lunes, noviembre 03, 2008

De regreso

Inauguramos el mes de noviembre con el recuento de los más recientes acontecimientos.

Hoy es lunes y he vuelto a la oficina. Claro, algunos me ven con cierta malicia: después de una ausencia de cuatro días en tiempos laborales uno se convierte en el objeto de chismes, dimes y diretes. Que por qué falté, que si me enfermé, que si tal por cual. En fin. Bueno, el punto es que ya estoy aquí y, si acaso tengo algo que decir en mi defensa, es que dejé concluidos los pendientes y que no me he ausentado por mis cojones, sino bajo permiso y con la encomienda de retribuir en un futuro este tiempo cedido.

Una vez aclarado este asunto, pasemos a lo verdaderamente importante.

París. Oh, París. Tan bonita, tan elegante, tan clásica, tan histórica, tan sofisticada, tan fría y tan lluviosa. Cuatro días de ensueño en el que me sentí desde personaje fílmico hasta soldado desconocido, pasando, por supuesto, por las etapas de habitante de país tropical del subdesarrollo instalado en el frío más siberiano posible y casi casi migrante.

¿Qué se puede decir de esta ciudad cuando ha sido el objeto del deseo y del estudio de cientos, miles de artistas, intelectuales, analistas, politólogos y demás seres en extremo pensantes y creativos? Hemingway, Sartre, Balzac, Morrison, Vargas Llosa, Cortazar, Wilde, Paz y tantos otros han opinado, hablado, alabado y lanzado loas al aire para exaltar a la Ciudad Luz. ¿Qué imágenes presentar como novedosas o aleccionadoras sobre la vida cotidiana de la capital francesa? ¿Qué aportar frente a esta vorágine de información, datos y susurros sobre París?

Sin embargo, hice algunas anotaciones en mi libreta que ahora compartiré con ustedes.

Adelante.


a) El agandalle a la figura de el otro no es, como había imaginado por años, exclusivo de los mexicanos. Con este viaje al primer país en el que realmente me he sentido extranjero (los otros habían sido a España y Chile) he notado que este fenómeno existe dentro de cualquier raza y cultura, en mayor o menor grado, pero sí hay tal, sobre todo ante situaciones de prisa e incertidumbre. Un ejemplo: frente a las largas filas para ingresar a las zonas de control aduanal de los aeropuertos, lo que realmente importa es entrar primero, quitar al de enfrente y cruzar la línea caiga quien caiga. Ya después se verá si hubo daños colaterales o no en dicha empresa.

b) París es mucho más impresionante que Madrid. Los parisinos disfrutan mucho más de la existencia, son más gregarios, eso sí, pero se la pasan bien. Y uno pensaría que todos son como muy clavados por el asunto del existencialismo y tal, pero no...

c) Aunado a esto, hay una explosión de vida en París por las noches, sobre todo de los viernes, cuando grupos de amigos salen a caminar, a tomar café o a los bares, pero siempre, repito, juntos. Pocas personas hay caminando solas en la calle. Y estos, pienso, se dirigen a ver a alguien más.

d) Pero también aquí he visto más manifestaciones típicas del Tercer Mundo que, digamos, en comparación con Madrid, por ejemplo, mendigos en las calles y en los pasillos del subterráneo, y cantantes o gente que toca algún instrumento dentro de los vagones para pedir algunas monedas (claro, sin que se compare en número y exotismo que en el metro mexicano).

e) En el tema de las francesas, bueno, aquí todo se reduce a decir que son en extremo guapas y sofisticadas, además de que la mayoría se adereza con el factor siempre crucial e intangible de la actitud...

f) Otro punto interesante es que allá he visto más niños y bebés en las calles que en Madrid. La imagen de padres con hijos montados en carreolas es más común. Interesante también por el clima que hace por estas fechas en la capital francesa: un frío que sí altera, en especial a los habitantes del trópico. Sin embargo, ahí los ves: chavales rozagantes y con sus mejillas inflamadas de rojo recorriendo con placidez las calles históricas de París.

g) El mejor acompañante de los pocos que viajan solos en París es, sin duda, el iPod. Por doquier los ves con sus cables blancos unidos de las orejas a alguna zona recóndita del cuerpo o de la ropa. También pude ver algunos aparatos rectangulares que me pareció representaban a la competencia francesa del artilugio de Apple. Bueno, el punto es que, así como una buena cantidad de parisinos van pegados al móvil, también lo hacen de la música a través de un reproductor de archivos compactados. La imagen del individuo con cables blancos es la siguiente fase de la evolución humana.


Anexo. Referencias mexicanas en París.

1.- Un vendedor de recuerdos en la explanada de Trocadero, desde donde se ve la Torre Eiffel, afirmándonos que el año pasado había visto al cantante mexicano "El Putrillo" (así dijo) Fernández cuando le avisamos que no queríamos nada y que, además, éramos mexicanos (porque nos lo preguntó, claro).

2.- Restaurante mexicano "El Chuncho" por el rumbo de St. Michel.

3.- Un cartel con la figura de Octavio Paz junto a la de Jorge Luis Borges.

4.- Varias voces en español con acento mexicano en Montparnasse y en el cementerio Pere-Lachaise (los primeros diciento ay, qué barato, refiriéndose a algunas prendas exhibidas en un cristal, y los segundos batallando con el mapa, las mochilas y el frío entre las tumbas de famosos).

5.- La salsa Tabasco como personificación de lo nacional al ser lo más picoso que te ofrecen en ciertos restaurantes cuando te identifican como mexicano.

6.- Dos imágenes de personajes mexicanos en la televisión por cable del hotel: el presidente Felipe Calderón durante la Cumbre Iberoamericana de El Salvador y... el Maza Rodríguez en el banquillo del PSV Eindhoven por el canal Euro Sport.


Próximamente: los infaltables testimonios gráficos de la visita (mi loco fin de semana en París).