lunes, octubre 06, 2003

En julio de 1997 se celebraron las elecciones intermedias del sexenio de Ernesto Zedillo. Una de las cosas más sobresalientes de esos comicios fue la designación del Jefe de Gobierno del Distrito Federal por medio del voto de los habitantes de esta entidad, situación que no sucedía desde principios del siglo XX.

Arrastrados quizás por este efecto, basado en la popularidad del Ingeniero Cárdenas que arrasó en la Ciudad de México, al igual que los candidatos a diputados locales del PRD, en diversos estados del país el partido de la izquierda mexicana alcanzó posiciones nunca antes sospechadas en su corta historia: alcaldías, diputaciones locales y federales, los primeros ejecutivos estatales.

Sin embargo, esta noticia tomó a los perredistas fuera de foco: acostumbrados a perder, acostumbrados a no experimentar la victoria, acostumbrados a las movilizaciones poselectorales de manera sistemática, a la realización de manifestaciones en contra del "fraude" y la negación recurrente de la transparencia de los resultados comiciales, los integrantes de este partido no supieron cómo comportarse en aquellos estados en los que la gente les había mostrado su confianza por medio de su voto. Por ejemplo, en Morelos.

La misma noche del seis de julio de 1997 y los días posteriores, en la Ciudad de México se recibieron llamados del CEE-Morelos para decir al CEN-PRD:

-- ¡¡Ganamos!!, ¡¡ganamos!!

-- ¡Perfecto!

-- Pero... ¿¿¿¡¡¡AHORA QUÉ HACEMOS!!!???

Algo que suele suceder tanto a instituciones como a las personas...

Ergo, tengan cuidado con lo que sueñan porque puede volverse realidad...