Desde el lugar de los hechos
Bueno, con dos pendientes menos en la cabeza me dispongo a hacer un breve recuento de lo acontecido en las últimas horas.
Primero, por fin ya presenté mis declaraciones patrimoniales, tanto final para el caso del Ministerio, como inicial para la Universidad. Ambos temas me traían preocupado porque los plazos fatales se acercaban. Esto me ubica, lo sé, en la categoría nerdosa. No importa. El punto es que ya cumplí mis obligaciones para con la Función Pública y con la Dirección Patrimonial, respectivamente.
Segundo, el asunto de las clases de conducción avanza, es decir suceden, ocurren, acontecen..., lo cual no significa que yo haga lo mismo. Ya he salido con el coche desde mi rumbo en el länder de Benito Juárez hasta Ciudad Universitaria, por ejemplo. Sin embargo, la cosa aún se torna indomable cuando enfrento al tráfico y la presión social. Ya veremos cómo deberé ir trascendiendo esta fase inicial de despegue.
Tercero, el Día del Maestro me proporcionó, por primera vez en mi existencia, un asueto completo, es decir académico y laboral. Gracias Autonomía Universitaria. En contraste, la situación de la oficina está a punto de obligarme a dejar de dar clases. De hecho, no está a punto, ya no seguiré el próximo semestre en mi horario nocturno. Espero que encuentre alguna especie de Plan B. A día de hoy hay uno, pero falta saber si es operativo o no. En fin. La docencia es una de esas cosas que llegaron a mi vida recién y que, estoy seguro, seguirán conmigo durante mucho tiempo. Por eso sí me causa como cierto conflicto la imposibilidad de continuar.
Cuarto, leo en El Universal en línea que Pumas se mexicanizará totalmente, es decir que se espera que en unos años sólo jueguen compatriotas en el primer equipo y, sobre todo, surgidos de la cantera. Eso está muy bien. De hecho, me parece excelente. Lo que me causa duda es si realmente habrá material suficiente para completar el cuadro sin tener que recurrir a los clásicos suramericanos. Y no me refiero sólo al campo de juego, sino al banquillo. A día de hoy varias de nuestras glorias han pasado por nombres y apellidos foráneos, verbi gracia, Cabinho, Spencer, Milutinovic, Muñante, Domizzi, Ferreti, Vera, et al. Con tristeza miro que la cantera ha dejado de producir, o bien, que sigue produciendo, pero sólo material bastante ordinario. También se ha hecho como costumbre insana que sólo los hijos de los ex jugadores tengan oportunidad en el cuadro de Primera División. En fin. Por lo pronto, chivitas rayadas, lo siento, ya no serán los únicos totalmente mexicas de por estos lares.
Quinto, aquí en la oficina la cosa sigue. Ahora hago más cuestiones y, por ende, las responsabilidades aumentan. Sin embargo, quisiera comentar dos temas más relativos a la comparación entre mi antigua oficina y ésta.
Uno es que, tanto aquí como allá, el diario que se consulta de manera religiosa es el Metro, la edición --digamos-- popular de Reforma. Recuerdo que en el Ministerio nunca faltaba el ejemplar del día. Me imagino que esto se debe a esa combinación exitosa de formato en color, bastante sangre y nota roja y, claro, la dosis suficiente de encueradas tanto en posteriores como en interiores. Algo que se agradece en el día a día. Bueno, pues acá igual. La banda operativa siempre tiene disponible el diario sobre un escritorio instalado en un rincón que funge como cuartel general. Ya por ahí de la tarde, cuando ha dejado de ser el objeto del deseo del personal, me acerco sigilosamente y hojeo sus páginas.
Asimismo, el asunto de las declaraciones patrimoniales también da material para el análisis comparado. Allá es en formato electrónico, con claves y llaves ídem. Acá no. De hecho, es como bastante a la antigüita por estos rumbos: papel, tinta, buena fe. Repito que con estos y otros detalles la función pública universitaria es como la función pública federal... de hace unas dos décadas. Bueno.
Y para cerrar, un asunto que es común aquí, allá y acullá: las prisas y el estrés que experimentan algunos funcionarios frente a las tareas cotidianas y extraordinarias. He encontrado que aquí en la oficina hay un tipo que habla mucho y, si no sabes de qué va el asunto, te convence de que está salvando al universo desde su cubículo.
En efecto, los seres que viven instalados en la prisa, la congoja y la glucosa casi al punto de diabetes no sólo viven en las dependencias públicas (locales, estatales y federales). No. También acá, en el recinto del saber, la cultura, la docencia y la investigación. Usando palabras del antiguo colega Lic. Ventura, acá también hay pendejos desesperados (por aquel viejo adagio que afirma que en la APF no hay cosas urgentes sino...).
Yo soy obsesivo y posesivo, de acuerdo con Said, por ejemplo. Pero creo que aún no alcanzo esos niveles sayayín (o como se escriba) de avance. En serio. Hay gente que tiene la máquina al tope y que luego por eso anda experimentando hiperglucemia, hipertiroidismo y hipercolitis. Como me dijo un taxista apenas, joven (gracias), hay que hacer una concha bien gruesa...
Por cierto, escribo estas líneas y veo que en el Notificador del correo electrónico de Google me han llegado dos avisos de que una alumna quiere que sea "su amigo" de una cosa que se llama Hi5, léase haifaiv. Mmmm.
En fin. Así las cosas por estos días.
Por cierto, ya tengo boletos para Calamaro en el Auditorio en preferente y ya tengo la banda sonora del filme Shine a light de los Rolling Stones. Espero hacer reseña respectiva pronto. En contraste, nadie me ha regalado nada por el Día del Maestro.
Larga vida a los viernes.
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