Calderón.

Lo que sí es evidente es que se apruebe la reforma propuesta por Calderón, tal cual o con modificaciones, o no se apruebe, el Presidente va a acabar pagando un costo. Si se aprueba, tendrá que lidiar con las acciones de protesta de López Obrador y sus seguidores, quienes buscarán desacreditar la reforma a toda costa. Si no se aprueba, la imagen del Presidente quedará desgastada y aparecerá como un Presidente débil, como una copia del presidente Fox.

Es probable que después de los dos meses que tendremos de monólogos en el Senado se proceda a votar la propuesta de reforma en el Congreso. También es probable que se apruebe algo parecido al proyecto de Calderón y que la mayoría de la población no tenga una idea muy clara de qué se aprobó o se dejó de aprobar. Y es también muy probable que los monólogos de primavera no sean recordados por la historia.

Analista político e investigador del CIDE