Noche loca
En alguna entrevista le pidieron a Guillermo Sheridan que definiera una "noche loca" perfecta para él, a lo que respondió que sería --palabras más, palabras menos-- en su casa, con un escocés y viendo una película en blanco y negro sin expresiones como "fuck" o "motherfucker" y sin explosiones.
Desde que dejé de beber mi concepto de extremo nocturno se ha acercado a la definición dada por el Doctor. En efecto, antes el punto era alcanzar la intoxicación etílica que acarreaba a) euforia, b) explosión y c) éxtasis. A día de hoy todo eso lo estoy buscando a través de otros medios.
Antes yo era de los tipos que se burlaban puntualmente de aquellos que, en fiestas, reuniones o simples departiciones en la mesa, salían con su domingo siete de que "no, gracias, no bebo". Los mismos que se tomaban todos los refrescos y, por lo tanto, elevaban el total de la cuenta. Los mismos que eran como los aburridos y los mojigatos. Los mismos que algún defecto macabro de su personalidad escondían con esmero a través de su abstinencia.
El tiempo ha pasado y, como afirmaba el buen Platón, un exceso conduce al opuesto.
Ahora yo soy uno de esos que engrosan las listas de abstemios. Así, cuando arribamos a alguna mesa y preguntan que qué vamos a tomar, yo soy el que sale con aquello de "¿tiene limonada natural?", o peor aún, "¿cerveza sin alcohol?".
En verdad, uno se siente mal por andar haciendo esos desfiguros en sociedad. Los demás me ven raro, incluidos los que saben mi padecimiento hepático que, en teoría, lograría cualquier clase de indulgencia hacia mi persona. El juicio de los que aún no lo conocen debe ser aún más categórico: "¿cómo limonada?, pinche puto".
Mi concepto de diversión se ha radicalizado. Ahora no encuentro mucho ánimo en departir la noche entera. Mi manera de afrontar la hiperrealidad se ha movido al lado pasivo de las cosas. Quisiera abusar del alcohol y el tabaco, pero no puedo. Eso me lleva a aislarme de mucha gente, por ejemplo, de mis colegas antiguos. ¿Qué hacer cuando todos están alejados de la línea de arranque, felices y eufóricos, mientras uno permanece en la salida pasmado y sobrio?
Estoy cierto que uno de los factores que logran cohesión en la sociedad son los distractores y los estimulantes. El alcohol y el cigarro como cementos de la humanidad. Ante su ausencia, uno se convierte en alguien fuera de foco, antisocial y, por ende, lejano.
He sabido que algunos de mis colegas se han quejado de mi alejamiento. Hombre, quisiera que supieran que el que más lo resiente soy yo. Pero, es en serio, la existencia ha dado una vuelta de tuerca con las prohibiciones que tengo. ¿Acaso creen que es fácil experimentar un cambio de hábitos? ¿Cómo se sentirían en una situación similar?
Por supuesto, seguiré con mi régimen de excepción. Mi espíritu conservador me lleva a preferir un bienestar a largo plazo frente a uno inmediatista. Pero ese proceso no deja de ser asfixiante y cruel.
En fin.
1 Comments:
Hermanoooo!!!
Ud nunca estara solo!!!
Cuando quiera caigale aca a estas tierras, que aqui lo recibimos con verduras hervidas, comida sin grasa y aguas frescas... que de un mes para aca, es lo unico que habita en mi refri!!!
No se retraiga, que lo queremos aunque nomas compartamos la jamaica y la alfalfa!
Que amigos somos despues de los higados recelosos!!
Carajo!
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