viernes, julio 09, 2004

Siempre se había entendido que las cartas de renuncia debían ser escuetas, lacónicas, dos o tres párrafos con palabras como irrevocable, causas de fuerza mayor, lejanía, ofensa inadmisible, confianza erosionada y otras elipsis de la ruptura. Durazo inaugura el ensayo de largo aliento para dimitir, la renuncia como curso de ciencias políticas. Se despidió con un largo y farragoso mensaje público, con el que pretende demoler la figura presidencial con acusaciones vagas e inconexas que muchos condenan por improcedentes.

Aunque haya algunas o muchas verdades en lo que dice Durazo, procediendo de quien procede, el secretario particular del presidente, su carta abierta no parece renuncia. Parece una traición.

Fox paga la torpeza de colocar en su despacho a un personaje formado en las prácticas del partido autoritario que mandó en México durante 72 años, que resultaba políticamente incompatible con la tradición, doctrina y valores del gubernamental Partido de Acción Nacional (PAN), que obstaculizó sus aspiraciones para ser candidato a gobernador por el estado de Sonora.

Carta de la deslealtad: Roma sí paga a traidores (fragmentos). Por Joaquím Ibarz, columna Diario de México, La Vanguardia, Catalunya, España.