El por qué de mis publicaciones
El día ha ido tranquilo, semi lento, pasmado a pesar de los tiempos tan rápidos que nos ha tocado presenciar.
Hoy por la tarde, después de haber ido a comer, me he dado cuenta de que los precios en Starbucks se han ajustado a la alza. En efecto, una nueva decoración en las mamparas y nuevos materiales como tazas y termos para café en los estantes han sido el marco perfecto para anunciarnos que ya cuesta más ir a por el vital líquido ahí. En lugar de los 54 pesos que pagaba antes por un latte y una madalena de chocolate (también le dicen chocomuffin) ahora han sido 60. ¿Qué tal? Ahí es donde sí creo en el concepto crisis financiera.
En otros asuntos, aquí en la oficina he notado algunos puntos extras de la vida cotidiana. Veamos.
Primero, que a pesar de tener cubículo la privacidad es menor que en los espacios comunes. Me explico: aquí cualquiera voltea hacia el interior de tu lugar para saber qué haces o qué no haces. En aquellos lugares sin división como que ya toda la parroquia se acostumbra a estar vigilado por mil ojos y ya nada es tan sorprendente o tan morboso para andar metiendo las narices donde nadie te ha pedido que lo hagas. Pero aquí no, aquí el punto es investigar y conocer en qué se le va la vida laboral a tu vecino o a tu conocido o a tu enemigo o simplemente al de junto. Interesante.
Segundo, que hay una señora que siempre me intrigó el por qué miraba de esa manera tan fuerte hacia el interior de mi centro de trabajo. Ahora lo sé: ella se encarga de recoger las tazas sucias y de llevarlas hacia el fregadero. Entonces, pues tiene que hacer así como un buen esfuerzo de escaneo de cada espacio --según-- privado. Bueno, al menos. Ya hasta había elucubrado una especie de teoría de la conspiración en mi contra encabezada por la susodicha (¿o quizás sí...?).
Tercera, que con este horario normal la espera para escuchar la chicharra de salida es un pelín más desesperante. A las 19.30 horas mi reloj biológico se pone mal y me manda mensajes de texto al hipotálamo de que ya es hora y de que ya cojamos nuestras cosas y de que ya nos larguemos. Sin embargo, una horita más nos resta en este sitio antes de escapar hacia la libertad...
Ah, y finalmente, el título de esta publicación es una paráfrasis de una canción del Sr. Chinarro que estaba escuchando al momento de iniciar estas líneas. Nada más.
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